Judíos y palestinos
El 27 de diciembre de 2008 el ejército de Israel detonó una ofensiva sobre la Franja de Gaza que buscaba destruir la infraestructura militar de Hamás, como respuesta al lanzamiento de proyectiles que esa organización había dirigido contra objetivos civiles al sur de Tel Aviv. La ofensiva causó doscientos treinta muertos en las primeras horas, el mayor número de bajas en un solo ataque registradas hasta entonces en la historia del conflicto árabe-israelí.
Por esas fechas comenzó a circular un libro escrito por Shlomo Sand, profesor de historia en Tel Aviv, llamado
Cómo fue inventado el pueblo judío. Todos sabemos, decía Sand, que el pueblo judío salió de Egipto guiado por Moisés hacia la Tierra Prometida, donde fundó los reinos de Judea e Israel, y que en el año 70, tras la destrucción del templo de Jerusalén a manos de los romanos, hubo una diáspora que lo llevó hacia Europa, y todos sabemos que veinte siglos después del éxodo, las condiciones permitieron el regreso de ese pueblo a Palestina, donde vivía una minoría de campesinos árabes, llegados ahí al azar, sin historia, que por lo tanto debían hacer lugar al pueblo elegido de Dios. Esta invención, decía Sand, ocurrió durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando un grupo de intelectuales judíos transformaron la Biblia en un libro de historia (la salida de Egipto, la fundación del reino de Salomón) para justificar las guerras que serían necesarias para tomar posesión de Palestina. Pero Moisés no pudo salir de Egipto hacia Palestina, pues ese lugar era entonces parte de Egipto, ni Salomón pudo construir un reino, pues no existe de ello ninguna evidencia arqueológica en Israel. El mismo éxodo del año 70, acto fundacional en la historia sionista, no existió: los romanos jamás expulsaron a pueblo alguno en el Mediterráneo.
¿Qué sucedió entonces con el pueblo judío de Palestina? “Una parte se convirtió al Cristianismo en el siglo IV, mientras que la gran mayoría se adhirió al Islam durante la conquista árabe del siglo VII”, escribe Shlomo Sand. El Judaísmo no desapareció del todo, sin embargo; sobrevivió en las tribus bereberes que participaron en la conquista de Iberia y en los caballeros khazares del Cáucaso, que las invasiones mongoles del siglo XIII empujaron hacia Ucrania y Polonia. Es el origen de los judíos sefarditas y los judíos askenazíes.
Todo ello era conocido por los pensadores sionistas de comienzos del siglo XX, como David Ben Gurión, fundador del Estado de Israel, quien en 1918 escribió en yídish su libro Eretz Israel, que afirma que los campesinos de Palestina son los descendientes de los pueblos de la antigua Judea. Pero comenzó a cambiar a partir de 1929, año de la revuelta palestina, y sobre todo a partir de la guerra de 1967. Desde entonces desaparecieron las referencias a los orígenes plurales del pueblo judío en la historiografía sionista, que impide ver que los árabes de Gaza, hoy bajo las bombas, forman también parte de la historia del pueblo de Israel.
Losjudíospadecierondurantesiglosporquenoteníanun Estado que los protegiera. Es la suerte de otros pueblos sin Estado: los kurdos, los armenios y los gitanos, y ahora, claro, los palestinos. Los palestinos necesitan un Estado que los proteja, un Estado que conviva con el Estado de Israel.