La reina de tiburones
Esta joven bióloga, investigadora y conservacionista marina está especializada en el estudio de los escualos en su hábitat natural y lucha por concienciar al planeta de que están entre los animales más amenazados del océano.
Uno va por la vida quejándose de su trabajo hasta que conoce a la bióloga y conservacionista Ocean Ramsey.
En 2012, más de dos millones de personas pudieron ver en internet las fotos y videos de una mujer que buceaba agarrada con suavidad a la aleta dorsal de un tiburón blanco para acompañarlo en su avance por aguas del Pacífico Norte. No eran efectos especiales. Esa chica era la estadounidense Ocean Ramsey, de sólo 25 años –hoy tiene 33– y nacida en Oahu (Hawái). Su idea no era volverse la persona del momento en internet, porque no se trata de una aventurera ni practica deportes extremos; es bióloga marina e hizo de la conservación de los tiburones el leitmotiv de su vida. Aquella ocasión participaba en una campaña para preservar los océanos patrocinada por la firma de cámaras GoPro cuando, en una de sus inmersiones, se topó con cinco tiburones blancos. Ramsey pensó que el lugar más seguro para ella era justo la aleta de una hembra de gran tamaño a la que bautizó con el nombre de Bella. No fue una decisión arbitraria: nadar junto a esos animales es peligroso, y esta buzo profesional lo sabe, pero su experiencia de miles de inmersiones a lo largo de los años han hecho de ella el ser humano que más contactos ha tenido con los tiburones. Con aquel video consiguió que cambiara la percepción sobre estas magníficas y aterradoras criaturas.
Años después, en enero de 2019, en aguas de Hawái próximas a su natal Oahu, Ramsey vio y tocó –le puso la mano sobre el lomo y aleta lateral– al tiburón blanco más grande conocido hasta la fecha. Era una hembra de más de seis metros de longitud y unos 50 años. Por el tamaño, los científicos pensaron que se trataba de Deep Blue, el ejemplar más gigantesco encontrado y grabado hasta ese momento, que había sido visto en 2015 cerca de la isla de Guadalupe, en el Pacífico mexicano. Ramsey narró para Muy aquel histórico encuentro: “No se trataba de Deep Blue, era aún más grande. La bautizamos como Grandma, y es el tiburón más pacífico con el que he entrado
en contacto jamás. Nunca se mostró amenazante. Observé su comportamiento mientras se alimentaba de los restos de un cachalote. Vi las cicatrices que tenía cuando buceaba por encima de ella. No le interesaban los delfines que nadaban cerca ni los seres humanos”.
Un mundo ajeno
Lo normal al contemplar lo que hace Ramsey es pensar que está arriesgando su vida al límite y que, tarde o temprano, una de estas criaturas se la va a desayunar, como a veces pasa con los domadores de leones que son atacados por sorpresa. Pero la diferencia es sustancial: los domadores tratan de amaestrar animales salvajes confinándolos en un habitáculo humano. En el océano, en cambio, no existen tiburones domesticados. Ramsey lleva nadando con ellos desde los 14 años. “Puedo contener la respiración durante seis minutos y medio y descender, buceando, más de 60 metros”, nos explica. Pero tiene siempre en mente que, cada vez que se sumerge, invade un mundo que no es el suyo, y eso es lo que la mantiene a salvo.
Su encuentro con Grandma no sólo despertó admiración, también críticas. La revista Hakai Magazine publicó un artículo en el que tachaba a la bióloga marina de “influencer de Instagram [...] que sacrifica su seguridad y la del tiburón para obtener la foto perfecta”. Por su parte, Michael Domeier, director del Instituto de Ciencias para la Conservación Marina (MCSI), de Estados Unidos, declaró a The Washington Post que el video era “irresponsable” por sugerir que los tiburones blancos no son peligrosos. Ramsey, en su libro What You Should Know About Sharks ( Lo que deberías saber sobre los tiburones), confiesa que es consciente de que estadísticamente está aumentando la posibilidad de que un día sea atacada o pueda morir por culpa de un escualo –igual que un bombero puede perecer en un incendio–, pero que si eso ocurre, será por culpa de ella.
