Sabías que...
Y es que la obsesión por el pasado y el legado histórico, el culto a las raíces legendarias, es uno de los elementos de cohesión más sólidos dentro de la compleja ritualística que caracteriza a estos grupos. Es en esa atávica tradición y en esas, presuntamente, antiquísimas costumbres, que las mafias del sur de Italia encuentran legitimidad y formalizan su inquebrantable esprit de corps. Y es que, a pesar de las diferencias en usos y costumbres, las cuatro grandes organizaciones mafiosas del sur de Italia comparten esa impenetrable cultura del secreto y del silencio, así como la tradición ritualística ligada al ingreso de nuevos miembros en la “familia”. La ‘Ndràngheta en Calabria, la Cosa Nostra en Sicilia, la Camorra en Nápoles (la Sacra Corona Unita en Apulia, nacida en los años 70, sería la cuarta en discordia), sustentan sus códigos de honor enfermizo y su ética criminal en mitos comunes, muy especialmente el de Osso, Mastrosso y Carcagnosso, tres caballeros españoles que en el siglo XV, tras treinta años de cautiverio en la isla de Favignana, habrían fundado las tres organizaciones con un denominador común: el código de honor y la omertà, que han de regir día y noche el comportamiento de cualquier integrante de estos tres grupos. Naturalmente se trata de una leyenda inventada que, no obstante, ha sido abrazada por las tres organizaciones como una suerte de mito fundacional que les otorga un supuesto origen noble y remoto del cual sentirse orgullosos y en torno al cual dotarles de orgullo de pertenencia.
En realidad, la organización interna de las mafias italianas, sus costumbres, mecanismos de captación de nuevos miembros y rituales de iniciación y paso eran un absoluto misterio fuera de los círculos familiares y clientelares sobre los que éstas se sustentaban hasta hace no demasiado tiempo. Todo cambió en 1983, en el contexto del llamado Maxi Proceso de Palermo, en el que cientos de acusados fueron procesados por delitos vinculados a actividades mafiosas. Nunca antes tantos gánsteres se habían sentado juntos en el banquillo de los acusados; pero sin duda el más célebre de todos es Tommaso Buscetta, considerado el primer pentito de alto rango en la historia del crimen organizado italiano, el primer capo mafioso arrepentido que decidió romper el primer mandamiento de la Cosa Nostra, el sagrado principio del silencio a cualquier precio: la omertà. El arrepentimiento de Buscetta, en realidad, no partía de voluntad alguna de colaborar con la justicia. Durante años había amasado una formidable fortuna en Sudamérica, debido al narcotráfico, pero su suerte cambió en el transcurso de la llamada “segunda guerra de la mafia”, que certificó la supremacía en Sicilia del clan de los corleonesi y de su líder y cabeza visible, Salvatore “Totò” Riina. Dos de las víctimas de la furia de Riina fueron, precisamente, los dos hijos de Buscetta, “eliminados” mediante el procedimiento de la “lupara bianca”, es decir, un crimen limpio de los que no dejan el menor rastro. Tras un fallido intento de suicidio Buscetta, resentido contra sus viejos camaradas de la Cosa Nostra, decidió devolver el golpe a su manera: traicionando las leyes atávicas de la mafia, saltándose los códigos de honor más elementales, colaborando con la justicia y delatando a sus antiguos “hermanos” mafiosos. Sin duda un comportamiento indigno para un uomo d’onore de altísimo rango como él. Buscetta abrió la veda, y después de él vendrían otros pentiti que, con cuentagotas, irían revelando en años y décadas sucesivas algunos de los secretos mejor guardados de la mafia italiana. La ‘Ndràngheta calabresa es la organización mafiosa más poderosas y global de Italia, tras desplazar a la Cosa Nostra siciliana desde mediados de la década de los 90.