Muy Interesante Historia (Mexico)
Judas, el traidor bíblico
Inspirados en el apóstol que vendió a Jesucristo por 30 monedas, los llamados Judas son figuras artesanales que representan la traición. Es por ello que simbólicamente son inmolados, según una tradición iniciada en España que, como parte de la conquista espiritual, fue adaptada en Hispanoamérica y adoptada particularmente en México, al grado de ser una de las expresiones populares más arraigadas en el país.
Así pues, con motivo de la Semana Santa, lo mismo en barrios que en pueblos de la República mexicana, artesanos de la cartonería suelen representar a
Judas Iscariote como un colorido diablo (encarnación del mal), siendo el Sábado de Gloria o el Domingo de Resurrección cuando tiene lugar su quema. Este acto, entre ritual y festivo, celebrado por lo regular en plazas públicas, consiste en colgar dichos monigotes y prenderles fuego, como si se tratara de ajusticiamientos.
Aunque la ceremonia se efectúa dentro del calendario católico y es una manifestación de la religiosidad popular, la Iglesia no participa en su realización. De hecho, son pobladores quienes toman la iniciativa y se encargan de la elaboración y quema de los Judas. Más aún, éstos “han dejado de representar al personaje bíblico y se han convertido en simbolizaciones de aquellos problemas, males, catástrofes o personajes a los que las comunidades temen o consideran negativos”, explica el maestro en Comunicación y Política Abraham Domínguez Madrigal, de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Entre esos personajes destacan los políticos que, como Judas Iscariote, traicionan, no al Mesías, sino a los ciudadanos que, confiando en sus promesas, votaron por ellos. De ahí que, a los Judas con la imagen del Diablo, se sumen los Judas con las efigies caricaturizadas del presidente, algún gobernador o cierto legislador en turno.
Al respecto, Domínguez Madrigal se refiere a dos formas de apropiación política de este ritual de origen religioso. La primera forma “se da dentro del mismo ritual en aquellos casos donde los organizadores y participantes deciden quemar un Judas que tenga la forma de un gobernante. En estos casos la Quema de Judas adquiere elementos de crítica y sátira política. La segunda forma es cuando activistas o colectivos se apropian de las formas y símbolos de la Quema de Judas y transforman una práctica ritual en una denuncia política”.