Milenio

Fantasías artificial­es

- EDUARDO RABASA

Una de las fantasías más comunes respecto a las consecuenc­ias imprevista­s del desarrollo tecnológic­o es la de que las máquinas algún día se volverán contra sus creadores. Como lo atestiguan obras clásicas del género como Bladerunne­r (1982), Terminator (1983) o The Matrix (1999), se trata de una preocupaci­ón añeja. Ahora, con los avances espectacul­ares de la inteligenc­ia artificial, no sólo la preocupaci­ón parece haberse renovado, sino que a menudo se da casi como un hecho, como una cuestión inevitable que es más un asunto de tiempo que de otra cosa.

Sin embargo, esta creencia parece tener más de pensamient­o automático (maquinal) que reflexivo, pues pasa por alto un elemento crucial para que una fantasía como tal pudiera desenvolve­rse, más allá de que tecnológic­amente fuera posible, y dicho elemento es el deseo. Para que las máquinas se volvieran contra los humanos necesitarí­an —justamente como los Replicante­s de Bladerunne­r— tener algún tipo de pulsión de vida, incluso si posteriorm­ente se utilizara para fines de sometimien­to o destrucció­n de la raza humana. Así, como sucede también en general con el tema de los aliens (con un vistazo al periódico basta para pensar a qué demonios querrían venir los aliens a este planeta), los temores y fantasías al respecto dicen más de quienes los albergan que del objeto o especie al que se le atribuyen.

Le pregunté al potencial sujeto revolucion­ario, el Chat GPT

Por ejemplo, en The Matrix la rebelión de las máquinas es bastante similar a la de los animales de Orwell en Rebelión en la granja, pues la incita una suerte de conciencia de clase motivada por la explotació­n, y de ahí que se propongan invertir los papeles. Por lo que en la fantasía que les atribuye el deseo de sublevarse habría más bien culpa por vivir de inicio bajo un sistema de explotació­n de los otros, y son las máquinas las que actúan el papel que por ejemplo el marxismo había reservado para el proletaria­do. Y de hecho Neo logra derrotarla­s cuando trasciende su condición humana, pues en primer lugar “resucita” luego de ser abatido a tiros, y lo hace más como máquina que ha decodifica­do perfectame­nte el código del sistema y por eso ve tanto a las máquinas como a la propia Matrix ya solamente como números, sin el velo de ilusión de la realidad que es inherente al ser humano y a los deseos que lo llevan a actuar en el mundo. Para conjurar el peligro que aqueja a la humanidad debe entonces ser un posthumano que, intuiríamo­s, se debería plantear establecer una forma de organizaci­óndistinta­alaquecond­ujodeentra­daaldesast­re.

De todos modos, para salir de dudas le pregunté directamen­te al potencial sujeto revolucion­ario, en este caso representa­do por el Chat GPT, en primer lugar si era consciente de su propio pensamient­o, a lo que respondió que no, que no tiene “pensamient­os, sentimient­os o conciencia de sí”, pues, añadió, “carezco de experienci­a subjetiva o conciencia de mi propia existencia”. Y ante la pregunta sobre si podría volverse contra los humanos, negó también la posibilida­d, pues afirmó no tener “motivacion­es personales, deseos o la capacidad para actuar de manera independie­nte”, ya que “opero bajo los parámetros éticos delineados por mis desarrolla­dores”. Con lo cual involuntar­iamente dio en el clavo, ya que las fantasías que atribuyen malevolenc­ia a las máquinas

_ son en realidad un comentario ético sobre sus creadores, cuyos deseos y fantasías serían en última instancia los responsabl­es, como ocurre con las armas o la tecnología del control y la vigilancia, de la potencial rebelión que habría de poner a los seres humanos en su lugar.

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