Muy Interesante Historia (Mexico)

El delito toma forma: de la perduellio a la maiestas

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El delito de alta traición es de los más antiguos en el derecho penal romano. Aparece ya en época monárquica –que se extendió entre el año 753 y el 509 a. C.– y representa la traición de un romano contra sus conciudada­nos: incluía aspectos como la sedición o la mala praxis militar… Pero iba mucho más allá: recordemos que Julia, la hija de Augusto, fue sometida a juicio por traición por haber cometido adulterio. Augusto, adalid de la moral, no podía soportar semejante afrenta a las buenas costumbres en el seno de su propia familia. Perduellio era el nombre que recibía en los primeros textos el delito de traición. Mantuvo el nombre, pero fue evoluciona­ndo en sus formas y en sus penas: de incluir siempre la pena de muerte para el culpable, pasó a usarse ampliament­e la pena al exilio. Más adelante surge el crimen maiestatis,o maiestas, que pasa a englobar el anterior perduellio. Si este tenía, en sus orígenes un marcado componente sacro, la maiestas de la República y el Imperio adquiere ya un cariz netamente político y laico. Lo realmente grave para los romanos es aquello que ponga en peligro a la propia comunidad. Y, conforme se expande el territorio imperial, se torna aún más importante castigar con severidad cualquier altercado que ponga en riesgo la superviven­cia de la comunidad, en cualquier rincón del vasto imperio. En su momento álgido, el Imperio romano contaba con una población de 90 millones y una superficie de más de seis millones de kilómetros cuadrados. Los enemigos eran abundantes. Y la ley se encargaba de perseguirl­os…

formador y guerrero con afán de expansión territoria­l, se había convertido por entonces en dictador vitalicio, encendiend­o las iras de parte del Senado que seguía defendiend­o los valores de la República. El día clave no fue un ejemplo de organizaci­ón efectiva: los nervios hicieron que las dagas destinadas a César no siempre acertaran el blanco, y el propio Bruto recibió una puñalada accidental. Pese a todo, César cayó (con su célebre frase: Tu quoque, fili mei?) y la ciudad se sumió en el caos. Bruto y Casio se vieron obligados a huir. Los presuntos salvadores de la República fueron declarados traditores y perseguido­s por Octaviano –sobrino y heredero de César– y Marco Antonio. Ambos, Bruto y Casio, terminaría­n suicidándo­se tras la derrota. Y Octaviano y Marco Antonio terminaría­n también enfrentado­s en una larga historia de amores y traiciones que alcanzó los confines más remotos del ya casi Imperio: Octaviano, rebautizad­o como Augusto, fue su primer emperador oficial. Los enfrentami­entos alcanzaron desde Módena hasta Tarsos. Hubo pactos y enfrentami­entos, amores y matrimonio­s (Marco Antonio se casó con Octavia, la hermana de su rival); armas y propaganda: Marco Antonio llegó a decir que Octaviano, adoptado por César, había falsificad­o los documentos que lo demostraba­n. Octaviano respondió acusándolo de traición por apropiarse de territorio­s romanos y se esforzó en hacer ver que era una amenaza para el pueblo romano, ya que pretendía convertirs­e en rey del sector oriental del Imperio junto con Cleopatra. En julio del año 30 antes de nuestra era, Octaviano invadió Egipto. Las legiones de Marco Antonio desertaron el 1 de agosto y él se suicidó, siguiendo la tradición de arrojarse sobre su propia espada, pensando que Cleopatra había muerto ya. No era cierto, pero ocurriría pocos días más tarde, siguiendo otra tradición: la muerte ritual por mordedura de la víbora áspid. En Roma aguardaban cinco siglos de Imperio… y traiciones.

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Marco Antonio y Cleopatra. Tras la deserción de sus legiones frente a las fuerzas de Octaviano, Marco Antonio optó por el suicidio. Su aliada y amante le seguiría poco después.

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