Sabías que...
El “código” samurái
Impasibles ante la proximidad de la muerte, leales hasta la última sangre, celosos por preservar un código de honor ancestral que contemplaba el suicidio ritual como honrosa salida ante la pérdida de una batalla o la muerte de su señor, excepcionales espadachines, guerreros ascetas imbuidos de un espíritu zen que no conocían el miedo. Así eran los samuráis del Japón feudal, o al menos eso es lo que nos han hecho creer la literatura, el cine y el manga. En realidad esa imagen romántica del guerrero infalible que miraba a la muerte a los ojos sin pestañear es enteramente un mito. Todos los estereotipos relativos a la ética samurái se gestan después de 1615, año en el que finalmente Japón es pacificado tras siglos de guerras en los que los samuráis habían regido el destino del país. Comienza entonces el periodo Edo, 250 años de paz prácticamente ininterrumpida en el que los samuráis se encierran en sus castillos feudales, reciclados como funcionarios, llevando a cabo tareas administrativas y rituales que nada tienen que ver con la guerra. Es en este periodo de paz cuando nace el mito del bushido, el código del samurái, que forja la imagen del guerrero, completamente adulterada, que perdura hasta el día de hoy. En realidad los samuráis del siglo XVII no sabían lo que era el combate, y raramente desenfundaban su preciada katana. El bushido es, de hecho, poco más que una coartada para mantener sus privilegios de casta, ocultando que en realidad se habían convertido en un estamento inútil. En realidad hasta antes de 1615 carecían por completo de código marcial alguno, No existe documento alguno, ni siquiera la Biblia, que proporcione pista alguna sobre la fecha de nacimiento de Jesucristo, y sin embargo cada 25 de diciembre en los países de tradiciones cristianas nos reunimos alrededor de una mesa familiar para conmemorar su ‘cumpleaños’. Lo cierto es que, de la misma manera que sabemos que Jesús no nació en el ‘año 0’, sino, paradójicamente, en la era precristiana, sabemos que la tradición del 25 de diciembre no tiene relación alguna con la figura histórica que representa. Bien al contrario, en ese día se celebraba una de las festividades paganas más populares e importantes del mundo antiguo. Las Saturnalias, que rendían culto y homenaje al dios Sol ( Sol Invictus), se celebraban desde tiempos inmemoriales en el Imperio romano en la semana del solsticio de invierno, llegando a su punto culminante, precisamente, el día 25 de diciembre.
Con el objetivo de facilitar la conversión de los paganos al cristianismo, sin que por ello tuvieran que renunciar a sus tradiciones más arraigadas, el papa Julio I optó en el año 350 por situar la fecha de celebración del nacimiento del llamado Mesías en el día cumbre de las Saturnalias. Fue una decisión meramente práctica, que se formalizó de manera definitiva cuatro años después cuando el nuevo pontífice, Liberio, convirtió la voluntad de Julio en decreto. Desde entonces la Navidad se celebra en diciembre, solapándose con otras muchas tradiciones precristianas extendidas, aún hoy, en países del hemisferio norte, que saludan la llegada del solsticio de invierno con rituales de lo más diverso. Así pues, en realidad, la Navidad, en origen, tiene un fondo netamente pagano. Lo cierto es que no sabemos cuándo nació Jesucristo, y que el 25 de diciembre no tiene ninguna relación real con su figura histórica. El episodio de la ‘caída de la manzana’ sobre la cabeza de Isaac Newton es mero invento del político John Conduitt, casado con una sobrina del gran físico.