Un CV para presumir
Ramsey participó como doble en películas como Into the Blue 2:
The Reef (2009) haciendo buceo libre, pero también en escenas de persecuciones de coches, carreras de motocross, caídas... También fue especialista de cine en las superproducciones Viaje
al centro de la Tierra 2 (2012) y Kong: la isla Calavera (2017), y de actriz en un capítulo de la serie Hawaii 5-0 (2017). Estudió Biología Marina en la Universidad de Hawái en Manoa y la Universidad Estatal de San Diego. Fundó organizaciones dedicadas al estudio de los tiburones –One Ocean Research (oneoceanhawaii.com)– y a la planificación de inmersiones de buceo para educar a los turistas que quieran ver escualos con sus propios ojos –One Ocean Diving (oneoceandiving.com)–. Domina las redes sociales: sus cuentas en Instagram y Facebook tienen decenas de miles de seguidores y los videos con sus inmersiones siguen asombrando a millones de espectadores.
De la lectura de su obra se desprende que algunas especies de tiburones –como los blancos o los tigre– pueden ser muy peligrosos. Admite que el contacto físico con una criatura salvaje es un tema controvertido en los foros medioambientales, pero argumenta que, según su experiencia, algunos escualos buscan precisamente la interacción y el contacto y que, en ocasiones, empujar a un tiburón es del todo necesario para evitar un ataque. Asimismo, en su libro manda un mensaje a muchos colegas académicos que pasan casi toda la vida atados a las clases y sólo buscan publicar en revistas científicas. Ella considera preferible hacer algo para intentar salvar a muchas especies de la extinción.
Desde que Steven Spielberg aterrorizó a la audiencia planetaria con Tiburón (1975), la gente piensa que el peligro número uno en el mar son los escualos, y eso, defiende Ramsey, es falso. En el periodo 2011-2015 se registraron ocho muertes en promedio en todo el mundo por ataques de estos animales. La cifra bajó más en los últimos años –cuatro en 2016 y 2018, y cinco en 2017 y 2019–. En cambio, las medusas matan, sólo en Filipinas, a entre 20 y 40 personas al año, y se registran unos 150 millones de picaduras en todo el planeta. Y de acuerdo con los cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el animal más letal para los humanos es en realidad el mosquito, con unas 800,000 muertes anuales como consecuencia de sus picaduras, ya que transmiten enfermedades como el dengue, la malaria, la fiebre amarilla, el virus del Zika o el del Nilo Occidental.
Parece relativamente sencillo aplastar a un mosquito con el clásico chanclazo, pero es que hacemos algo muy parecido con los tiburones: según Ramsey, acabamos con entre 70 y 100 millones de ejemplares al año. La mayoría de las veces se les corta la aleta dorsal –que representa menos de 5% de su masa– para hacer sopa y se arroja el cuerpo mutilado –normalmente aún con vida– al océano, una cruel práctica llamada finning. Para abastecer el mercado de aletas de tiburón se condena a los escualos a una muerte agonizante en las profundidades marinas, donde fallecen por asfixia –sin aletas no son capaces de nadar ni, por tanto, de lograr que el agua cargada de oxígeno pase por sus branquias–, desangrados o devorados por otros animales.
Con todo respeto
¿Podríamos decir que cualquier persona puede nadar tranquilamente junto a escualos? “No recomendaría a nadie que se zambullera en aguas con tiburones; pero diría a cualquiera que nos acompañe a mi equipo de especialistas y a mí para verlos”, responde en referencia a One Ocean Diving, una organización hawaiana que fundó y se dedica a dar a conocer a estos animales mediante inmersiones controladas. “Enseñamos lo que hay que hacer para lograr una interacción respetuosa. A veces, durante las inmersiones, ha ocurrido que los tiburones se han acercado demasiado a las personas, se han mostrado muy competitivos entre sí, y hemos tenido que sacar a la gente de ahí”. Pero eso forma parte del aprendizaje.
