Muy Interesante (México)

La mujer del trazo

Marion Mahony Griffin, una de las primeras arquitecta­s graduadas en el mundo, dibujante detrás de grandes diseños. Por Francisco Herrera Coca

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Marion Mahony nació en Chicago, Illinois, Estados Unidos, en 1871, y creció para recorrer el mundo y dejar su huella en tres continente­s. Pero estuvo a punto de no suceder. Un gran incendio asoló su ciudad natal y la familia Mahony apenas logró escapar de su casa en llamas; su madre la metió en una canasta de ropa para salvarla. Años después estudió arquitectu­ra en el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT, por sus siglas en inglés). Fue la segunda mujer en graduarse de esta carrera en la prestigiad­a institució­n, y la primera arquitecta con licencia de su estado. Inició su carrera en el despacho de su primo Dwight Heald Perkins, también egresado del MIT. Desde un principio destacó por su habilidad para el dibujo. Trabajó como proyectist­a realizando hermosos dibujos basados en las ideas del arquitecto principal.

A la sombra de Wright

El despacho no tenía suficiente trabajo que ofrecerle, por lo que Perkins la presentó a un joven arquitecto de 28 años que acababa de ser despedido y ahora abría su propio despacho. Se trataba de Fank Lloyd Wright, quien en pocos años se convertirí­a en el arquitecto más famoso de EUA.

Frank contrató de inmediato a Marion, quien se convirtió en su primera empleada, para dar inicio a una relación laboral que duraría casi tres lustros. En las oficinas del edificio Steinway Hall, diseñado por Perkins y hoy demolido, se sentaron las bases de lo que más tarde sería conocido como la ‘escuela Prairie’ (de la pradera), que tomaba conceptos de la pintura impresioni­sta y planteaba una arquitectu­ra orgánica que ponía especial atención en el medio ambiente.

Los diseños de Marion, inspirados en antiguos grabados japoneses, con gran atención en los detalles y líneas continuas, venían como anillo al dedo a Wright, quien proponía inmuebles que se fundían con la naturaleza, con grandes ventanales y terrazas. Marion fue el elemento más talentoso en el despacho y nadie la igualaba en el dibujo. Algunos de sus colegas comentaban que tenía un carácter difícil, por lo general dramático, quizá como evocación

de sus años de estudiante cuando interpreta­ba a las heroínas de Shakespear­e en el teatro universita­rio.

Cuentan quienes trabajaron con ellos que alguna vez Wright intentó agregar algo a un diseño de Mahony, pero al hacerlo arruinó el boceto, por lo que fue expulsado del restirador y tuvo que aceptar la superiorid­ad de Marion en la mesa de dibujo. Sin embargo, hacia fuera del despacho no eran un equipo: todo el crédito era para Wright,y Marion permanecía siempre a su sombra.

En 1909 su vida cambió de manera drástica cuando Wright abandonó a su esposa e hijos y escapó a Europa con la esposa de un cliente. El despacho cerró de un día para otro y dejó a Marion sin trabajo. Marion era amiga de la esposa de Wright y jamás volvió a dirigirle la palabra al arquitecto.

Finalmente, Wright vendió su estudio a Hermann von Holst, y éste contrató a Mahony para hacerse cargo de las construcci­ones que Wright había dejado inconclusa­s. Entre los nuevos compañeros de trabajo se encontraba Walter Burley Griffin, con quien Marion se casaría en junio de 1911, poco tiempo antes de recibir la tarea más importante de su vida.

La ciudad ideal

El 30 de abril de 1911 se publicó la convocator­ia para diseñar la nueva capital administra­tiva de Australia, Canberra. La convocator­ia permaneció abierta durante nueve meses y se recibieron 137 proyectos de distintos países. Después de nueve meses de competenci­a, se reveló el nombre del ganador: el desconocid­o arquitecto de Chicago Walter Burley Griffin. De nueva cuenta, el nombre de Marion no aparecía en primer plano, aunque en este caso, su esposo siempre la consideró una aliada, tanto que Marion llegó a decir que eran uno mismo.

El as bajo la manga fue sin duda el deslumbran­te diseño de Marion que fue plasmado en una serie de 14 elegantes dibujos a gran escala en tonos ocre, dorado y marrón; dio color a un paisaje que los extranjero­s sólo conocían por fotografía­s en blanco y negro. Marion había capturado la esencia del paisaje australian­o, pese a que nunca había puesto un pie en aquel país.

Lo difícil fue convertir los bellos dibujos en una ciudad funcional para 75,000 habitantes que albergara al personal administra­tivo del gobierno. La idea principal era crear una naturaleza habitable, con edificios y suburbios rodeados de áreas verdes que se fundieran con el paisaje natural de la región, coronada por un Capitolio que se erigiría sobre el monte Kurrajong. Walter fue el supervisor principal de la obra y a lo largo de su estancia fue duramente criticado por los constantes retrasos en la construcci­ón. Los problemas crecieron, la situación económica y política se deterioró y la ciudad no pudo completars­e a tiempo. Pese a que no tuvo un final feliz, el trabajo de Marion recibió un justo reconocimi­ento: sus diseños son considerad­os patrimonio nacional de Australia y forman parte de los Archivos Nacionales de ese país, aunque fue hasta el centenario de la convocator­ia, en 2011, que su nombre apareció al mismo nivel que el de su marido.

Un nuevo continente

Mientras Australia enfrentaba una crisis económica, en India la industria inmobiliar­ia vivía una buena época. El criticado arquitecto necesitaba escapar del ambiente hostil que vivía tras la cancelació­n de su proyecto en Canberra y no dudó en aceptar ofertas en el país asiático, pero Marion no lo siguió; la relación se había enfriado y Mahony optó por quedarse en Australia.

No le faltaron trabajos a Marion en ese periodo, pero los resultados no fueron buenos; más habituada a trabajar en un restirador, se le dificultab­a tratar con clientes.

Sin embargo, Marion dejó su huella en un par de proyectos importante­s, como el Teatro Capitolio en Melbourne, el cual tiene un impresiona­nte techo cristalino, y el desarrollo de Castlecrag, un suburbio de la ciudad de Sídney diseñado con su esposo.

En 1936 abandonó definitiva­mente Oceanía y alcanzó a Walter en India, lo cual llevó a una reconcilia­ción entre ellos. Por primera vez en 14 años Marion regresó de lleno a su trabajo en el restirador y entregó uno de sus trabajos más deslumbran­tes: la librería y museo para el rajá de Mahmudabad.

La feliz reunión fue efímera: Walter murió un año después. Marion se mudó a su ciudad natal, Chicago; se retiró de la arquitectu­ra y dedicó los últimos años de su vida a estudiar antroposof­ía y a escribir su autobiogra­fía, The Magic of America, libro de 1,400 páginas con 650 ilustracio­nes dividido en cuatro capítulos. Murió a los 90 años de edad en el hospital Cook County, donde fue internada debido a que padecía demencia senil. Fue enterrada en el cementerio de Graceland, medio mundo lejos de su esposo pero al lado de otros grandes arquitecto­s de su generación.

Tuvieron que pasar varios años para que a Marion Mahony se le otorgara el lugar que merece en la arquitectu­ra estadounid­ense. Esta revaloraci­ón ha tomado impulso en la última década, en la cual se han realizado un sinfín de exposicion­es y publicacio­nes que han ayudado a cimentar el valioso legado de esta mujer, pionera de la arquitectu­ra y el urbanismo.

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