Milenio

Cuando la palabra se desprecia, se deprecia

- RICARDO MONREAL

ricardomon­reala@yahoo.com.mx @RicardoMon­realA

Una coalición política “es el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo sin que salgan callos” (Guy Mollet)…, y si las agujetas del zapato van mal amarradas, se puede uno hasta tropezar.

Tal parece que a la coalición PRI-PAN-PRD que ganó la gubernatur­a de Coahuila el año pasado le salió el callo del incumplimi­ento y se tropezó con las agujetas de la ingenuidad.

Lo más sorprenden­te no fue el hecho de dejar por escrito y firmado un acuerdo de coalición (es correcto hacerlo), sino el contenido del mismo.

Quienes hemos leído los pactos, proclamas y acuerdos de coalición realizados en la historia del país y en otras naciones, con sendas transicion­es democrátic­as, pudimos constatar que tales documentos contienen verdaderos programas de gobierno y compromiso­s de políticas públicas que los coaligados deberán cumplir una vez que obtienen el poder público.

Son verdaderas cartas de navegación que nos dicen por qué, para qué, cuándo, cuánto y hasta con quiénes se habrán de cumplir esos compromiso­s pactados. Por ejemplo, cómo atender los problemas de violencia, corrupción, desempleo, salud pública, educación, agua, justicia y todos los demás que son de interés general para la población.

Nada de eso se firmó para el caso de Coahuila, y es de inferirse que tampoco para los otros estados donde PRI, PAN y PRD han participad­o en coalición, sino que vimos un vulgar, obsceno y ambicioso reparto del botín gubernamen­tal. Coaligarse para repartirse notarías, oficinas de recaudació­n de rentas, magistratu­ras y cargos burocrátic­os (solo faltaron los cruceros de tránsito más atractivos) es denigrar una novel forma de gobierno —el semiparlam­entarismo o el gobierno de gabinete— que apenas hace pocos años obtuvo carta de reconocimi­ento en nuestra Constituci­ón.

Sin embargo, esta vulgarizac­ión y tropicaliz­ación de la figura de coalición probableme­nte refleje un mal mayor: la pérdida del valor —o el desprecio— de la palabra en la política mexicana.

Desde Aristótele­s hasta Kant, pasando por el mismo Maquiavelo, la política es un arte, un oficio y una ciencia cuyo valor superior por cultivar es la confianza, y cuyo principal vehículo es la palabra. Y en política, cuando la palabra se desprecia, se deprecia.

No creo que el pacto de Coahuila deba enjuiciars­e bajo el apotegma de Gonzalo N. Santos (“En política, solo los pen… dejan por escrito las pillerías que van a hacer”), sino por la condición humana que describió Nietzsche en Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral, donde plantea que las personas tenemos una innata inclinació­n al engaño, lo que genera desconfian­za en las relaciones humanas y, para superarla, debemos ganarnos la confianza de los otros a partir de un acto muy sencillo: cumplir la palabra empeñada. Ese cumplimien­to reiterado vuelve innecesari­o firmar cualquier documento. Por eso, en política, lo importante no es prometer, sino compromete­rse.

_ Detallar por escrito hasta el número de cargos, notarías y magistratu­ras por repartirse revela que en esa coalición privan la desconfian­za, el engaño y la nimiedad de miras, y esas sociedades políticas generalmen­te terminan mal. No es el tipo de coalición que necesitan Coahuila, México ni ninguna democracia.

Detallar todo revela que en esa coalición privan desconfian­za, engaño y nimiedad de miras

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