¿Por qué si sabemos que algo está mal –la mayoría de la gente lo sabe– aun así tenemos estos ‘lapsus brutus’ morales?
Qué tanto es tantito
Es curioso cómo funciona nuestro cerebro cuando la teoría del factor de tolerancia entra en acción. En uno de sus experimentos más conocidos, la tarea de la matriz, Ariely y sus colaboradores ofrecían a los estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachussets la posibilidad de ganar hasta diez dólares si lograban resolver una serie de sencillas operaciones matemáticas. Tenían cinco minutos para resolver cuantas pudieran, y por cada respuesta correcta ganarían 50 centavos. Los investigadores sabían que el promedio de matrices resueltas en ese tiempo era de cuatro; es decir, dos dólares. Sin embargo, a unos de los grupos que participaban en el experimento se les dio la oportunidad de engañar: al finalizar el test, en lugar de entregarlo al encargado para que verificara las respuestas y les pagara lo debido, se dejó que los muchachos contaran las matrices correctas y llevaran el papel a una trituradora en el aula. Luego debían decirle al encargado cuántas respuestas habían tenido. ¿Qué ocurrió? Lo que seguramente ya se imagina. Al haber desechado la evidencia, los jóvenes decían haber resuelto más problemas que el grupo de control, el cual no tuvo oportunidad de engañar. No obstante –y aquí entra la teoría del factor de tolerancia–, a pesar de que pudieron haber exagerado sus resultados a placer, la gran mayoría de los participantes sólo aseguró haber resuelto seis en promedio. Dos era la línea en la que la mayoría estaban cómodos. Todos engañaron, pero sólo un poco. Era su límite permitido.
Y, ¿qué pasó cuando en una etapa última del experimento se les ofreció nada menos que 10 dólares por respuesta correcta? –pregunta Aliery– ¿Aumentó el grado de engaño en proporción a la cantidad de dinero ofrecida? Pues increíblemente, no. En cambio, cuenta el investigador, “el grado de engaño era ligeramente inferior”. En lugar de que el nivel de deshonestidad creciera conforme aumentaba la recompensa, éste se vio ligeramente disminuido, pues los participantes marcaban sólo cuatro matrices resueltas. La razón, dice Dan Ariely, es que “ganar 10 dólares por matriz no equivale a tomar un lápiz de la oficina; se parece más a tomar varias cajas de bolígrafos, una engrapadora y un paquete de papel de impresora, lo cual es mucho más difícil de pasar por alto o racionalizar”.