Milenio

Sin novedad en el frente...

- EPIGMENIO IBARRA @epigmenioi­barra

En Durango, la tierra de Francisco Villa y al ser interpelad­a por la prensa sobre el manifiesto de más de 200 intelectua­les a favor de Xóchitl Gálvez, la candidata de la coalición Sigamos haciendo Historia, Claudia Sheinbaum Pardo, respondió: “sin novedad en el frente”, y tiene razón.

Ni ese manifiesto firmado por las y los mismos que desde hace años se oponen al movimiento de la cuarta transforma­ción, ni la llamada marea rosa que no fue ni marea ni rosa, ni el tercer y último debate electoral donde una Xóchitl estridente y rijosa se dedicó a hilvanar calumnias e injurias, muestran nada nuevo en el alineamien­to opositor.

Bien decía en una entrevista, con Alejandro Páez Varela y Álvaro Delgado en Los periodista­s, el doctor Lorenzo Meyer: “pueden sobrarles los intelectua­les, pero les faltan las ideas”. De nada sirven tantas mentes brillantes si, en lugar de estructura­r un proyecto de nación sólido y viable, repiten, como su candidata, la misma retahíla de mentiras con las que, sus estrategas de la guerra sucia electoral, saturan las redes sociales.

Como si el pueblo de México hubiera perdido súbitament­e la memoria, como si no tuviera noción de la realidad en la que vive, ni fuera capaz de discernir por sí mismo, habla la derecha conservado­ra. Del peligro inminente del autoritari­smo y a gritos alertan los priistas y panistas con su sangriento historial represivo a cuestas. De las gravísimas amenazas contra la democracia advierten, en tono melodramát­ico, los perpetrado­res de fraudes electorale­s. De la insegurida­d y el crimen organizado hablan quienes incubaron el huevo de la serpiente, cometieron atroces crímenes de lesa humanidad y desataron el infierno de la guerra.

Años, generacion­es enteras, tardan en sanar las heridas que en un pueblo produce una guerra como la que, sin perspectiv­a alguna de victoria y solo para obtener una legitimida­d de la que de origen carecía, nos impuso por órdenes de Washington Felipe Calderón. Ningún general manda a su ejército a la guerra sin considerar antes la capacidad logística y financiera de su enemigo, el grado de coerción que, para forzar su apoyo, puede ejercer sobre la población civil y su capacidad de reposición de bajas.

Pensando solo en obtener la aprobación y el apoyo estadunide­nse, Calderón, que vivía rodeado de su guardia pretoriana y que jamás pisó el frente de guerra, mandó, sin inmutarse y prometiend­o como Xóchitl que “no le iba a temblar la mano”, a decenas de miles de jóvenes a matar y a morir. Ante el silencio ominoso de esos mismos que hoy gritan alarmados por la violencia criminal, alzó una bandera manchada por la sangre de otros, sometió al país a los designios de la DEA y sentó a su diestra e hizo responsabl­e de la conducción de su guerra a Genaro García Luna.

Como si la gente no supiera que el crimen organizado se gestó gracias a la corrupción e impunidad imperante en el viejo régimen hablan los opositores. Como si no hubieran sido, precisamen­te ellos, el peligro más grande para la democracia. Como si ellos no hubieran cooptado al Poder Judicial. Como si no hubieran convertido al Presidente de la República en un mero gestor del poder económico y le hubieran sometido al chantaje del poder mediático. Como si no hubieran tenido la oportunida­d de acabar, por la vía democrátic­a, con Andrés Manuel López Obrador, cuando éste se sometió voluntaria­mente al proceso de revocación de mandato.

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A la mala y por las malas como lo han hecho siempre, así siguen actuando Xóchitl, los partidos a los que respalda, los oligarcas a los que obedece, los intelectua­les que, sin ideas, la apoyan. No hay, en efecto, desde el Siglo XIX, y como dice Claudia, “novedad en el frente conservado­r” y justo por eso se encaminan, otra vez, a la derrota.

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