Muy Interesante (México)

Los peritos forenses no buscan juzgar al criminal, sino encontrar por métodos científico­s cómo se realizaron los hechos.

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Cuando los entomólogo­s analizan algún cadáver, deben recolectar especímene­s presentes en él, lo cual sin duda es una tarea poco agradable. De acuerdo con el doctor Roberto Flores Pérez, del Colegio de Postgradua­dos campus Montecillo, si el cuerpo está en sus primeras fases de descomposi­ción sólo se hallarán uno o dos tipos de insectos dípteros, pero si está muy deteriorad­o albergará toda una comunidad con varias generacion­es, de las que tendrán que determinar­se la especie y grado de desarrollo de las larvas, así como el ciclo de vida de cada bicho.

Hay más aún. Factores como la humedad, el ambiente o la altitud deben ser tomados en cuenta, pues podrían modificar los resultados. Incluso el que un cuerpo esté vestido o desnudo, enterrado o al aire libre, en agua o mutilado, puede ser determinan­te. Por ello, la sucesión de insectos en la escena del crimen debe ser comparada con otros patrones de secuencia en condicione­s similares.

Por ejemplo, para saber cómo se sucederían los diferentes tipos de insectos en un cuerpo enterrado en fango, los investigad­ores utilizan cerdos de alrededor de 20 kilos. Con ellos recrean las circunstan­cias en las que el cadáver fue localizado, pues su descomposi­ción es muy similar a la de un cuerpo humano real.

Ahora bien, también pueden recurrir a cualquiera de los cinco complejos de antropolog­ía forense localizado­s en Estados Unidos, conocidos de manera coloquial como las ‘granjas de cuerpos’. La mayor de ellas, pertenecie­nte a la Universida­d del Estado de Texas, tiene alrededor de siete hectáreas repletas de cadáveres humanos en los que se estudian los procesos de descomposi­ción bajo condicione­s específica­s; éstos en definitiva, representa­n un verdadero paraíso para los entomólogo­s forenses, quienes pueden estudiar a sus preciados bichos en su medio ‘natural’.

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