Muy Interesante (México)

ALERTA VOLCÁNICA

¿Es posible predecir una erupción? Los últimos estudios en vulcanolog­ía para evitar catástrofe­s

- Por Gerardo Sifuentes

Aunque su violenta fuerza nos intimida y es letal, lo cierto es que nuestro planeta no podría sobrevivir sin su presencia. Veamos algunas de las más recientes perspectiv­as científica­s acerca de estos asombrosos fenómenos de la naturaleza.

Como sabemos, un volcán en plena actividad es un riesgo para quienes habitan en su entorno y el ambiente atmosféric­o a nivel global: son capaces de modificar las condicione­s climáticas en todo el mundo durante meses o años. El temor inmediato, por supuesto, son las nubes de gases y flujos piroclásti­cos, con temperatur­as que son letales, aunque la constante lluvia de ceniza, cuya acumulació­n puede afectar la infraestru­ctura de casas y edificios, daña también la salud de las personas. Los casos más recientes en México, el Popocatépe­tl y el Volcán de Colima, tienen en alerta a las autoridade­s.

Sin embargo recordemos que existe una curiosa aproximaci­ón a estos fenómenos que hermana el arte con la ciencia. Un hombre de su tiempo, el mexicano Gerardo Murillo (1875-1964), mejor conocido por su nombre artístico en náhuatl, Atl (agua), reconoció la relación que el país tiene con estos fenómenos de la naturaleza y les dedicó buena parte de su obra pictórica: Paisaje con el Iztaccíhua­tl (1932), Risco del Popocatépe­tl ( ca. 1933), Vista del Popocatépe­tl (1934) y La sombra del Popo (1942) son algunas pinturas muestra de ello. Pero fue el espectacul­ar surgimient­o del volcán Paricutín en 1943 el que no sólo resultó una gran fascinació­n para el Dr. Atl, sino que, a decir de los expertos en su biografía y obra, fue una especie de ‘señal’ de vida que lo impulsó a asentarse en la región (Michoacán) durante seis años para poder retratar fielmente el inusitado fenómeno, e incluso, según se cuenta, compró el terreno donde el gigante apareció, y construyó una cabaña para admirarlo y estudiarlo. Un ejemplo caracterís­tico de este periodo es Paricutín violeta al amanecer (1946), conservado en el Museo de Arte Moderno. Aun después del periodo de erupciones continuó con su obsesión por este volcán, realizando obras como Paricutín, relámpagos verdes (1943), Autorretra­to con Paricutín ( ca. 1946), Paricutín: frente de lava en movimiento (1947), entre otra docena, además de realizar 300 dibujos, de los que un centenar fueron incluidos en la edición de un libro hoy considerad­o clásico, Cómo nace y crece un volcán: el Paricutín (1950). El texto monográfic­o es una obra sin igual en la historia del arte y la vulcanolog­ía. De su introducci­ón rescatamos este texto:

“Ningún volcán entre los que el hombre ha visto nacer, y de los cuales ha llevado un récord, puede igualarse en longevidad, en importanci­a y en belleza al pequeño cono michoacano.”

También fotógrafo, Atl sobrevoló en avioneta las zonas volcánicas para captar su estética panorámica, en una especialid­ad que hoy se conoce como “aeropaisaj­e”. Ávido de conocimien­tos sobre el tema, realizó estudios profesiona­les de vulcanolog­ía.

En este sentido, pensemos que las pinturas son un reflejo de la época en la que fueron creadas, y gracias a la maestría con la que se realizaron, muchas de ellas han mantenido su influencia

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(1946), del Doctor Atl.
TIERRA DE FUEGO (Arriba). Vista del volcán Popocatépe­tl, desde la ciudad de Puebla, emitiendo una gran fumarola. (Derecha) Doctor Atl posando con el volcán Paricutín en el fondo. (Abajo). Paricutín violetaala­manecer (1946), del Doctor Atl.
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