Criatura benévola
Identificado como el “unicornio chino”, este mítico animal ha formado parte importante de la historia y las tradiciones orientales.
El unicornio, una de las criaturas fantásticas de la mitología occidental, tiene su par en Oriente: qilin. De hecho, por simplificación, suele hacerse referencia a este último como el “unicornio chino”. Incluso obras de consulta tan prestigiosas como la Enciclopedia Británica definen al qilin utilizando la palabra “unicornio”. La analogía entre estos dos animales imaginarios parte de la presencia de un solo cuerno en medio de su frente, distintivo en el unicornio (del latín unus, uno, y cornu, cuerno) y característico sólo en algunas representaciones del qilin (en chino: qi, el macho, y lin, la hembra del propio animal). Por lo demás sus fisonomías, aun a golpe de vista, son muy diferentes.
Sin embargo, según las descripciones de cada uno, ambos comparten una imagen benévola, pues se les identifica como seres nobles, apacibles, bondadosos, gentiles y con poderes mágicos y adivinatorios favorables al hombre. También tienen en común su forma de alimentación herbívora, su comportamiento solitario y que no es posible capturarlos vivos. Además, los dos simbolizan armonía, bondad, buenos augurios, fertilidad, fuerza y longevidad, así como prosperidad, protección, sabiduría, salud, serenidad y suerte, entre otros tantos atributos.
Los especialistas en el tema sugieren que tales similitudes posiblemente se deban a la existencia de algún ancestro, mitológico o real, en común. Incluso, en honor a esas semejanzas, el gobierno chino ha acuñado monedas en cuyas dos caras aparecen sendas criaturas. Pero aquí el que nos ocupa específicamente es el qilin, una de las cuatro bestias sagradas de la antigua China (las otras tres son: el dragón, el ave fénix y la tortuga), todas ellas de buen agüero, de acuerdo con el Libro de los ritos (Li Ki).
Mensajero del Cielo
El origen del qilin se remonta a uno de los mitos fundacionales de la civilización china, en el siglo XXIX a. C. Según la leyenda, un buen día el emperador Fu Hsi se hallaba sentado a las orillas del Río Amarillo cuando de pronto emergió del agua un qilin, en cuyo lomo observó inscritos unos “símbolos mágicos” provenientes del Cielo. A partir de ellos se creó el sistema de explicación del universo y el método de adivinación (Pakua o de los Ocho Trigramas) que constituiría una de las bases del Libro de las Mutaciones, el famoso I Ching.
Este mito forma parte asimismo de la biografía del célebre filósofo chino Confucio (551-479 a. C.), pues se cuenta que cuando su madre lo llevaba en el vientre, se le apareció un qilin que escupió en su mano un pequeño fragmento de jade, acompañado de un mensaje profético del Cielo: su hijo se convertiría en un personaje muy influyente de su país, aunque no precisamente en un rey. También se cuenta que, de anciano, el propio Confucio se enteró de la muerte de un qilin a manos de un cazador. Acudió al lugar y, constatando el hecho, se puso tan triste que abandonó la escritura y poco tiempo después falleció. De estos relatos surgió la creencia, popular hasta hoy día, de que aquellas criaturas sobrenaturales venían a la Tierra para profetizar tanto el nacimiento como la muerte de un gran líder de la nación. Por añadidura se les asocia con la fertilidad de las mujeres y la exitosa procreación de hijos triunfadores, mejor si se trata de varones.
La leyenda del qilin cobraría fuerza durante la dinastía Ming (1368-1644), tras el viaje del navegante Zheng He por África oriental, de donde llevó a China una pareja de jirafas que presentó al emperador Yung Lo, en 1414. Inmediatamente, alentado por funcionarios de su corte, el soberano las