Milenio

Israel/Palestina

- BRAULIO PERALTA

En 1993 fui a Israel y conocí parte de Palestina. La diferencia entre lo que hoy es considerad­a capital de los judíos —Jerusalén— y el lugar donde se encuentra el Santo Sepulcro —tierra palestina— es notoria por la riqueza de los primeros frente a la pobreza de los segundos. Igual pueden notarse diferencia­s en las ropas de unos y otros: “Los palestinos son sucios; los israelíes, pulcros”, apuntó alguien en la calle.

Desde siempre he estado a favor de la creación del Estado palestino no por ser antijudío sino por simple congruenci­a con la historia de la región a la que llaman Tierra Santa. ¿Cómo pueden decirle así cuando es un campo de sangre, guerras y muerte entre varias naciones? Jamás he estado a favor del terrorismo en ninguna parte, pero tampoco del genocidio contra Palestina

Tierra Santa. ¿Cómo pueden decirle así cuando es un campo de sangre y guerras entre varias naciones?

que con determinac­ión militar comete el gobierno israelí con permiso de las potencias del mundo.

No hablo de oídas: en 1992, en Madrid, reporté los intentos de paz en Medio Oriente convocados por el gobierno del entonces presidente español, Felipe González. En aquel entonces el agua era parte de la rebatinga entre ambas naciones. He estado leyendo los reportajes publicados en Milenio Diario por el compañero Témoris Grecko y recordé lo que ahora escribo. Desde octubre que escaló el conflicto, Israel ha asesinado a más de 20 mil personas, contra mil 400 judíos por parte de Hamás. Guerra donde desde 1948 los palestinos son rezagados. En Gaza ya no hay un hogar para sobrevivir. No lo digo yo ni el trabajo de Grecko: lo dice la gente que apoya con refugios, hospitales, centros de comida, personas que en tiempo de guerra muestran humanismo.

En aquel viaje de 1993 fui a visitar el Museo del Holocausto, donde tienen una representa­ción de los campos nazis de exterminio. Cuando salí me esperaba la escritora judío mexicana Esther Seligson. Se me quedó mirando a los ojos y en broma me dijo: “¿Pues qué viste?” “El horror”, fue mi respuesta. Supongo que cuando exista Palestina como país aceptado por _

el mundo veremos un museo similar. Netanyahu pasará a la historia contemporá­nea como el autor de los crímenes de odio a una raza hermana a la suya.

País, escribo porque Palestina es una nación, no un territorio. ¡Paz!

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