Junto con su esposo, Juan Oliphant, videofotógrafo también conocido con el nombre de Juan Sharks, Ramsey lleva casi dos décadas sumergiéndose para estudiar el comportamiento y lenguaje corporal de varias especies de escualos. Su actividad no ha estado exenta de errores o peligros. En una ocasión, en las Bahamas, un tiburón se dedicó a perseguir los reflejos que despedían las gafas de buceo con efecto espejo que llevaba, hasta que Ramsey logró taparlas en el último momento. Por ello, la mayoría de las veces evita llevar este tipo de máscaras.
El conocimiento que ha adquirido le sirve para protegerse de las tentativas de ataque por parte de los tiburones. “Me han perseguido bastantes veces y me he tenido que defender físicamente, pero por mi decisión de seguir adelante. Sin embargo, no permito que los demás continúen en el agua. Crecí en Tahití, donde es común verte rodeada por escualos, y tienes que defenderte”, explica. Ramsey entrena a los miembros de su equipo y a los turistas para que sepan reaccionar ante situaciones adversas. “Da miedo oír esto”, admite, pero matiza que los tiburones no se dedican a perseguir a los seres humanos. Un humano es algo extraño y diferente a un león marino, un calamar o una tortuga, sus presas favoritas. “Los ataques a personas son muy raros. Normalmente se trata de tiburones muy hambrientos o ciegos. Y cuando compiten entre ellos por el espacio, lo mejor es alejarse”, advierte.
Sus videos están rompiendo el estereotipo cinematográfico. En Tiburón, Spielberg presentaba una criatura terrible con un alto grado de inteligencia. Y la serie de filmes de terror Sharknado –¡ se rodaron seis!–, que muestra una lluvia de escualos que caen sobre las personas para destrozarlas, roza el ridículo. “Podemos mostrar una perspectiva más realista. Son depredadores, no monstruos. El modo en que se les ha retratado es tan falso que confunde, asusta y dificulta la tarea de protegerlos. Tras pasar tanto tiempo con ellos, descubres lo increíbles, inteligentes y evolucionados que son, y su importancia en los ecosistemas marinos”, amplía la bióloga.
La primera lección para los que la acompañan en sus inmersiones es que hay que permanecer alerta, jamás confiarse y tener en mente que el animal puede atacarlos. Los tiburones tienen ojos complejos y bien adaptados, pero la vista no es su fuerte –los de la especie tigre no parecen capaces de reconocer objetos pequeños–; en cambio, tienen un oído espectacular.
En una ocasión, Ramsey estaba buceando con la legendaria oceanógrafa Sylvia Earle en la isla del Coco, a 600 km de Costa Rica, en aguas azules, rodeadas de delfines de nariz de botella y tiburones sedosos, cuando de improviso los
Las medusas son mucho más letales que los escualos: sólo en Filipinas, acaban con la vida de entre 20 y 40 personas al año.
escualos voltearon hacia algo que ellas no podían ver ni oír. Y es que una bandada de aves, potencial menú para tiburones blancos y tigre, se estaban zambullendo a unos dos kilómetros de allí.
El mito de la sangre
Los escualos, además, pueden oler. En las cintas, los pescadores suelen arrojar carnaza al agua para atraerlos. ¿Pero es cierto que les gusta la sangre humana?
“No”, puntualiza la investigadora, a quien algunas mujeres le preguntan si pueden bucear con tiburones cuando tienen la regla; Ramsey ha comprobado que no representa ningún problema en lo absoluto.
En otro momento una compañera se hirió con un coral y, al acudir en su ayuda, Ramsey también se hizo una herida en la pierna. Estaban rodeadas de decenas de tiburones de punta negra –identificables por el contorno oscuro de sus aletas– y tiburones grises de arrecifes. La bióloga veía salir la sangre de las dos en hilachas verdosas –a la profundidad a la que estaban no se distingue el rojo–, y los escualos no reaccionaron. Tampoco les interesa la orina humana.
Asimismo, suele pensarse que cuando un tiburón muerde a una persona vuelve por esa presa una y otra vez, aunque lo cierto es que las acometidas múltiples son raras en extremo. Estos animales suelen atacar a sus objetos de caza con mordiscos de tanteo para comprobar su sabor y, por fortuna, no estamos en su menú; pero eso no significa que no podamos morir desangrados por una sola mordedura.
