Guerrilla y basquetbol
¿Cómo es que un país sin tradición basquetbolística como el nuestro produce un equipo de basquetbol, de dimensión y prestigio planetarios, formado por niños oaxaqueños que, encima, juegan descalzos? Se me ocurren varias razones, por ejemplo, y por decir algo, el ojo clínico de quien vio el diamante, el brío pedagógico de entrenadores y tutores, la fortaleza de los niños del pueblo triqui, etcétera. Pero, ¿por qué el basquetbol?, ¿y cómo es que ese deporte, tan poco mexicano, arraigó de esa manera en la sierra de Oaxaca?
El origen de esta feliz anomalía se encuentra, seguramente, en la batalla del ejército mexicano contra la guerrilla de Lucio Cabañas en los años setenta, cuando los padres, o los abuelos, de los niños basquetbolistas, eran jóvenes. La implantación del basquetbol en la sierra de Oaxaca es un efecto secundario de la guerra del Estado contra la guerrilla, según sugiere Fritz Glockner en su libro Los años heridos (Planeta, 2019).
En 1970 la guerrilla de Lucio Cabañas, que operaba en la sierra de Guerrero, gana notoriedad con el secuestro de un ganadero y con una serie de acciones, perpetradas por la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que obligan al Estado a intervenir. El ejército se acerca a las comunidades de la sierra en dos modalidades, como soldados que ofrecen ayuda al pueblo, o disfrazados de médicos en campaña de vacunación; este acercamiento va acompañado de una infraestructura para colonizar el territorio hostil, comienzan a abrirse caminos y carreteras, se implantan un montón de tiendas de la Conasupo y delegaciones del Inmecafé y un sistema de vigilancia y control con helicópteros que necesitan, en el escarpado paisaje de la sierra, un lugar plano y espacioso donde aterrizar. Y ahí es cuando se les ocurre sembrar la sierra de canchas de basquetbol, “no solamente en la sierra guerrerense, sino también en
_ la oaxaqueña, la veracruzana, la poblana”, dice Glockner en su libro. Nadie sabe para quién trabaja y, desde luego, los caminos del señor, y los de la guerrilla, son insondables.