Muy Interesante Historia (Mexico)
La caída de Francia
La figura de Pío XII elude cualquier juicio categórico. En realidad, el debate no es si hizo o dejó de hacer, porque es obvio que no se quedó de brazos cruzados, sino más bien si hizo y dijo lo suficiente. ¿Bastó, por ejemplo, abrir las puertas del Vaticano ante la deportación de los judíos del gueto de Roma en octubre de 1943 o, como afirma el historiador Ian Kershaw, hubiera sido necesaria una protesta formal para detener la operación?
A propósito de la caída de Francia, el historiador John S. Conway, en un impecable trabajo titulado The Silence of Pope Pius XII, recuerda que el 10 de mayo de 1940 “el papa envió un telegrama a los respectivos gobiernos de Bélgica, Holanda y Luxemburgo para transmitirles su preocupación por su bienestar, aunque, una vez más, no condenó explícitamente la agresión alemana”.
Por otro lado, sabemos que el 6 de mayo el sumo pontífice había advertido a María José de Bélgica, hermana del rey Leopoldo III y esposa de Umberto II, de la inminencia de un ataque alemán contra su país y contra Holanda, del que había tenido noticia por sus agentes de inteligencia. En la misma línea, Holanda había sido ya informada por el Vaticano de esos movimientos. Al tanto de las comunicaciones, los nazis consideraron que el comportamiento del papa rayaba con el espionaje. “No nos intimidaron las pistolas que nos apuntaron en el pasado (en referencia a los espartaquistas que habían irrumpido en su nunciatura de Múnich en 1919) y tendremos menos miedo todavía la próxima vez”, sostuvo el pontífice.
Cuando el embajador francés ante la Santa Sede, François Charles-roux, exigió una condena más firme de la ocupación de su país, Pío XII le confesó al cardenal Montini, futuro Pablo VI, que le gustaría pronunciar “palabras de fuego contra tales acciones. Lo único que me retiene –añadió– es la idea de empeorar la situación de las víctimas”.