Muy Interesante Historia (Mexico)

El laberinto americano

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Mastamho, dios de la vida para los indios Mojave, podría ser una de las figuras representa­das en los geoglifos del Suroeste, los llamados “intaglios”, que ofrecen su muestrario más acabado y complejo en las inmediacio­nes de la localidad california­na de Blythe, cerca ya de Arizona. Este importante reclamo turístico fue incluido en 1933 en el registro nacional de Hitos Históricos.

Como suele suceder, su descubrimi­ento no habría sido posible sin el concurso de los hermanos Wright, pues fue un piloto militar, George Palmer, quien los localizó en 1931. Aquellas figuras, a la orilla del río Colorado, fueron estudiadas primero por Arthur Woodward, pero polarizaro­n el interés más tarde, en la década de los cincuenta, de la mano de Frank M. Setzler y Michael J. Harner.

El nombre de “intaglio” proviene del italiano tagliere, tallar con cincel, y, en efecto, los “intaglios” de Blythe semejan bajorrelie­ves excavados en el suelo. Hay varias figuras humanas —la más larga mide 52 metros— y animales, así como una en espiral. ¿Quién los hizo y cuándo? Es difícil decirlo. Algunas de estas figuras podrían datarse entre el año 900 a. C. y el 1200 de nuestra era. Lo que sí sabemos es que, tras su hallazgo, los indios Mojave y Chemehuevi sostuviero­n que no formaban parte de sus tradicione­s.

Más al norte, el laberinto de Topock, en Needles, condado de

San Bernardino, proyecta las mismas dudas. ¿Quién trazó esas líneas, que llamaron la atención hasta del fotógrafo Edward S. Curtis, famoso por sus imágenes de indígenas norteameri­canos? En el reverso de una postal histórica que muestra a dos indios en ese sitio arqueológi­co, leemos la explicació­n más poética: “El laberinto místico fue construido por los indios Mojave hace muchos años y está asociado y forma parte de sus creencias religiosas. Según su doctrina, las almas de los difuntos de la tribu entran en el laberinto y deambulan por él, en busca de felices cotos de caza. Las buenas almas logran resolver el enigma y alcanzar la meta; las otras vagan sin rumbo y sin fin, y están a merced del maligno”. ¡Quién sabe! Según los últimos informes, el raspado de grava para el tendido del ferrocarri­l, a finales del siglo XIX, dejó su impronta en ese sector, aunque nadie duda de que, antes de eso, hubo algo…

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Estos geoglifos podrían datarse entre el año 900 a. C. y el 1200 de nuestra era.

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