Prometer no empobrece… al que promete
Hay que prometer a todo elector que si deciden por uno, les va a ir mejor. Es más, les va a ir mucho mejor. Y si votan por otra opción, les va a ir igual o peor, mucho peor.
Eso han sido las campañas siempre, prometer. Tal vez por eso es por lo que cada vez más los electores ven con mayor escepticismo esos discursos.
Ejemplos en nuestra particular historia sobran y a veces se condensan en lemas: bienestar para todos, venía la renovación moral de la sociedad, la solución seríamos todos, íbamos para arriba y para adelante, lo firmaban y lo cumplían y habría empleo para todos.
Ahora que el Presidente está tan insistente con lo de su más reciente libro, vale la pena revisar las últimas páginas de aquel que resumía sus promesas de campaña: 2018, la salida. En 2024, prometía, “la delincuencia organizada estará acotada y en retirada”. “En 2024 creceremos seis por ciento”. “La emigración pasará a formar parte de la historia de una época ya superada”. “En 2024 no existirá la delincuencia de cuello blanco y estarán erradicadas por completo la corrupción política y la impunidad”.
Nada nuevo. Prometer no empobrece, al menos al que promete. Lo que no está claro es, a estas alturas, después de tantas promesas no cumplidas en tantas campañas, que promesas ganen votos.
Es cierto que en este proceso electoral las dos candidatas con oportunidad de figurar en los resultados del 2 de junio han armado amplios equipos que, dicen, están construyendo proyectos y discutiendo soluciones, pero, seamos honestos, esos no trascienden a la mayoría del electorado.
El domingo las candidatas hicieron promesas. Sus equipos las han resumido en informaciones a la prensa. Son en la mayoría de los casos promesas que ya habíamos escuchado, en este caso, dado que es un debate lleno de temas y otros asuntos, resumidas en cortas frases. No hay sobre ellas demasiadas explicaciones ni, curiosamente siendo un debate, los adversarios las debatieron demasiado porque, dado el ambiente polarizado, prefirieron atacarse con otras cosas, no con ideas. Así es la cosa, nada por qué escandalizarse.
Aunque un debate entre ellas hubiera sido interesante: ¿cómo se van a pagar esas promesas? Porque si uno ve los
_ precriterios de Hacienda para el próximo año, como que no sobra el dinero.
Entiendo que de eso no se habla en los debates, que hay que seguir prometiendo, pero eso los hace tan huecos que hay que llenarlos con otras cosas.