Mitos y leyendas
La inquietante posibilidad de que exista alguien idéntico a nosotros en algún lugar del mundo ha obsesionado a mitógrafos, escritores y cineastas.
¿Será cierto eso de que todos tenemos un gemelo perdido?
¿ Cuántas veces nos hemos sobresaltado al ver a una persona en extremo parecida a otra que conocemos, o bien nos han dicho que vieron a un individuo físicamente igual a nosotros? Tales seres vendrían siendo nuestros doppelgänger, que en buen alemán significa “el doble caminante” o “el que camina al lado”. El término fue acuñado por el escritor germano Johann Paul Richter, quien lo utilizó por primera vez en su novela Siebenkäs, publicada en Berlín hacia finales del siglo XVIII. En ella, el autor romántico cuenta la historia de Firmian Stanislaus Siebenkäs, un abogado cuyo mejor amigo, Heinrich Leibgeber, es tan parecido a él que resulta ser su doble, su doppelgänger. Aprovechando su condición de “gemelos”, los dos hombres juegan a intercambiar sus roles, lo cual provoca tragicómicas situaciones. Respecto a dicha similitud, Richter describe que se trataba de “dos cuerpos idénticos [...] ambos tenían el mismo destello en los ojos, la misma estatura, delgadez y todo; los caprichos de la naturaleza en la semejanza de rostros son más frecuentes de lo que se cree”.
Dualidades míticas
En efecto, el doppelgänger de Richter es considerado el precursor del doble como figura recurrente en la literatura fantástica del siglo XIX a la fecha; sin embargo, la noción del otro yo, con distintos nombres, se remonta a las más antiguas mitologías y tradiciones del planeta, ya sea como doble físico o espiritual, malandro o bonachón. De esta manera tenemos a Ka en Egipto, a Fravashi en Persia, a Ikiryo en Japón y al Nahualli en el México antiguo.
También se presentan en el pase de lista Vardøger en el folclor escandinavo, Hamingja y Fylgja en el nórdico, y Etiäinen en el finlandés, así como Coimimeadh y Wraith en el escocés, Fetch en el irlandés o Schutzgeist en el germánico, asociado este último directamente con el doppelgänger. Al listado se suman Rephaim, de la religión hebrea, y el Tulpa, del budismo. Aunque en la fe católica no existe una denominación para la figura del doble, sí se tiene el concepto de bilocación, según el cual un humano podría localizarse en dos sitios distantes al mismo tiempo.
En lista aparte están mitos clásicos, como el del griego Eidolon, que funge como el doble de un difunto, y el de Janos, deidad romana representada con dos caras, simbolizando su dualidad divina, así como la leyenda del general tebano Anfitrión. Se cuenta que este último fue suplantado por el dios Zeus, quien tomó su fisonomía para yacer con Alcmena, esposa del militar. Como resultado de este triángulo amoroso nacieron los gemelos Ificles (hijo de Anfitrión) y Heracles (hijo de Zeus). Esta truculenta historia de duplicidades, relatada en forma de comedia por el autor latino Plauto hacia 190 a.C., sería retomada por el dramaturgo francés Molière y su colega alemán Heinrich von Kleist para crear sus propias versiones en 1688 y 1807, respectivamente.
Casos extraños
Con todo este acopio de mitos y leyendas que derivarían en la figura del doppelgänger, a lo largo de los últimos dos siglos grandes autores han creado importantes
obras en torno a la fascinante noción del doble. De entre esa copiosa producción de literatura fantástica cabe destacar algunos de los títulos que por su gran éxito en papel han saltado a las pantallas.
En orden cronológico, empecemos con El doble (1846), de Fiódor Dostoievski. En esta novela el escritor ruso retrata a Yákov Petróvich Goliadkin, un empleado inseguro y retraído que sueña con ascender en la jerarquía burocrática y conquistar el amor de una chica de las altas esferas sociales. Cuando el personaje ve por completo frustrados sus anhelos, le aparece de la nada un doble. Se trata de un yo ideal que, con su misma fisonomía pero una personalidad extrovertida, usurpa su identidad y cumple dichos deseos. La trama del relato, que tiene lugar en la Rusia de la primera mitad del siglo XIX, fue trasladada al actual Reino Unido en la película homónima de 2013.
Seguimos con la que se considera la obra maestra del doppelgänger: El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson. El escritor escocés nos presenta en esta historia a un
acaudalado y respetable médico, Henry Jekyll, quien prepara una pócima que, al beberla, lo convierte en Edward Hyde, un ser monstruoso y abominable. En su desdoblamiento, este último sale de casa por las noches para entregarse a toda clase de excesos y cometer las peores fechorías; de día, vuelve a su hogar, recuperando el físico y buen comportamiento del galeno. El relato de Stevenson ha inspirado la realización de filmes como El secreto de Mary Reilly (1996), donde la protagonista es la sirvienta del doctor Jekyll, enamorada de este y víctima de su aterradora transformación en el funesto señor Hyde.
El doppelgänger mexicano
Coetáneo de Stevenson, Oscar Wilde también hizo su gran aportación a la literatura del doppelgänger en El retrato de Dorian Gray (1890): el autor irlandés cuenta la historia de un rico heredero que anhela conservar la belleza y juventud de su representación en un cuadro. Su deseo se cumple, pues mientras él conserva dichos atributos, las consecuencias de su vida de placeres y excesos se reflejan en el deterioro físico de su doble en el óleo. Sobresale entre las varias adaptaciones cinematográficas del relato de Wilde la realizada en 2009, donde se presenta de manera explícita el libertinaje que el autor tan sólo sugiere en su obra.
La contribución mexicana a las letras alrededor del doppelgänger está representada por Aura (1962). Carlos Fuentes narra en dicha trama la experiencia sobrenatural de Felipe Montero, un joven historiador que responde a una oferta de trabajo acudiendo a una vieja y lúgubre casona de la Ciudad de México donde supuestamente habitan dos mujeres: una anciana, Consuelo, y su presunta sobrina, una bella chica de nombre Aura. A la postre resulta que esta última es la versión juvenil de aquélla, como una estratagema para seducir al incauto muchacho. De esta pequeña gran obra maestra se ha realizado infinidad de cortometrajes y el largometraje italiano La bruja del amor (1966), cuyo guion acontece en un ruinoso y tétrico castillo de Roma.
Para concluir este mínimo recuento dedicado a la mitología y la literatura del doppelgänger, asomémonos a una obra más próxima en el tiempo: El hombre duplicado (2002). El escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, cuenta la historia de Tertuliano Máximo Afonso, un profesor introvertido que cree descubrir en una película al actor António Claro, un hombre físicamente idéntico a él pero con un carácter opuesto al suyo. Durante el desarrollo argumental se cae en cuenta de que en realidad se trata del mismo sujeto con una doble personalidad. La novela fue llevada al cine en 2013 —igual que El doble— con el título de Enemy y el eslogan “No puedes escapar de ti mismo”.