México a colores
Mariana Yampolsky lo interpreta muy bien: “En el momento de las emociones humanas creo que el color sale sobrando, ante la lente, nueve de cada diez veces veo en blanco y negro… igualmente supongo, sin bases científicas para asegurarlo, que el color es sobre todo una construcción mental”.
A México los fotógrafos nacionales y extranjeros lo ven en blanco y negro, y en color. Hoy, en el Palacio de Bellas Artes, hay una exposición que pretende ir “en el campo de la fotografía, del museo al Iphone”. Usted elige si prefiere ser cromofóbico o cromofílico. Mexichrome. Fotografía y color en México abre el diálogo.
Para asimilar mejor lo expuesto, el hermoso catálogo es imprescindible, por mil pesos. Pero
La mirada se pierde en ciudades, ruinas, gente, muros; en los crímenes detenidos en una imagen
si es usted fotógrafo profesional o amateur, igual aprehende el rigor de los que idearon este concepto de muestra —James Oles y Mauricio Maillé—. Hay arrobamiento en la muestra porque la mirada se pierde en ciudades, ruinas prehispánicas, gente, muros; en los crímenes detenidos en una imagen a color. Un color que con el paso del tiempo hace camino al andar y más de un artista visual se nos hace un clásico del ojo que atrapa un pedazo de historia. Exposición que deja atrás la polémica entre artistas por la elección de color o blanco y negro.
Sería injusto nombrar a un fotógrafo de esta selección porque todos son relevantes, aun cuando se prefiera más a uno que otro. Pero puedo decir que es mejor la curaduría del catálogo que la de la exposición. Es ambiciosa la retrospectiva y sin duda de enorme importancia para la historia de la fotografía en color en nuestro país. Pero un museo no es la aplicación de Instagram, que vomita imágenes buenas, malas e irregulares. Uno se pierde en el laberinto. Exhiben de sobra en vez de exigirse rigor estético. Una foto no es sociológica o antropológica. Es, antes que nada, una pieza artística, sobre todo al usar el escaparate museístico.
Con todo, una necesarísima
_ muestra para abrir la discusión del arte del color en la fotografía y acabar con la inútil polémica de si es mejor el blanco y negro. Gracias a James Oles — una mirada extranjera con ojo curado— y a Mauricio Maillé —un mexicano con ojos expertos—, este enorme proyecto se ha hecho realidad.