¿Qué los atrae entonces? Ramsey destaca los motores de los barcos y botes, los restos de pescado, cualquier animal muerto, los artilugios electrónicos –una vez Juan Sharks tuvo que vérselas con un tiburón que le había arrebatado la cámara porque no quería perder las fotos–, los objetos de plástico reflectantes o con colores brillantes y las ligas para el pelo. Tampoco es buena idea zambullirse con un traje de buceo amarillo fosforescente. De hecho, ella ha diseñado el suyo, oscuro y discreto, parecido a los trajes militares de camuflaje, con gafas negras y largas aletas.
Según su experiencia, cada especie de tiburón presenta una personalidad distinta y, por ello, lo primero que hay que hacer si nos encontramos con uno es identificar al ejemplar. “He interactuado con más de 30 variedades en distintas condiciones y escenarios del mundo para estudiar su comportamiento social, su lenguaje corporal y su manera de luchar”, detalla la experta, que ha observado las etapas por las que pasa cada uno antes de enfrentarse a otro escualo, qué los incomoda o hace enojar, las señales que transmiten y, sobre todo, aquello que les produce curiosidad. Entender este lenguaje es una herramienta fundamental de supervivencia.
La experiencia le ha permitido a Ramsey “bucear” en el tipo de personalidad de cada uno. Por ejemplo, los grandes tiburones blancos, cuando alcanzan la madurez, se hacen más cautos, pero antes de ser adultos muestran menos precauciones a la hora de acercarse a los humanos.
Lo mismo sucede con los tiburones tigre. En cambio, ocurre lo contrario con los de punta blanca –que se caracterizan por tener blanco el extremo de las aletas– y los marrajos –también conocidos como mako o de aleta corta–.
Los escualos que se comportan como jefes y son dominantes en su grupo suelen merodear en solitario y desafían a las personas o cualquier cosa que les produzca curiosidad.
Conocimiento profundo
Lo cierto es que debemos tratarlos con mucho respeto y nunca darles la espalda. Los hay que tienen gran confianza en sí mismos y no se asustan ni se sienten amenazados por la presencia humana, pero tampoco nos prestan atención. Los jóvenes y adolescentes suelen ser más peligrosos, ya que están explorando sus límites. Antes de mantener un encuentro con grandes depredadores, hay que
No se dedican a perseguir a los humanos porque no les gusta nuestro sabor. Sus presas favoritas son leones marinos, calamares y tortugas.
tenerlos con los de menor tamaño, explica Ramsey. Los tiburones suelen producir dos sentimientos extremos: o nos aterrorizan o los infravaloramos. “Nunca hay que subestimarlos”, advierte la experta, pero tampoco hay que dejarse engañar por los nombres populares.
Un tiburón tigre suena muy peligroso; sin embargo, por ejemplo los de las Galápagos “son como los pitbulls de los escualos, muy territoriales”.
Tampoco es buena idea salir de la jaula para ver tiburones blancos; es mejor observarlos con seguridad para aprender sus reacciones antes que aventurarse.
Y si llega el momento de estar frente a frente, Ramsey aconseja no chapotear ni dar palmadas en el agua; nadar y bucear siempre en posición vertical y con algún compañero que nos cuide la espalda, girando constantemente la cabeza para ver lo que hay alrededor; nunca debemos bajar la guardia. Siempre hay que tratar de identificar a los individuos dominantes o que provocan desafíos y nunca asumiremos que el tiburón nos va a ceder espacio para maniobrar, debemos tener en cuenta que pueden mordernos en cualquier momento.
Tampoco debemos bucear en lugares donde se descarga carnaza o residuos ni hacerlo con mascotas. Asimismo, hay que asumir que cuando aparece un escualo, muy cerca puede haber más. Y si estás practicando pesca submarina y te topas con uno, debes soltar las presas para alejarlas de ti e iniciar la retirada. Porque una retirada a tiempo es una victoria y, en este caso, puede hasta salvarnos la vida.