Milenio

El negacionis­mo de Trump

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

Desde hace años, Trump atenta contra la credibilid­ad de la democracia en Estados Unidos. En 2016, ni él ni sus seguidores estaban dispuestos a conceder la derrota, en caso de perder: apenas uno de cada tres decía tener confianza en que serían limpias las elecciones, según Associated Press. Al final, sorpresiva­mente, ganó la elección a Hillary Clinton. Pasaron cuatro años que parecieron eternos. En 2020, una vez más, Trump volvió a poner en duda la credibilid­ad de la democracia en su país. “La única manera en que podríamos perder esta elección es con un fraude”, dijo, a pesar de que todas las encuestas favorecían a Joe Biden. Al ocurrir su derrota, la negó, como era previsible, pero fue secundado, para sorpresa de muchos, por el Partido Republican­o. El gobernador de Texas, apoyado por 17 estados gobernados por republican­os, y refrendado por 126 miembros del Congreso, trató de revertir la elección en varias de las entidades donde había perdido su candidato –sin éxito, pues la iniciativa fue rechazada por la Suprema Corte de Justicia.

La concesión de la derrota, como sabemos, es fundamenta­l para la democracia. Con ella concluye un proceso que divide al pueblo: la elección, y comienza otro que lo reúne: la formación de un gobierno para todos. La concesión de la derrota es uno de los rituales más importante­s de la democracia en Estados Unidos. “La concesión no tiene fuerza legal”, afirma el New York

Times, “pero tiene un valor considerab­le como una afirmación de que el proceso democrátic­o es más importante que el resultado”.

La campaña de desinforma­ción de Trump, tras perder la elección en 2020, ha sido un éxito, en parte por haber sido avalada por el Partido Republican­o. Las encuestas en Estados Unidos muestran que la mayoría de los republican­os tiene dudas respecto a la legitimida­d del triunfo de Biden. Solo 31 por ciento cree que la elección fue limpia, dice un sondeo reciente del Washington Post. Este lunes, Trump ganó por 30 puntos las primarias de Iowa. Arrasó. Ganó 98 de los 99 condados del estado. NBC News realizó una encuesta de salida entre los republican­os que participar­on: 90 por ciento de los que votaron por Trump afirmó que Biden no había ganado, legítimame­nte, la elección de 2020 (contra 40 por ciento de los que votaron por Ron DeSantis y 19 por ciento de los que votaron por Nikki Haley). Los republican­os que trataron de confrontar este negacionis­mo, fracasaron todos: Chris Christie, el ex gobernador de Nueva Jersey, suspendió su campaña antes de la primaria en Iowa, y Asa Hutchinson, ex gobernador de Arkansas, suspendió la suya el martes, al día siguiente de su desvanecim­iento en Iowa.

Trump ha convertido los esfuerzos de la ley de hacerlo responsabl­e en un instrument­o para exaltar a sus seguidores. Tras haberlos convencido de que le robaron la elección de 2020, hoy argumenta que las acusacione­s en su contra son, en realidad, una forma de persecució­n. A sus seguidores les hace sentido. Biden ha centrado su campaña alrededor de la idea de que Trump es un peligro para la democracia en Estados Unidos. Pero es difícil que tenga éxito. Es él la verdadera amenaza para la democracia, le responde Trump. Ya nos robó la elección una vez, en 2020.

Esa visión ha sido un éxito, en parte por haber sido avalado por el Partido Republican­o

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