Milenio

Esperar lo que venga

La zapatista Yuli reitera su confianza de que otro mundo es posible, aunque acepta que lo más probable es que no lo vea ella sino quizá sus hijos o sus nietos o incluso sus bisnietos, pero lo importante es “regarlo hasta donde podamos”

- DIEGO ENRIQUE OSORNO

Aquí lo importante es que llevamos el trabajo de los pueblos para compartir lo que nos dijeron que tenemos que compartir. Allá sabrán si lo que les vamos a compartir les sirve, si les ayuda o no, y, sobre todo, nosotros también vamos a escuchar cómo es su modo de lucha, cómo es su modo en que se organizan, y ver también qué cosa nos va a ayudar, porque sentimos que algo hemos de aprender también de allá, y esperemos que sí les sirva en algo lo poquito que vamos a ir a compartir, todo el proceso que hemos trabajado dentro de nuestra organizaci­ón.

—¿Ustedes creen que se puede cambiar el mundo? —pregunto a Yuli.

—Yo pienso que sí se puede cambiar. A saber si lo vamos a ver, eso no sé, quizá ya nosotros no, sino ya los hijos, tal vez los nietos, los bisnietos. Así como ahora agarramos nosotros ejemplo de nuestros abuelos, de nuestros tatarabuel­os y de nuestros compas que nos han enseñado todo esto que llevamos ahorita, entonces, si ya no lo vemos nosotros, tal vez hay muchos quienes lo van a ver todavía después.

—Me quedo pensando mucho en el sentido de este viaje. Ustedes, de cierta forma, realmente cambiaron su mundo en los últimos años, incluso también lo hacen con este viaje improbable. ¿Quién hubiera pensado que los zapatistas tendrían una experienci­a marina como esta? Quizá yo soy un poco más optimista, pero hay quienes como María Secco, aquí presente, que piensan que ya estamos en una era de total decadencia y cinismo en la cual ya no se puede hacer mucho…

—Para nosotros no es así. Nosotros sentimos que sí se puede cambiar y creo que eso es parte de lo que vamos haciendo ahorita, de irlo compartien­do, regándolo, regándolo y regándolo hasta donde podamos…

—Y quizá es como dices: a lo mejor no vemos nosotros esa semilla que va a crecer…

—Pues es que está creciendo, no es que va a crecer. Yo siento que sí está creciendo, porque hay muchos al igual que nosotros, que tienen el mismo sufrimient­o, el mismo dolor… la pobreza está a nivel mundial, no es que solo está en México o en Chiapas, y yo creo que de ahí parte, del mismo sufrimient­o, parte del trabajo, y yo creo que se sumarán quienes se tienen que sumar o quien quiera sumarse o a quien sí vea buena la idea.

—Y, bueno, regresando al barco, ¿qué expectativ­a tienen de esta etapa de navegación que sigue ahora que salgamos de Cuba?

—Pues la verdad no sé qué esperar, porque como no conocemos, no sabemos, todo esto es nuevo para nosotros, entonces no podemos adelantar eso porque ya durante el camino vamos a ir viendo qué nuevo vamos descubrien­do.

—No los veo preocupado­s…

—No, no estamos preocupado­s de qué vamos a encontrar o qué vamos a ver o será que nos va a pasar esto o lo otro, no. Estamos esperando lo que venga.

Esta bitácora periodísti­ca se va acercando a su final, incluyendo ahora los testimonio­s de Lupita, Xime, Caro y Yuli, dejando pendientes los de Bernal, Felipe y Majo. Sin embargo, por ahora todavía queda terminar en esta y un par de entregas más el relato de Yuli, que por lo pronto comienza así:

Yo me integré a la organizaci­ón, a nuestra organizaci­ón del EZ, después del 94. Familiares míos ya pertenecía­n antes, no la mayoría, pero ya dos o tres familiares pertenecía­n a la organizaci­ón antes del 94. Yo en aquel tiempo tenía como diez u once. Recuerdo que mi papá y mi mamá se integraron en 95, no recuerdo en qué mes, pero se integraron en 95. Mi papá sabía ya un poquito antes de lo del 94, pero muy poco; mi mamá entró creo en 95, pero nosotros todavía no hacíamos trabajos, porque todavía tenía que haber mucha seguridad dentro de la organizaci­ón, aunque ya estaba declarada la organizaci­ón, ahora entiendo que en ese momento sí tenían mucha seguridad.

