Mexico al descubierto
La ruta de Sor Juana
Las tardes de sor Juana Inés de la Cruz –nacida Juana de Asbaje, una de las más grandes figuras literarias que ha tenido nuestro país– estuvieron pobladas, muy probablemente, por la fría neblina que cae al alba sobre Tlalmanalco, ubicado justo en la línea del parteaguas occidental del volcán Iztaccíhuatl. El aire helado de invierno resopla y limpia los templos por donde caminaba Juana en su renuncia a toda vida civil en favor de los libros y el conocimiento, a los que sólo pudo acceder convirtiéndose en monja.
La Capilla Abierta de Tlalmanalco es nuestra primera parada, pues esconde los recintos sacros más espectaculares de todo el Estado de México y supone un sitio donde Juana atestiguó la conversión de miles de indígenas al catolicismo. La riqueza de símbolos y detalles labrados en la piedra de esta capilla son algo realmente digno de verse; sus arcos y sus muros hacen una exquisita mixtura de estilos plateresco, gótico y tequitqui (del náhuatl “vasallo”), como nombró el historiador José Moreno Villa a la influencia indígena en el arte sacro europeo. Se trata de un espacio abierto sin cúpulas que algunos dicen quedó inconcluso, aunque otros aseguran que fue expresamente dejado sin cúpulas para dar la misa abierta, desde un púlpito especial sobre la multitud apostada en el atrio. De cualquier manera, esta capilla constituye todavía un edificio que recuerda lo dionisiaco: en sus arcos aún se pueden ver figuras tomadas de las manos en una danza macabra hacia la muerte, así como un bestiario simbólico indígena que incluye calaveritas, huesos, perros y serafines. Resalta también un macho cabrío, símbolo de la lujuria, así como unos atlantes. Se conserva también el retrato de quien se presume fue el autor de este conjunto arquitectónico, el cura Martín de Valencia, uno de los llamados “doce apóstoles” franciscanos seleccionados para viajar al territorio conquistado de la Nueva España a fin de convertirla, sin tregua, al cristianismo. Junto a esta capilla se encuentra la iglesia de San Luis de Tolosa, que algunos consideran el templo cristiano más antiguo de México pues se terminó de construir en 1532, justo encima de donde se encontraban los centros ceremoniales indígenas.
Ubicado a unos 50 kilómetros de la Ciudad de México, Tlalmanalco fue mucho tiempo un lugar donde convergían distintas rutas
comerciales y los viajeros que llegaban a esa parada solían apearse en el llamado Portal de Peregrinos, una estructura restaurada de 15 arcos que aún se puede visitar. Al lado está el edificio del Palacio Municipal, antiguo hospital Betlemita, que hoy alberga al Museo Comunitario Nonohualca, habitado por piezas arqueológicas del periodo preclásico halladas en la zona.
Además de los sitios culturales, la envidiable ubicación al pie de la “Mujer blanca”, como le dicen al magnífico volcán, ofrece parajes naturales que no debemos perdernos, como los parques ecoturísticos (el de Dos Aguas o el de San Juan Atzacualoya son buenas opciones) donde hay paredes de roca natural para practicar rappel, tirolesa, y caballos y cabañas de renta. Quizá éste sea también el mejor lugar para llenar el hambre, pues en Tlalmanalco sirven los mejores mixiotes de pollo o de carnero de la región. Hay que probar el mole con guajolote y la carne de cerdo en chile mulato, que preparan con la receta tradicional.
La Hacienda
Para seguir con la ruta de la escritora novohispana es buena idea viajar hasta San Miguel Nepantla, en el municipio de Tepetlixpa, donde se puede visitar el lugar de nacimiento de Juana Inés. La que se supone fue su casa, hoy es un centro cultural con su nombre, repleto de objetos alusivos como cuadros de la poeta, estrofas de sus escritos y las ruinas de la habitación donde vio la luz por primera vez.
A unos 10 kilómetros de allí hay que visitar Ozumba de Alzate, donde se encuentran las parroquias de la Purísima Concepción (en el centro) y la de San Vicente Ferrer, una de las pocas construidas durante el siglo XVI, la cual aún conserva su fachada barroca y combina también los estilos mudéjar y plateresco. Se sabe que fue en esta pila bautismal donde sor Juana fue bautizada. Para comprender la infancia de esta escritora del Siglo de Oro hay que dirigirnos luego hacia la antigua Hacienda de Panoaya, donde la llamada “Décima musa” pasó sus primeros ocho años y donde prácticamente se enseñó sola al tomar las lecciones de su hermana mayor a escondidas de su madre. Esta hacienda pertenecía a su abuelo materno, dueño de una amplia biblioteca, por lo que Juana inició su vida lectora retirada del
mundo exterior entre estos muros. Se dice que cuando su abuelo murió y su madre se encargó de la finca, la pequeña Juana salía a las terrazas sólo para aprender náhuatl de los esclavos que sembraban trigo y maíz. Actualmente dicha hacienda forma parte de un complejo turístico que incluye un hotel, lugares para acampar, áreas de picnic y, muy notablemente, un laberinto inglés de setos altos, muy similar al que aparece en una famosa película del director Stanley Kubrick ( El resplandor).
A unos cuantos minutos, en Amecameca, se puede aprovechar para ver el atrio de la Parroquia de la Asunción, un imponente edificio de capillas laterales que alberga retablos barrocos y un claustro. A poca distancia está también el santuario del Señor del Sacromonte, un Cristo elaborado con caña de maíz que pesa aproximadamente tres kilos y que cada Miércoles de Ceniza atrae peregrinos que suben por el cerro rezando el viacrucis para venerarlo mientras las bandas de música tocan a fin de acompañar la procesión. Como muchas referencias históricas de la vida de sor Juana, este dato también se pelea, pero se dice que en este centro religioso la “Décima musa” asistía a misa los domingos.
Lo cierto es que, a mediados del siglo XVII, una bella jovencita hija de un militar vasco caminó por los rumbos de Amecameca antes de ordenarse religiosa. Aquella joven nunca se conformó con el destino trazado para las mujeres de la época: Juana de Asbaje renunció a casi todo por amor a los libros y se convirtió en una de las más grandes figuras literarias de nuestro país hasta su muerte a los 43 años.