Un muchacho, un día y un estadio
El nacimiento de un clásico. Pálido, delgado y espigado, el italiano Jannik Sinner, con 22 años de edad, parece un muchacho salido de películas pop: tiene facha estudiantil, no mata una mosca y está enamorado de la chica de al lado; Sinner es introvertido, educado y aburrido, pero dentro de esta cándida envoltura se encuentra un feroz animal de competencia. En menos de 48 horas dio a Djokovic la peor paliza de su carrera y ganó el Abierto de Australia remontando dos sets en la Final. El tenis, que desde el retiro de Federer, el exilio de Nadal y los últimos años de Djokovic había elegido a Carlos Alcaraz como sustituto, ha encontrado en Sinner al rival perfecto: estamos viendo el nacimiento de otro clásico.
Acción de Gracias. No conozco a nadie que odie a los Leones de Detroit, quizá se debe a que tampoco conozco nadie a quien los Leones hayan hecho daño; lo único que todos envidiamos de este equipo es la carrera de Barry Sanders. Se trata de una de las franquicias más pacíficas e inofensivas del deporte estadunidense. En algún momento del domingo muchos aficionados deseamos que por primera vez, Detroit dejara de ser aquel amable y querido equipo que solo existe un día: el de Acción de Gracias.
Dentro de esta cándida envoltura se encuentra un feroz animal de competencia
Cantando y aplaudiendo. Pocos estadios en el mundo del deporte tienen la voz tan ronca, sabia e influyente como Anfield Road: este estadio sabe lo que dice, una cualidad muy singular porque dentro de un estadio generalmente no pensamos lo que decimos o gritamos. Pero este estadio capaz de ser tan pasional como racional se ha convertido, más que un inmueble, en un personaje en la historia del futbol. Ayer Anfield expresó su opinión sobre la decisión de Klopp de abandonar temporalmente el futbol al final de campeonato. No hubo insultos, aspavientos, ni desplantes, Anfield, como uno solo, cantó y aplaudió a su entrenador que perdió la energía que se necesita para dirigir a su equipo.