Muy Interesante Historia (Mexico)

El Cuerpo Libre Británico

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Al principio de la Segunda Guerra Mundial, un reducido número de ciudadanos británicos se había alistado a título personal en las fuerzas armadas alemanas. En mayo de 1940, siete de ellos servían en la División Totenkopf de las Waffen-ss y un número indetermin­ado en la División Leibstanda­rte SS Adolf Hitler, dos unidades de élite. Todos ellos habían abandonado territorio inglés mucho antes del inicio de las hostilidad­es.

Al margen de este hecho, que se puede calificar de anecdótico, lo cierto es que existió un plan para formar un cuerpo de voluntario­s británicos dispuestos a luchar por la causa del Eje. Después de la debacle en Francia, había 150,000 prisionero­s ingleses en manos alemanas, posibles candidatos para tal fin.

A John Amery, hijo mayor del ministro para India del Gobierno de Churchill, la guerra le sorprendió en suelo francés, donde mantenía buenos contactos con destacados fascistas. Amante de la buena vida y con fama de playboy, Amery había ejercido como traficante de armas y espía al servicio de los italianos durante la Guerra Civil.

En 1942 contactó con él un oficial de enlace alemán, que con sus antecedent­es le ofreció la posibilida­d de reclutar entre los prisionero­s británicos una legión de voluntario­s para luchar contra el comunismo al lado de Alemania. Amery se mostró receptivo y el plan fue remitido a Berlín, donde fue bien acogido por Hitler, que le dio su aprobación. Amery inició entonces una gira de captación por los campos de prisionero­s para el que fue llamado Cuerpo Libre Británico. En sus discursos aparecía acompañado por un cartel donde un soldado inglés, con la Union Jack de fondo y luciendo uniforme alemán, hacía un llamamient­o a sus compatriot­as con el lema “¡Tu lugar está aquí!”.

A pesar del empeño de Amery, la campaña de reclutamie­nto fue un completo fracaso. Al final, tan solo 60 soldados británicos decidieron cambiar de bando. Los alemanes tampoco supieron muy bien qué hacer con estos voluntario­s, en los que tampoco confiaban demasiado, hasta el punto de facilitarl­es armas sin munición. Muy pocos entrarían en combate y hacia el final de la guerra fueron relegados a tareas auxiliares. Tras ser capturados, fueron devueltos a Gran Bretaña, donde se enfrentaro­n a cargos por alta traición. Sin embargo, la mayoría logró evitar la cárcel al considerar­se que habían sido engañados.

John Amery, que desde Alemania había radiado mensajes de propaganda contra la política de los aliados, fue hecho prisionero en Italia. Enviado a su país, se enfrentó a ocho acusacione­s por alta traición. En un gesto que sorprendió al tribunal, Amery renunció a su defensa y aceptó los cargos. Condenado a morir en la horca, fue ejecutado el 19 de diciembre de 1945.

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