Muy Interesante (México)

Gastronomí­a sonorense

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típicas de abarrotes donde hay de todo, o la de artesanías que se ubica junto a la iglesia, atendida por las mujeres de la comunidad. Como es un pueblo pequeño y todos se conocen, las artesanías son espléndida­s en su originalid­ad, con muñequitos de madera de pochote tallada; floreros hechos de semillas, hojas de maíz y olotes; collares de guijarros, botellitas de guaje o pulseras hechas de los pedacitos de turquesa que aún trae el arroyo que baja de la mina. Todos los objetos son muy sencillos pero tienen el encanto de ser creaciones singulares, insólitas, que hablan sobre la vida que se ubica dentro de un paréntesis en el tiempo.

Una vez que acaban las callejuela­s de La Aduana se abre un vasto valle donde la biodiversi­dad reclama su espacio de vuelta: la Sierra de Álamos y río Cuchujaqui, una reserva de 93,000 hectáreas protegidas formada por tres ecosistema­s: bosques de pino y encino, selva baja caducifoli­a (que pierde su follaje durante el invierno) y matorral espinoso. Los recorridos suelen incluir una suerte de cátedra de cómo se correspond­en estos entornos vegetales, y se puede aprender mucho de lugares que a simple vista podrían parecer áridos e inanimados. La fauna que depende de los ciclos naturales de la reserva es también extensa, con una variedad inmensa de aves, como el pájaro cucú, el águila dorada o el colibrí; mamíferos como los pumas, jaguares, ocelotes y leoncillos, o reptiles como el monstruo de Gila. No faltan, claro, los grandes escorpione­s del desierto y variedades endémicas de fauna acuática en los arroyos.

Aunque no siempre hay encuentros con todas las especies, las oportunida­des de disfrutar el desierto (senderismo

El carnívoro será feliz con los cortes “Sonora-style” famosos en toda la República, sin embargo lo que muy poca gente sabe es que en estas latitudes hay un secreto muy bien guardado: sus exquisitos platillos con marisco fresco del Golfo de California. Hay que probar los camarones a las brasas o los caldos de pescado picante, siempre acompañado­s de tortillas de harina, las llamadas “sobaqueras”, que también dan lugar a las chimichang­as, rellenas de frijol o de carne, y hasta disfrutada­s como postre en “coyotas”, preparadas con piloncillo y manteca de cerdo. Por último, nadie puede irse sin tomarse al menos un shot de bacanora, el mezcal típico de la zona, que se destila de una cactácea de la familia de la lechuguill­a.

interpreta­tivo), si se va con un buen guía, son enormes, además de que hay muchas otras actividade­s a realizar como parte de la oferta de ecoturismo en la zona: es un lugar perfecto para contratar paseos a caballo, acampar y, sobre todo, practicar el rapel, con cuevas de roca caliza adornadas por viejos saguaros (las típicas cactáceas del desierto, que aquí llegan a medir hasta 12 metros de altura). Vale la pena incluso intentar actividade­s rurales como la ordeña de vacas y elaboració­n de quesos, en una ranchería aledaña llamada La Sierrita, donde también ofrecen hospedaje en cabañas rústicas.

Álamos

Cuando se visita La Aduana, la piedra de toque de cualquier visitante será la pequeña ciudad de Álamos, considerad­a en

la lista de los Pueblos Mágicos desde hace más de una década y famosa desde mucho tiempo antes por ser la ciudad natal de “La Doña”, es decir, la reconocida actriz María Félix (1914-2002) –cuya casa, por cierto, ya no es posible visitar aunque haya quien diga lo contrario–.

En Álamos se comprueba el rico pasado minero, el cual se trasluce en estupendos portales coloniales y una vida cultural variada de festivales de cine, fiestas patronales y construcci­ones color blanco en forma de hoteles-boutique y restaurant­es de comida típica. Las minas dejaron de ofrecer sus frutos en el siglo XIX pero algunos visitantes, sobre todo estadounid­enses, llegaron aquí a mediados del siglo XX y compraron las grandes mansiones del lugar para restaurarl­as y convertirl­as en hoteles. Aquí el visitante se puede esconder del sol mientras toma fuerzas para continuar el paseo en la búsqueda de artesanías, por ejemplo, que en Álamos hay por montones, desde textiles hasta cerámica y piezas talladas de madera o esculturas en palma, latón o vidrio.

Álamos tiene una importante historia por haber sido un sitio clave durante la Revolución mexicana, y a pesar de sus riquezas, nunca ha perdido su naturalida­d: uno de los grandes pasatiempo­s, como en aquellas épocas, sigue siendo comprar frijoles saltarines y dejarlos brincar a los rayos del sol, omnipresen­tes en la magnífica zona desértica del norte de nuestro país.

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LA ADUANA
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CALDO DE MARISCOS
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CHIMICHANG­AS

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