El fin de la candidata del PRIAN
El pasado 7 de abril se realizó el primer debate con la participación de las tres personas candidatas a la Presidencia de la República. Sin asomo de duda, Claudia Sheinbaum arrasó en el encuentro. No es un hecho controvertido: así lo confirmaron —con visible pesar— las voces más cercanas a la derecha en distintos medios de comunicación. Y así lo evidencia cualquier análisis serio del desempeño de las dos contendientes relevantes en esta elección.
Por un lado, la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia se presentó como una estadista: profesional, articulada, con datos duros y una ruta clara. No se enganchó con mentiras ni provocaciones. Sus intervenciones se enfocaron fundamentalmente en exponer las propuestas de su proyecto de Nación en materia de salud, educación, corrupción, no discriminación y violencia hacia las mujeres, mismas que destacan por su solidez técnica y por su congruencia axiológica.
Por otro lado, la candidata del PRIAN se mostró nerviosa, desencajada y enojada desde el primer minuto. Lejos de plantear propuestas sustantivas y responder cuestionamientos, sus intervenciones se centraron en formular agresiones sexistas (“una mujer fría y sin corazón”), recursos histriónicos (el pañuelo blanco, los cartelones sacados de contexto, la bandera al revés), negar a los partidos que representa (no se le puede culpar por ello) y las ocurrencias que han caracterizado a su campaña desde el inicio.
Así, por una parte, escuchamos a Claudia Sheinbaum proponer el fortalecimiento del sistema nacional de salud pública para el bienestar, desde la prevención hasta la atención compleja; incluyendo la ampliación de la formación médica de especialistas, el empoderamiento de las personas enfermeras, así como la creación de centros de toma de muestras y farmacias del bienestar. Por otra parte, la candidata opositora se enfrascó en defender la privatización de los servicios de salud mediante el regreso al llamado “Seguro Popular”, que instaló Felipe Calderón con resultados muy pobres en términos de acceso, alcance y atención.
Por un lado, escuchamos a la doctora Sheinbaum defender que la educación pública es un derecho, y proponer un modelo gratuito que incluye becas universales para los niveles preescolar, primaria y secundaria; salarios justos para maestras y maestros; un programa de educación inicial y nuevas universidades públicas en todo el país. Por otro lado, escuchamos a la candidata opositora defender que el Estado pague becas en escuelas privadas, lo que supone una inversión multimillonaria e insostenible en el sector privado.
De un lado, vimos a Claudia Sheinbaum proponer la creacióndeunaAgenciaFederalAnticorrupción,asícomoelevar a nivel nacional las políticas de digitalización en materia de licitaciones que implementó en la Ciudad de México, y que
No se puede ganar un debate con descalificaciones ni una elección con ocurrencias
le valieron numerosos premios nacionales e internacionalesenmateriadetransparencia.Encontraste,vimosalacandidata del PRIAN lucrar con el dolor de las víctimas y sobrevivientes, e insistir en un golpeteo político más propio de las redes sociales que de un debate presidencial.
En Claudia Sheinbaum vimos a una candidata comprometida con la justicia social y la igualdad de género. La escuchamos defender el incremento del salario mínimo por encima de la inflación; la continuidad y el impulso de los programas sociales; la creación de un Sistema Nacional de Cuidados; la previsión de gabinetes paritarios a nivel de ley; los programas sociales para mujeres que han dedicado su vida al cuidado de sus familias; y la adopción nacional de políticas para prevenir y erradicar las violencias de género.
En Xóchitl Gálvez vimos a una candidata improvisada, pendenciera y ofuscada por sus contradicciones. Una candidata que, ante la falta de propuestas, optó por descalificar con cifras falsas sobre feminicidios, y esbozar programas sociales insostenibles desde el punto de vista financiero que, además, van en contra de lo que han votado los legisladores de Acción Nacional, y que ella misma ha rechazado en el pasado.
El resultado del debate es incontrovertible. La derecha está moral y electoralmente derrotada. Lo que vimos la noche del domingo es el reflejo de su campaña sin proyecto, convicciones, ni propuesta. No se puede ganar
_ un debate con descalificaciones. No se puede ganar una elección con ocurrencias. Se requiere un proyecto que defienda los derechos de la gente por encima de los privilegios, y se requiere congruencia. Por eso triunfó Claudia Sheinbaum el domingo, y por eso ganará la elección presidencial el próximo 2 de junio.