A la luz de la razón
Las personas podrían ser ‘inmortales’ al permanecer congeladas hasta ser revividas en el futuro, cuando la ciencia pueda vencer a la muerte. De este modo funciona la criopreservación.
Celebridades congeladas.
La leyenda dice que Walt Disney fue procesado criogénicamente y en el futuro será reanimado para que las siguientes generaciones puedan disfrutar de su talento. Esta aseveración no surge nada más entre copas y en un bar: también la he escuchado en los pasillos de la oficina y en boca de personas que suelen emitir opiniones sensatas. A pesar de que los biógrafos oficiales de Disney han desmentido el mito urbano más de una vez, éste pertenece a la especie de los que se niegan a morir. La persistencia del rumor se debe, por un lado, a que Disney dejó un hueco muy grande en los corazones de sus fans, y por otro, a que los teóricos de la conspiración rechazan las explicaciones racionales. Cuando se les confronta con la verdad, a saber: que Walter Elias Disney fue cremado y que sus restos reposan en el cementerio Forest Lawn Memorial Park de Glendale, California, reviran: “Ah, eso es lo que ellos quieren que tú creas. El cuerpo intacto del genio está en su amada Disneylandia, debajo de la atracción de Los Piratas del Caribe”. Sí, leyeron bien: eso es lo que muchas personas sostienen. Supongo que, en el fondo, nunca salieron de Fantasilandia.
Otros ídolos de la cultura popular estadounidense que supuestamente yacen en el paraíso de la criónica son el actor John Wayne y el cantante Michael Jackson. Dato curioso: dentro de la mitología urbana, Elvis no está congelado. El único “Frozen Elvis” que arrojaron mis búsquedas de Internet es un postre de plátano cubierto de chocolate con cacahuate (se ve delicioso, por cierto). Lo que sí se cuenta es que “El Rey” está vivo… o al menos, que vivió oculto durante años bajo el programa de protección de testigos del FBI, tras haber revelado los trapos sucios de la mafia. Pero bueno, los mitos en torno a Elvis y a los múltiples “avistamientos” del ídolo –generalmente, comprando comida– merecen un artículo aparte.
El origen de ciertas leyendas urbanas suele ser más interesante que la misma leyenda, como es el caso de “Walt congelado”. Empecemos por situar el contexto. El rumor surgió a finales de la década de los 60 y principios de los 70, cuando la exploración espacial era ya una realidad y las promesas de la ciencia ficción parecían cada vez más alcanzables. En 1966 un tal Bob Nelson, ex técnico de televisores, se convirtió en presidente de la Cryonics Society of California. Seis años después, en 1972, Nelson declaró al diario Los Angeles Times: “Disney quería ser congelado. Muchas personas piensan que en efecto lo fue (…) La verdad es que Walt se lo perdió. Nunca dejó su voluntad por escrito, y cuando murió, la familia no quiso saber nada de eso. Lo cremaron. Yo vi sus cenizas personalmente. Están en Forest Lawn. Dos semanas más tarde, congelamos al primer ser humano. Si Disney hubiera sido el primero, habría sido un gran impulso para la criónica. Pero así es la vida”. A pesar de que Nelson dijo la verdad, la gente leyó y creyó lo que le dio la gana. Finalmente, los genios son excéntricos y es bien sabido que las bajas temperaturas garantizan la inmortalidad… ¿o no?
Pero vamos por partes.
Gélido antídoto contra la muerte
Para empezar, la criónica o criopreservación sí existe. Su nombre proviene
del griego kryos, que significa “helado”. Puede definirse como la preservación a baja temperatura de animales (incluyendo humanos) que la medicina actual ya no puede mantener vivos, con el propósito de aguardar a que la futura tecnología médica pueda reanimarlos. En pocas palabras, es un conjunto de técnicas que pretenden ganar tiempo mientras la ciencia y la tecnología logran vencer a la muerte. Alcor, la compañía líder en criónica al día de hoy, asegura que esta práctica es justificable partiendo de tres premisas básicas:
1. Que la vida puede detenerse y reiniciarse cuando se preserva su estructura.
2. Que la vitrificación –no el congelamiento– es capaz de preservar muy bien la estructura biológica. Al parecer, los cristales de hielo dañan las células a tal grado que no hay recuperación posible después del congelamiento. En cambio, el uso de ciertos crioprotectores, como el glicerol, inhibe la formación de cristales de hielo. La vitrificación preserva los tejidos en estado vítreo, es decir, en un estado sólido amorfo parecido al vidrio, que carece de toda estructura cristalina.
3. Que los métodos para reparar las estructuras celulares a nivel molecular ya pueden anticiparse. La ciencia de la nanotecnología eventualmente nos permitirá construir herramientas capaces de regenerar a las células individuales, molécula a molécula. En teoría podremos recobrar las estructuras cerebrales básicas donde se encuentran la memoria y la personalidad.
Estas tres premisas han desatado diversas polémicas de índole ética, médica, social, legal, religiosa y hasta ambiental, entre ellas:
> El proceso sólo puede llevarse a cabo en humanos cuando los pacientes han sido declarados legalmente muertos. De acuerdo con algunos detractores de la criónica, esto significa que los órganos también están muertos, así que los crioprotectores no pueden llegar a todas las células.
> Es posible que la memoria y la identidad se pierdan irreversiblemente después de la muerte, y también que existan daños cerebrales durante un mal proceso de criogenización. En ese caso, ¿qué o quién “regresa” del estado suspendido?
> Como sólo unos cuantos pueden darse el lujo de pagar por este servicio, el nivel económico dictará quién vive y quién muere.
> En vez de querer revivir gente muerta, ¿no deberíamos enfocar nuestros recursos en mejorar la vida de tantas personas que hoy sufren violencia, hambre, injusticia…?
> ¿Cómo puede nuestro planeta, ya de por sí al borde del colapso ambiental, mantener a una especie de ‘inmortales’?
En busca de la eternidad
Todo lo anterior parece lluvia de ideas para un episodio de la serie Black Mirror. Sin embargo, como bien nos recuerda José Luis Cordeiro, académico de la Singularity University (Silicon Valley, Estados Unidos) e integrante del Millenium Project, del Instituto Smithsoniano: “La criopreservación humana comenzó medio siglo atrás, y desde entonces se han criopreservado cientos de personas. De hecho, la misma tecnología se utiliza para criopreservar esperma, óvulos, embriones, tejidos y órganos. Hoy viven miles de personas que han nacido después de haber sido embriones criopreservados, la prueba de que la criopreservación funciona. Yo estimo que a mediados de este siglo podremos reanimar a las personas que
hayan sido criopreservadas”. Por otro lado, es un hecho que el criobiólogo Gregory M. Fahy, de la empresa Twenty-First Century Medicine, empleó la vitrificación para congelar el riñón de un conejo. Mantuvo el órgano en nitrógeno líquido y después volvió a trasplantarlo en el animal, a la vez que le extrajo el otro para asegurar la precisión del experimento. El conejo vivió un mes más, hasta que fue sacrificado con el fin de estudiar cómo habían reaccionado sus órganos después de la trasplantación.
Por lo tanto…
Con tantas empresas dedicadas a la criopreservación y excéntricos con ganas de vivir para siempre, no resulta descabellado creer que algunos aspirantes a la inmortalidad fueron (¿son?) personajes célebres. Sin embargo, no hay pruebas que respalden esta hipótesis, y sí muchos datos confiables que la refutan. ¿Qué pasará cuando ciertas “celebridades” trasciendan sus quince minutos de fama al comprar la inmortalidad? ¿De veras queremos un futuro lleno de Kardashians? Es duda legítima.