Sabías que...
En este espíritu, la propuesta –con resonancia a la filosofía china citada líneas atrás– “A Minimal Architecture for Human Journeys to Mars”, realizada en 2015 por los investigadores Hoppy Price, John Baker y Firouz Naderi, del JPL, cobra especial relevancia, y es más específica en cuanto a las tareas que se deben realizar antes que pensar en establecer una colonia permanente en el todavía elusivo planeta. Antes que pensar en ello, lo primero es saber cómo sería posible llegar hasta allí.
Vieja conocida
Todo empieza en los mismos orígenes de la exploración espacial moderna: en la órbita baja y la zona cislunar. Aun cuando Estados Unidos se adjudicó mediáticamente el ‘triunfo’ en la carrera espacial de la década de 1960, lo cierto es que para el envío de personal, módulos y la permanencia en estaciones espaciales, actualmente se utiliza tecnología e instalaciones de la antigua Unión Soviética; de hecho, los últimos astronautas de la NASA enviados al espacio han partido desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, y la Estación Espacial Internacional (EEI) tiene su antecedente primordial en las célebres estaciones soviéticas Mir, Salyuz y Almaz –por no mencionar que los cosmonautas más veteranos del mundo son de origen ruso o de ex repúblicas soviéticas, y el programa de transbordadores espaciales estadounidense está muerto.
Price y sus colegas mantienen que para llegar a Marte es imprescindible primero impulsar más investigaciones y tecnologías alrededor de la EEI, a fin de realizar pruebas y prevenir riesgos a futuro. Las misiones para tal efecto tendrán duración de entre seis meses a un año, y el punto de inflexión que pondrá a prueba los avances obtenidos se verá con el programa Asteroid Redirect Mission (ARM), el más ambicioso que se tenga en puerta, y que puede ser la clave para la futura conquista de Marte.
ARM pretende localizar un asteroide, analizarlo con una sonda robótica, aterrizar en él y sustraer una muestra –de un par de toneladas de peso– para traerla, anclada a la sonda, hacia la órbita cislunar. Una vez allí, un módulo Orión con dos tripulantes sería enviado desde Tierra para acoplarse a la sonda en órbita. Después los astronautas recogerían muestras del gran fragmento y las traerían a nuestro planeta. De esta manera la sonda robot pondría a prueba un sistema de propulsión solareléctrica (PSE) de 50 kWe, mientras la cápsula Orión tendría una prueba completa de navegación, acoplamiento y aterrizaje, imprescindible para futuras misiones, incluyendo tecnología de sistemas de retropropulsión supersónica (SRS). Sobre este último tema, aunque es cierto que dentro de los proyectos de la empresa SpaceX está el uso del cohete Falcon 9 con aterrizaje vertical, la solución inmediata podría venir también del proyecto Red Dragon de la misma compañía, que propone una cápsula para el descenso con carga pesada, con tecnología SRS. La atmósfera de Marte se compone de 95% dióxido de carbono, 3% nitrógeno, 1.5% argón y trazas de oxígeno.