Muy Interesante Historia (Mexico)

La momia de Akhenatón

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Akhenatón murió en el decimosépt­imo año de su reinado antes de cumplir los 40 años. Aún hoy en día su destino es un gran misterio. Él mismo pidió ser enterrado en una tumba cerca de Akhetatón. En una de las estelas que instaló delimitand­o la frontera de la ciudad esculpió el siguiente texto: “Si muero en cualquier ciudad río abajo, al sur, al oeste o al levante, en estos millones de años, que me traigan aquí y que se me entierre en Akhetatón; y si la gran esposa real Nefertiti muere en cualquier ciudad río abajo, al sur, al oeste o al levante, en estos millones de años, que la traigan aquí (…)”. Parece ser que fue enterrado en una gran tumba en un valle a unos 11 km de la ciudad. Una magnífica tumba excavada en la montaña donde albergar su cuerpo y el de su familia más cercana, aunque sólo se tiene constancia de que una de sus hijas fue enterrada en ella, además de Akhenatón.

Al poco tiempo, la tumba fue totalmente saqueada, los nombres del rey borrados y posiblemen­te su ataúd y momia fueron escondidos en un lugar seguro. Recienteme­nte parece que el misterio de la momia del dios Sol fue resulto al identifica­rse con los restos localizado­s en la KV 55 del Valle de los Reyes en Luxor.

La KV 55 es una de las tumbas más misteriosa­s de todo el Valle de los Reyes, hasta tal punto de que en realidad se desconoce si efectivame­nte se trata de una tumba o de un simple almacén de momias y objetos reales. El lugar fue descubiert­o a finales del siglo XIX por Theodore David. En una pequeña estancia de 5 por 7 metros, perfectame­nte orientada de norte a sur, se localizó un magnífico y misterioso ataúd de madera, cubierto con láminas de oro, y en su interior los restos de un hombre que habría muerto en torno a los 35 años de edad.

Del ataúd se habían arrancado los cartuchos con el nombre del ocupante, por lo que nunca se ha podido saber de quién fue. Además, la máscara que decoraba la parte del rostro del ataúd también había sido desfigurad­a hacía siglos, haciendo imposible reconstrui­r los rasgos del difunto.

Hoy en día, tras el análisis antropológ­ico de esta momia y de otras momias relacionad­as con la familia real, parece que el misterio ha quedado revelado y existe unanimidad en la identifica­ción del ataúd e inquilino de la KV55 con el faraón Akhenatón. Actualment­e, se puede contemplar el ataúd desfigurad­o en el interior de una vitrina en el Museo Egipcio de El Cairo, en el cual reposaron los restos del faraón que traicionó a los dioses, aunque sigue siendo un gran misterio el paradero exacto de la esposa real Nefertiti, de la cual aún no se ha descubiert­o su morada eterna.

un asentamien­to en uno de los principale­s centros urbanos de Egipto sin la intrusión de una ocupación posterior. Fue en este lugar donde el joven rebelde llegó a madurar sus ideas e interés por el papel cósmico del dios Sol. Sabemos también que su padre ya habría comenzado a allanar el camino hacia una de las reformas religiosas más increíbles que se produciría­n, inspirando al joven heredero sobre la importanci­a del dios Atón. En Malqata pasó sus primeros años de reinado junto a su esposa, la bella Nefertiti, hasta que decidió llevar a cabo la gran revolución.

Sólo El Dios Sol

Los cinco primeros años de reinado de Amenhotep IV pasaron con aparente tranquilid­ad, y Tebas siguió adquiriend­o cada vez más poder religioso entre el séquito del templo de Karnak, al servicio del dios Amón. Los sacerdotes llegaron a adoptar un papel predominan­te en los asuntos del Estado, hecho que debió enfrentar continuame­nte a la monarquía y el clero.

Desde el primer momento de su reinado, el joven monarca mostró su interés por una divinidad que habría ido adquiriend­o importanci­a en los círculos palaciegos desde el reinado de su abuelo, el dios Atón. La religión egipcia desde hacía milenios estaba repleta de dioses, había un dios o diosa para cada cosa y cada fenómeno natural: el cielo, el aire, el viento, la lluvia, el fuego, la crecida del Nilo; incluso dioses regionales que solamente se conocían en determinad­os lugares. Más de 2,000 dioses se podían contabiliz­ar y cada uno de ellos tenía un lugar importante en las cosmología­s religiosas del país, siendo algunos de los más importante­s Amón (el oculto), Anubis (guardián de los cementario­s), Hapy (señor del Nilo), Bes (el protector), Hathor (señora de la belleza, la maternidad y el amor), Horus (el alcón), Isis (la de los mil nombres), Osiris (señor de los muertos), Ra (rey de la creación), Set (el rojo), Sobek (el cocodrilo), etc.

A partir del tercer año de su reinado, empezó a perfilar lo que llegaría a ser la primera gran reforma religiosa de la historia de la Humanidad. En el templo de Karnak esculpió junto a su nombre real el nombre del dios Atón, como principal divinidad relacionad­a con la monarquía, desplazand­o de esta ma

una gran persecució­n cerrando todos los cultos a los dioses, borrando todos los nombres de Amón y cerrando sus templos por todo el país. Desterró a todos los dioses.

A partir de ese momento, el único dios que debe regir la religiosid­ad de Egipto será Atón, por encima de los demás dioses. Esta divinidad era una de las numerosas formas del dios Ra, el dios Sol, en concreto el disco solar. Se le representa mediante un disco solar cuyos rayos terminan en manos que acarician exclusivam­ente a la familia real, al rey y a la reina, a los que otorga vida y prosperida­d. Se trataba de una religión monoteísta, dejando al resto del panteón egipcio fuera de todo culto. El propio faraón pasaría a ser el único intermedia­rio con el dios, apartando y dejando fuera de juego a los sacerdotes.

La ciudad del Dios Sol

A partir de ese momento el rey cambió su nombre, Amenhotep, que significab­a “Amón está satisfecho” o “hágase la voluntad de Amón” por el de Akhenatón cuyo significad­o reflejaba su nueva ideología: “agradable a Atón”, “útil a Atón” o “resplandor de Atón”. Pero la nueva religión monoteísta requería de nuevos centros de culto, templos dedicados al Sol, y esta gran reforma no sólo abarcaría el ámbito de las creencias, todo debía cambiar.

Akhenatón decidió cambiar la capital y trasladar la corte a un nuevo emplazamie­nto, fundando una nueva urbe en tierra virgen. Para ello el mismo faraón fue el encargado de buscar el nuevo emplazamie­nto; a medio camino entre la antigua Menfis y Tebas, se localizó un valle junto al río Nilo de grandes dimensione­s (unos 162 km2) donde poder albergar unas 50,000 personas. A la nueva capital se la llamó Akhetatón, “el horizonte de Atón”. Hoy en día a ese emplazamie­nto se lo conoce, de forma errónea, como Amarna.

La nueva capital seguía el modelo urbano del antiguo palacio de su padre, pero esta vez todo fue mucho más ambicioso y grandioso. Estaba situada en una llanura árida y rodeada por montañas que reproducía­n el ideograma utilizado para la palabra “Horizonte” (Akhet). Cada día, al amanecer, se podía obemprendi­ó

La nueva capital, Amarna, se construyó rápidament­e bajo la atenta dirección de Akhenatón y Nefertiti.

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Gran templo de Amón. El templo principal del complejo de Karnak estaba dedicado al culto de Amón-ra.

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