Poco a poco ellos me fueron enseñando, pero yo pierdo a mi papá en mayo del 95. A él lo mataron. Trabajaba manejando un autobús pero a él lo mataron, pero mi mamá dijo que no por eso se iba a salir, sino que siguió al lado de nosotros, junto con unos tíos que ya estaban en ese tiempo en la organizaci­ón. Ellos nos fueron enseñando poquito a poquito con los hermanos, los pasos de la organizaci­ón y hacíamos trabajos pero en los pueblos.

Las informacio­nes nos llegaban en los pueblos, mientras le íbamos agarrando el modo cómo era. En aquel tiempo el que era mi caracol era el caracol 1 de la Realidad, y pertenecía al municipio de San Pedro Michoacán, en aquel tiempo.

Ya cuando tenía más edad, como a los 17, hacía trabajos en los pueblos. No hacía trabajos en los municipios ni nada, solo era trabajo en los pueblos. Recuerdo que un tío me iba como capacitand­o para administra­r tiendas colectivas, entonces él todos los domingos me decía: ‘tienes que estar conmigo haciendo las auditorías de la tienda colectiva para que aprendas la administra­ción’. Y recuerdo que ese tío era bien estricto conmigo, me decía que así los números, que las pérdidas en las tiendas tienes que mostrarlas, justificar­las con el pueblo, porque no vas a venir a decir que se perdió algo y no le muestras al pueblo, porque no te van a creer.

Mucho tiempo me tuvo el tío así, todos los domingos, todos los domingos, porque en ese tiempo cambiábamo­s en las tiendas colectivas semanalmen­te, pasábamos un turno semanalmen­te. Entonces, ya me decían, que ya tal fecha te vamos a soltar, ya tú vas a administra­r la tienda y a echarla a andar.

Bueno, después de eso recuerdo que había un molino de gasolina en aquellos tiempos, un motor de gasolina. Igual me dice un tío: el molino es colectivo y tienes que aprender a utilizarlo, entonces nos llamaban con otra compañera que era familiar mío y nos decían: ‘las dos van a aprender y a la que pueda arrancar’, porque en ese tiempo los molinos era que tenían una bandota bien grande y tenías que jalarlo como las piolas ahorita que le dicen.

Entonces a la otra familiar no le agarró el modo porque como que tenía que tener un poquito de fuerza, pero igual yo aprendí a utilizarlo y cuando ya aprendí a utilizarlo, ya me dejaron. Y otra vez, tienes que administra­r ese colectivo, y como que así empecé, administra­ndo pequeños colectivos en el pueblo. Y cuando ya sabía, ya me enseñaron a utilizar cómo eran los modos de comunicarn­os con ciertos aparatos y volví a aprender eso y después de eso llegó el momento en que me nombraran. Se vio la necesidad de que tenía que nombrar promotores. Viene la tarea de que se tenían que nombrar promotores de educación para que capacitára­mos a los niños.

Y en ese tiempo, mi pueblo mío era de pocas familias, pero sí había niños y se vieron la forma de que yo, que ya me habían enseñado algunas cosas, y como que le iba a agarrar el modo de la educación, entonces ya me preguntan si yo ya quiero hacer ese trabajo y este les digo que en ese momento en que me hicieron la pregunta estaba como empezamos a compartir con otros pueblos, lo que le llamamos en ese momento los encuentros juveniles. Como también me gustaba eso, porque en los encuentros juveniles llegaban compas que nos platicaban cómo era el paso de la lucha, nos enseñaban canciones revolucion­arias, a hacer poesías, a hacer obras de teatro y como eso me gustaba a mí, porque era como que en ese momento era nuestra distracció­n para la juventud, ese tipo de encuentro. Teníamos encuentros con otros compas, con otras compañeras, o sea, pura juventud, y me gustaba mucho.

(CONTINUARÁ…)

 ?? ESPECIAL ?? El barco La Montaña durante su travesía por el Atlántico.
ESPECIAL El barco La Montaña durante su travesía por el Atlántico.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico