El telegrama Zimmermann
Desde Nopalucan
De la Granja regresó a México en 1846 debido a la guerra con Estados Unidos. Cuatro años más tarde llevó a cabo la primera demostración pública del telégrafo, la cual tuvo lugar el 13 de noviembre de 1850 entre el Palacio Nacional y el Colegio de Minería. El gobierno le otorgó la concesión exclusiva por diez años para instalar el primer tendido telegráfico, el cual sería entre la Ciudad de México y Veracruz.
Acompañado por el empresario y diplomático, el presidente Mariano Arista (1802-1855) inauguró la primera línea de ese tramo el 5 de noviembre de 1851, la cual conectaba Nopalucan, Puebla, con la capital. El primer telegrama fue enviado desde ese municipio, aunque las primeras oficinas fueron instaladas en las calles de Damas y San Felipe Neri, hoy República del Salvador y Bolívar, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Al siguiente año, la capital y el puerto de Veracruz quedaron por fin conectados (pasando por Puebla, Orizaba y Córdoba), cubriendo una extensión de 408 kilómetros. Para 1855 el telégrafo llegó también a las ciudades de Morelia, León, Toluca, Guanajuato, León y Guadalajara. Así el país entraba en la era de las telecomunicaciones. El telégrafo se convirtió en el medio de comunicación más importante.
La era dorada
A pesar de los constantes conflictos bélicos por los que atravesaba el país, el nuevo aparato siguió llegando a más lugares. Durante el gobierno de Benito Juárez, quien creó la dependencia de las Líneas Telegráficas del Supremo Gobierno, el número de líneas aumentó de manera considerable. En 1872 cubrían una extensión de 7,776 kilómetros, y para 1876 la Ciudad de México estaba conectada con todas las capitales de la República, así como con las principales ciudades y puertos. Juárez quería que sólo el Estado participara en la ampliación de la red telegráfica, pero debido a la situación económica se vio obligado a permitir la inversión privada.
Sin embargo, fue durante el gobierno de Porfirio Díaz cuando el telégrafo creció a pasos agigantados. Consciente de la importancia de esta tecnología en la modernización del país, Díaz creó la Dirección General de Telégrafos Nacionales, con el propósito de comunicar a todo el territorio,
En enero de 1917, el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Arthur Zimmermann, envió un telegrama encriptado al embajador de su país en Washington, quien debía mandarlo a su colega en México y éste a su vez al presidente Venustiano Carranza. Pero el mensaje nunca llegó a su destino ya que fue interceptado por los británicos, quienes lo descifraron y entregaron al embajador de Estados Unidos. Cuando el telegrama fue publicado en la prensa, se armó un escándalo porque en él los alemanes pedían al gobierno mexicano que se aliara con Japón para invadir el sur de la Unión Americana con el propósito de que el gobierno de este país se mantuviera ocupado y así evitar que se uniera a la Primera Guerra Mundial. A cambio, Alemania prometía a México ayudarle a recuperar los territorios de Texas, Nuevo México y Arizona, que Estados Unidos le había arrebatado. Tras conocer los planes de los germanos, el presidente Woodrow Wilson, quien había preferido mantener una posición neutral, decidió entrar a la guerra. objetivo que logró con inversión extranjera. Cuando la dictadura finalizó, la red telegráfica cubría más de 40,000 kilómetros y había casi 500 oficinas en la República.
Arma revolucionaria
De acuerdo con el geógrafo e historiador Héctor Mendoza Vargas, para el dictador el telégrafo no fue sólo un instrumento para modernizar a la nación, también fue “una extensión del poder y control desde la Ciudad de México”, ya que el presidente todos los días revisaba los telegramas que le informaban acerca de lo que ocurría en el país y por consiguiente podía tomar medidas.
Pero, paradójicamente, el telégrafo también sirvió para acabar con la dictadura. Gracias a él los revolucionarios pudieron comunicarse y organizarse rápidamente. El general Francisco Villa contaba con su propio telégrafo; a través de él podía saber la posición del enemigo, coordinar un ataque, avisar de una victoria o derrota, o solicitar municiones y víveres, etcétera.
De hecho la segunda toma de Ciudad Juárez no hubiera sido posible sin el telégrafo. En noviembre de 1913, el “Centauro del Norte” y sus hombres se apoderaron de un tren de carbón que iba de Ciudad Juárez a Chihuahua. Cuando llegaron a la primera estación, el telegrafista de Villa se hizo pasar por el telegrafista del lugar y envió un mensaje a los federales firmando con el nombre de un coronel. El telegrama decía que las vías habían sido destruidas y las tropas de Villa se acercaban; la respuesta fue que el tren regresara de inmediato a Ciudad Juárez. Para sorpresa del ejército federal, el tren llegó, pero cargado de villistas, quienes tomaron fácilmente la ciudad sin tener que ejercer la violencia.
El fin de una época
En los años posteriores la red telegráfica siguió creciendo y se incorporaron nuevas tecnologías. En 1929 ya se contaba con el servicio de telégrafo inalámbrico a Europa, y en 1955 se adquirió el primer equipo de microondas para mejorar la telegrafía y la telefonía. Sin embargo, con la llegada de las comunicaciones vía satélite, la telefonía celular y el Internet, el telégrafo se volvió obsoleto. Sólo se usaba en poblaciones recónditas del país, hasta que el 22 de diciembre de 1992 fue enviado el último telegrama en sistema Morse, desde el municipio de Nopaculan a la Ciudad de México, las dos lugares donde había comenzado. Hoy en día el código Morse sólo es utilizado en transmisiones de carácter militar.