Gaza. La resolución
Es difícil respetar una época tan capaz de transformar la guerra en espectáculo. A la aprobación de la resolución en el Consejo de Seguridad por un cese al fuego y la liberación incondicional de rehenes en este interminable capítulo de Palestina e Israel, le siguieron los argumentos del desprecio. Qué confortable y limitada lectura del tiempo tienen aquellos acusando a Naciones
Unidas de respaldar la criminalidad tras dejar pasar un mínimo asomo de voluntad política.
A la par de la brutalidad corren las voces de rechazo a los hechos. El desfase entre lo real y lo racional niega la inanición de una población entera, niega la tortura de más de un centenar aún en manos de Hamás, voltea la mirada frente al uso de la violencia sexual. Niega la obligatoriedad de la resolución cuando todas las provenientes del Consejo de Seguridad son vinculantes. Niega el contexto cambiante por el cual Estados Unidos se abstuvo de votar para darle vía libre: la relación de sus votantes con Israel, cada vez más escépticos hacia el gobierno que aparentemente encabeza Netanyahu, la cifra de víctimas, la imposibilidad de proteger civiles que solo es defendida por necedades.
La continuidad en los ataques, las amenazas sobre Rafah y la no liberación de rehenes posterior a la resolución, obligarán a una nueva reunión del
Consejo para decidir qué hacer ante el desvanecimiento de lo que entendimos por derecho internacional.
Es claro que la resolución no iba a detener la guerra, pero tampoco es el mismo estancamiento mejor vestido. La realidad que ya cambió es la relación entre Estados Unidos e Israel. Es más que un asunto de partidos. Ni Trump ni Biden dan luces de saber qué hacer con Netanyahu, —basta ver las tensiones con uno y las declaraciones del otro— quien en reproche a Washington les cancela una reunión mientras su secretario de Defensa se encontraba ahí. Ningún futuro se asegura con una medida que contempla los días faltantes de Ramadán. Su intención era otra y tiene forma de pregunta.
A quien es incapaz de cambiar de opinión y sin importar los hechos la mantiene, se le llama fanático. ¿En verdad más de 32 mil muertos no llaman a revisar si las afirmaciones de octubre son válidas en marzo?
La realidad que ya cambió es la relación entre EU e Israel