El negacionismo de Trump
Desde hace años, Trump atenta contra la credibilidad de la democracia en Estados Unidos. En 2016, ni él ni sus seguidores estaban dispuestos a conceder la derrota, en caso de perder: apenas uno de cada tres decía tener confianza en que serían limpias las elecciones, según Associated Press. Al final, sorpresivamente, ganó la elección a Hillary Clinton. Pasaron cuatro años que parecieron eternos. En 2020, una vez más, Trump volvió a poner en duda la credibilidad de la democracia en su país. “La única manera en que podríamos perder esta elección es con un fraude”, dijo, a pesar de que todas las encuestas favorecían a Joe Biden. Al ocurrir su derrota, la negó, como era previsible, pero fue secundado, para sorpresa de muchos, por el Partido Republicano. El gobernador de Texas, apoyado por 17 estados gobernados por republicanos, y refrendado por 126 miembros del Congreso, trató de revertir la elección en varias de las entidades donde había perdido su candidato –sin éxito, pues la iniciativa fue rechazada por la Suprema Corte de Justicia.
La concesión de la derrota, como sabemos, es fundamental para la democracia. Con ella concluye un proceso que divide al pueblo: la elección, y comienza otro que lo reúne: la formación de un gobierno para todos. La concesión de la derrota es uno de los rituales más importantes de la democracia en Estados Unidos. “La concesión no tiene fuerza legal”, afirma el New York
Times, “pero tiene un valor considerable como una afirmación de que el proceso democrático es más importante que el resultado”.
La campaña de desinformación de Trump, tras perder la elección en 2020, ha sido un éxito, en parte por haber sido avalada por el Partido Republicano. Las encuestas en Estados Unidos muestran que la mayoría de los republicanos tiene dudas respecto a la legitimidad del triunfo de Biden. Solo 31 por ciento cree que la elección fue limpia, dice un sondeo reciente del Washington Post. Este lunes, Trump ganó por 30 puntos las primarias de Iowa. Arrasó. Ganó 98 de los 99 condados del estado. NBC News realizó una encuesta de salida entre los republicanos que participaron: 90 por ciento de los que votaron por Trump afirmó que Biden no había ganado, legítimamente, la elección de 2020 (contra 40 por ciento de los que votaron por Ron DeSantis y 19 por ciento de los que votaron por Nikki Haley). Los republicanos que trataron de confrontar este negacionismo, fracasaron todos: Chris Christie, el ex gobernador de Nueva Jersey, suspendió su campaña antes de la primaria en Iowa, y Asa Hutchinson, ex gobernador de Arkansas, suspendió la suya el martes, al día siguiente de su desvanecimiento en Iowa.
Trump ha convertido los esfuerzos de la ley de hacerlo responsable en un instrumento para exaltar a sus seguidores. Tras haberlos convencido de que le robaron la elección de 2020, hoy argumenta que las acusaciones en su contra son, en realidad, una forma de persecución. A sus seguidores les hace sentido. Biden ha centrado su campaña alrededor de la idea de que Trump es un peligro para la democracia en Estados Unidos. Pero es difícil que tenga éxito. Es él la verdadera amenaza para la democracia, le responde Trump. Ya nos robó la elección una vez, en 2020.
Esa visión ha sido un éxito, en parte por haber sido avalado por el Partido Republicano