En el Golfo
Isla Contoy
Cuando vayas a Isla Lobos puedes aprovechar para recorrer la angosta carretera al norte de Veracruz, que costea desde Tuxpan hasta Tamiahua y donde se pueden encontrar magníficas playas a orillas de una inmensa y larguísima laguna. Son 85 kilómetros con un paisaje sensacional; esteros y canales esculpidos por los fuertes vientos que se cuelan a la cuenca desde el Atlántico. La recomendación es detenerse a comer por allí algún fruto del mar recién pescado y preparado como sólo los veracruzanos saben –por algo le llaman la Capital de la Gula–. Hay que probar los ostiones a la pimienta, camarones enchipotlados y el exquisito caldo de mariscos llamado huatape. Al otro lado del país, en la punta sur, hay una isla de 8.7 kilómetros que cubre un territorio de unas 230 hectáreas, un verdadero paraíso en medio del mar Caribe donde sólo se permite la estancia de 200 personas a la vez. Es un parque natural protegido por el gobierno, con horario de 9:00 a 17:00 horas, cuando llega el último bote que sale de regreso a Isla Mujeres o a Puerto Juárez. Debido al precario equilibrio de la fauna (con al menos dos especies de tortuga endémicas en peligro de extinción que desovan en esas playas), para visitarla se debe solicitar un permiso especial, ya sea en Cancún o en Isla Mujeres. Y si la biodiversidad que alberga es impresionante en tierra, isla Contoy (también conocida como Isla de los Pájaros) tiene además un tesoro debajo del mar: cerca de su punta sur está el arrecife Ixlaché, que marca el inicio de la segunda barrera más grande del mundo, el Gran Arrecife Mesoamericano. Aquí se puede bucear y esnorquelear con guías autorizados, cuidando de no volverse un intruso indeseado para las especies que allí habitan. Contoy es un santuario de aves marinas con parvadas de pelícanos, fragatas, golondrinas de mar y cormoranes revoloteando por el cielo, además, claro, de los espectaculares tiburones ballena y las mantarrayas que rondan sus costas en los meses de mayo a agosto. Equipada con paneles solares y eólicos, esta isla es el destino favorito de biólogos especialistas (los únicos que pueden sacar un permiso especial para quedarse a pernoctar allí), que, como los mayas que la habitaron por ahí del año 200 a. C., tienen la suerte de registrar el paso de las especies migratorias que paran justo en ese lugar cada año.
Isla Lobos
Localizada en el Golfo de México, esta isla pertenece al municipio de Tamiahua, Veracruz, y queda a 18 millas náuticas de un pequeño pueblo de pescadores del mismo nombre. Al igual que las otras dos, Lobos es también un área protegida pues está formada por un conjunto de arrecifes de gran biodiversidad. Para visitarla se puede llegar por tierra primero a Tamiahua (45 kilómetros al norte de Tuxpan) y luego tomar un bote de pequeño calado que puede tardar una hora y media en llegar. El viaje es cansado pero la recompensa es absoluta: en el Arrecife Medio, al norte de la isla, se encuentra la Plataforma Tiburón, de arena blanca y agua cristalina donde los buzos o esnorquelistas podrían tomar las mejores fotografías marinas de su vida. Las columnas submarinas y sus corales llenos de anémonas, esponjas y morenas son realmente fastuosos. Quien guste de los peces será feliz: nada se compara con nadar en medio de cardúmenes de rubias, medregales, sardinas y dorados, o ver cómo se esconden los brillantes cirujanos, langostas y tortugas de varios tamaños. Ya no se puede acampar en la Isla Lobos, pero hay varios lugares para hospedarse en Tamiahua, así como empresas autorizadas para dar cursos de buceo, y transporte marino.
Al visitar estos lugares, conviene recordar que todos son, de entrada, un gran laboratorio natural: a través de su observación la comunidad científica puede probar teorías sobre formas de evolución, tasas de extinción y colonización de especies, así como la interacción entre ciertas especies y su adaptación a los ambientes insulares. Al visitar las islas es recomendable acudir a un guía autorizado y evitar algunas prácticas regulares de los turistas como llevar basura, destruir la vegetación pisando senderos no establecidos, extraer vegetación o fauna, llevar mascotas o practicar deportes acuáticos, como el jet ski, que irrumpen en la vida de las especies acuáticas.
Casi parece increíble poder visitar estos lugares prácticamente intactos en pleno siglo XXI. Las islas son ecosistemas espectaculares a la vista y, a cambio, lo único que piden es un viajero responsable, que sepa divertirse al tiempo que las disfruta.