El estructuralismo
Es el nombre de una teoría lingüística que nace a partir de la publicación, en 1916, del Curso de lingüística general del francés Ferdinand de Saussure, quien había fallecido tres años antes.
De Saussure consideraba al lenguaje como parte de un sistema basado en las diferencias de sus elementos constitutivos. Sus conceptos fueron retomados por varias escuelas, como el Círculo Lingüístico de Praga, del que formó parte Roman Jakobson, quien años después influiría en Claude Lévi-Strauss.
Lévi-Strauss recordaría cómo en su juventud, mientras observaba un diente de león deshacerse con el viento, se puso a pensar en “las leyes de organización que necesariamente debían regir una disposición tan compleja, armoniosa y sutil como la que contemplaba; no podía achacarla a una serie de azares acumulados”. Ese día se volvió estructuralista, antes de que existiera el nombre de esta corriente de pensamiento.
escapar, y su oportunidad llegó con una invitación de la New School for Social Research de Nueva York, Estados Unidos. Consiguió sitio en un barco que estaba a punto de zarpar desde el puerto de Marsella rumbo a la isla caribeña de Martinica. A bordo iban personajes ilustres como el escritor surrealista André Breton, con quien fraguó una amistad que duró varios años.
Una vez en Nueva York, pasaba jornadas enteras en la biblioteca pública de la ciudad, además trabó amistad con dos personajes que resultaron clave para su posterior carrera: el antropólogo Franz Boas y Roman Jakobson. Fruto de esto escribió su artículo “El análisis estructural en lingüística y en antropología”, donde sentaba las bases de su libro Antropología estructural, obra publicada en 1958 que revolucionaría el campo de la antropología. En ella el francés incorporó a su disciplina conceptos de lingüística al plantear que existían estructuras universales que se presentaban en culturas y mitologías aparentemente dispares.
Tres años antes Lévi-Strauss había publicado Tristes trópicos, un libro donde narraba, con un refinado estilo literario, sus viajes a la Amazonia y sus encuentros con los indígenas brasileños. Esta publicación lo ubicó de inmediato como uno de los principales intelectuales franceses.
El pensamiento salvaje
Tras el fin de la guerra, Lévi-Strauss volvió a su país, aunque por un breve periodo, pues al año siguiente, 1945, regresó a Estados Unidos como funcionario de la Embajada francesa. Es en el siguiente lustro cuando
empieza a publicar de manera regular. En 1948 aparece Vida familiar y social de los indios nambikwara, y al año siguiente Las estructuras elementales del parentesco, libro que le valió elogios de Simone de Beauvoir. En esta obra el francés trata el tema de la prohibición del incesto incluso en las sociedades más primitivas. Para él, este tabú es uno de los ejemplos en los que la naturaleza se transforma en cultura.
Su publicación conmocionó al mundo de la antropología. Lévi-Strauss se dedicó de lleno a la teoría. Fue nombrado investigador del Centre National de la Recherche Scientifique y fue subdirector del Musée de l’ Homme, en París.
Para Lévi-Strauss no existía un pensamiento moderno y uno primitivo. Él postulaba que incluso las sociedades más primitivas eran capaces de mostrar un pensamiento lógico y racional, el cual se mostraba principalmente a partir de sus narraciones mitológicas.
Estas ideas fueron la génesis de otra de sus grandes obras, El pensamiento salvaje, publicada en 1962. El título original de la obra, en francés, La pensée sauvage, evoca el nombre de una planta, una especie de violeta llamada viola tricolor, muy común en Europa. Con esto Lévi-Strauss decía que el pensamiento intelectual es como una flor salvaje que crece protegida por el entorno que llamamos civilización; que la lógica de los “primitivos” no es tan distinta de la nuestra, y que había en ellos “un genuino apetito intelectual”, un deseo de comprender intelectualmente el universo de la misma manera que la ciencia moderna, aunque con distintos resultados.
Las mitológicas
En 1955 Lévi-Strauss publicó un artículo titulado “El estudio estructural del mito”, y con él dio inicio a más de una década consagrada al análisis de los mitos de los indígenas sudamericanos. Uno de los grandes problemas que encontraba en el estudio de estas sociedades era la falta de documentos para reconstruir su historia, esto debido a que muchas de estas culturas no habían desarrollado la escritura. Este rechazo a la Historia también le valió varios detractores; pero ajeno a estas críticas, Lévi-Strauss se enfocó en los mitos para analizar la evolución de estas culturas, fascinado especialmente en la dualidad que se presentaba en tales historias.
Para él, los mitos, repetidos sin cesar por cientos, quizá miles de años, le brindaban a las sociedades principios reguladores, esquemas que explicaban la relación de estas comunidades con el mundo, de la misma forma que la ciencia, por partes y apoyada en otros esquemas, nos explica nuestra relación con el universo.
En mayo de 1973 fue elegido miembro de la prestigiada Academia Francesa, y se trató nada menos que del primer etnólogo en ingresar. Publicó sus últimos libros en 1995, aunque no dejó de impartir conferencias y dar entrevistas. En sus últimos años Lévi-Strauss se mostraba insatisfecho por el rumbo que tomaba el mundo. Se sentía abrumado por la sobrepoblación y por la homogenización de la cultura, avasallada por el canon occidental.
En 2008, con motivo de su centenario, fue objeto de un sinnúmero de homenajes. Murió en la tranquilidad de su hogar en 2009, en París, a menos de un mes de cumplir 101 años. Su familia informó del deceso un día después de su cremación.