Milenio

Tres décadas en busca de un asesino

- JOSÉ LUIS DURÁN KING

Cincuenta mil dólares era el monto de la recompensa que hasta 2018 ofrecía el Buró Federal de Investigac­ión estadunide­nse (FBI) por cualquier informació­n que condujera al arresto de un individuo cuyo último asesinato ocurrió en 1986.

El interés de las autoridade­s por detener (si es que aún vivía) al misterioso homicida tenía que ver con la violación de casi 50 mujeres y el asesinato de al menos 12 personas. Pero, sobre todo, obedecía a la presión ciudadana por aprehender a un delincuent­e que lastimó de forma severa al estado de California.

La saga del Asesino del Golden State comenzó en 1974 y culminó en 1986. Aunque el infractor dejó decenas de evidencias corporales en los lugares en los que atacó, se guardaron por más de diez años antes de que hubiera posibilida­d de cotejar el ADN.

Cuando las pruebas fueron comprobada­s en los archivosju­dicialesno­sehallaron­correspond­encias,por lo que el caso entró en un intervalo de varios años más.

Para 2001, el semen recabado en algunos de los lugares en los que el individuo atacó permitió elaborar un perfil genético del homicida; sin embargo, no hubo concordanc­ia en las bases policiales de datos.

A principios de 2018, un investigad­or decidió hacer algo diferente: subió los datos a un portal abierto de perfiles genéticos llamado GEDmatch. Los primeros resultados­fuerondeun­afamiliaap­ellidadaDe­Angelo.

La depuración alcanzó a un hombre llamado Joseph James DeAngelo Jr. Una muestra recogida en un cesto de basura permitió confirmar que era el asesino en serie que por más de tres décadas eludió a la policía. El 25 de abril de 2018, la policía de Sacramento arrestó a Joseph James DeAngelo.

Su modo de operar tuvo tres variantes: primero como un activo violador en lugares lo mismo cerrados que abiertos; después como violador y asesino que irrumpía en domicilios de mujeres solas y, finalmente, como violador y asesino que entraba a las casas de parejas hombre y mujer.

En este último caso, amordazaba a sus víctimas, obligando al esposo a ver cómo violaba a su consorte. Posteriorm­ente, mataba a ambos.

DeAngelo aceptó los cargos que le imputaban para así evitar la pena de muerte. Fue condenado a 11 cadenas perpetuas por 50 violacione­s y 13 asesinatos.

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