No hacer daño
Velar por la salud es una prioridad médica, aunque existen casos en que por descuido o ignorancia, e incluso por falta de ética o ambiciones económicas, la salud de los pacientes queda en tercer plano.
La investigación y desarrollo de nuevos fármacos es un proceso largo y costoso. Para llegar al mercado, cada nuevo medicamento debe superar una exhaustiva serie de pruebas y estudios que permitan conocer con precisión los efectos secundarios de los componentes de su fórmula, es decir, demostrar que es seguro y eficaz. El proceso puede llevar décadas y el porcentaje de éxito es realmente bajo. Se estima que por cada 5,000 a 10,000 nuevos compuestos que llegan a pruebas preclínicas sólo uno es aprobado. Y aun así, al final algo puede salir mal y el trabajo y dinero empleados en su desarrollo terminan perdiéndose.
Estas estrictas normas no son fortuitas. Desastres provocados por farmacéuticas durante la investigación de nuevos medicamentos y técnicas médicas en el siglo pasado llevaron a establecer regulaciones como los ensayos clínicos y el consentimiento informado –este último se refiere a que los pacientes tienen el derecho de conocer los alcances, riesgos y alternativas de un tratamiento médico al que se les va a someter, a fin de que tomen una decisión– para salvaguardar la integridad de la persona.
Sin embargo, la medicina no es una ciencia exacta y a pesar de todos los avances en cuanto a seguridad, las malas prácticas siguen ocurriendo. De acuerdo con Bernard Bégaud, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Burdeos, Francia,“los efectos secundarios de los medicamentos causan más muertes al año que las producidas por accidentes de tráfico y suicidio juntas”. Bégaud ha dedicado su vida al estudio de las prácticas farmacológicas. Sus declaraciones incluso han llegado a alertar que un tercio de los medicamentos comercializados no han demostrado eficacia alguna, y que vivimos en una ‘era de la sobremedicación’. El especialista aboga por endurecer más los controles sobre vigilancia farmacológica así como implementar una revisión integral de los sistemas de medicamentos y procedimientos médicos en los diferentes países, los que para algunos ya son lo suficientemente “seguros y exhaustivos”. No obstante, los siguientes casos parecen darle la razón a Bégaud.