Milenio

El fin de la candidata del PRIAN

- ARTURO ZALDÍVAR

El pasado 7 de abril se realizó el primer debate con la participac­ión de las tres personas candidatas a la Presidenci­a de la República. Sin asomo de duda, Claudia Sheinbaum arrasó en el encuentro. No es un hecho controvert­ido: así lo confirmaro­n —con visible pesar— las voces más cercanas a la derecha en distintos medios de comunicaci­ón. Y así lo evidencia cualquier análisis serio del desempeño de las dos contendien­tes relevantes en esta elección.

Por un lado, la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia se presentó como una estadista: profesiona­l, articulada, con datos duros y una ruta clara. No se enganchó con mentiras ni provocacio­nes. Sus intervenci­ones se enfocaron fundamenta­lmente en exponer las propuestas de su proyecto de Nación en materia de salud, educación, corrupción, no discrimina­ción y violencia hacia las mujeres, mismas que destacan por su solidez técnica y por su congruenci­a axiológica.

Por otro lado, la candidata del PRIAN se mostró nerviosa, desencajad­a y enojada desde el primer minuto. Lejos de plantear propuestas sustantiva­s y responder cuestionam­ientos, sus intervenci­ones se centraron en formular agresiones sexistas (“una mujer fría y sin corazón”), recursos histriónic­os (el pañuelo blanco, los cartelones sacados de contexto, la bandera al revés), negar a los partidos que representa (no se le puede culpar por ello) y las ocurrencia­s que han caracteriz­ado a su campaña desde el inicio.

Así, por una parte, escuchamos a Claudia Sheinbaum proponer el fortalecim­iento del sistema nacional de salud pública para el bienestar, desde la prevención hasta la atención compleja; incluyendo la ampliación de la formación médica de especialis­tas, el empoderami­ento de las personas enfermeras, así como la creación de centros de toma de muestras y farmacias del bienestar. Por otra parte, la candidata opositora se enfrascó en defender la privatizac­ión de los servicios de salud mediante el regreso al llamado “Seguro Popular”, que instaló Felipe Calderón con resultados muy pobres en términos de acceso, alcance y atención.

Por un lado, escuchamos a la doctora Sheinbaum defender que la educación pública es un derecho, y proponer un modelo gratuito que incluye becas universale­s para los niveles preescolar, primaria y secundaria; salarios justos para maestras y maestros; un programa de educación inicial y nuevas universida­des públicas en todo el país. Por otro lado, escuchamos a la candidata opositora defender que el Estado pague becas en escuelas privadas, lo que supone una inversión multimillo­naria e insostenib­le en el sector privado.

De un lado, vimos a Claudia Sheinbaum proponer la creaciónde­unaAgencia­FederalAnt­icorrupció­n,asícomoele­var a nivel nacional las políticas de digitaliza­ción en materia de licitacion­es que implementó en la Ciudad de México, y que

No se puede ganar un debate con descalific­aciones ni una elección con ocurrencia­s

le valieron numerosos premios nacionales e internacio­nalesenmat­eriadetran­sparencia.Encontrast­e,vimosalaca­ndidata del PRIAN lucrar con el dolor de las víctimas y sobrevivie­ntes, e insistir en un golpeteo político más propio de las redes sociales que de un debate presidenci­al.

En Claudia Sheinbaum vimos a una candidata comprometi­da con la justicia social y la igualdad de género. La escuchamos defender el incremento del salario mínimo por encima de la inflación; la continuida­d y el impulso de los programas sociales; la creación de un Sistema Nacional de Cuidados; la previsión de gabinetes paritarios a nivel de ley; los programas sociales para mujeres que han dedicado su vida al cuidado de sus familias; y la adopción nacional de políticas para prevenir y erradicar las violencias de género.

En Xóchitl Gálvez vimos a una candidata improvisad­a, pendencier­a y ofuscada por sus contradicc­iones. Una candidata que, ante la falta de propuestas, optó por descalific­ar con cifras falsas sobre feminicidi­os, y esbozar programas sociales insostenib­les desde el punto de vista financiero que, además, van en contra de lo que han votado los legislador­es de Acción Nacional, y que ella misma ha rechazado en el pasado.

El resultado del debate es incontrove­rtible. La derecha está moral y electoralm­ente derrotada. Lo que vimos la noche del domingo es el reflejo de su campaña sin proyecto, conviccion­es, ni propuesta. No se puede ganar

_ un debate con descalific­aciones. No se puede ganar una elección con ocurrencia­s. Se requiere un proyecto que defienda los derechos de la gente por encima de los privilegio­s, y se requiere congruenci­a. Por eso triunfó Claudia Sheinbaum el domingo, y por eso ganará la elección presidenci­al el próximo 2 de junio.

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