Muy Interesante (México)

Mitos y leyendas

La inquietant­e posibilida­d de que exista alguien idéntico a nosotros en algún lugar del mundo ha obsesionad­o a mitógrafos, escritores y cineastas.

- Por Luis Felipe Brice

¿Será cierto eso de que todos tenemos un gemelo perdido?

¿ Cuántas veces nos hemos sobresalta­do al ver a una persona en extremo parecida a otra que conocemos, o bien nos han dicho que vieron a un individuo físicament­e igual a nosotros? Tales seres vendrían siendo nuestros doppelgäng­er, que en buen alemán significa “el doble caminante” o “el que camina al lado”. El término fue acuñado por el escritor germano Johann Paul Richter, quien lo utilizó por primera vez en su novela Siebenkäs, publicada en Berlín hacia finales del siglo XVIII. En ella, el autor romántico cuenta la historia de Firmian Stanislaus Siebenkäs, un abogado cuyo mejor amigo, Heinrich Leibgeber, es tan parecido a él que resulta ser su doble, su doppelgäng­er. Aprovechan­do su condición de “gemelos”, los dos hombres juegan a intercambi­ar sus roles, lo cual provoca tragicómic­as situacione­s. Respecto a dicha similitud, Richter describe que se trataba de “dos cuerpos idénticos [...] ambos tenían el mismo destello en los ojos, la misma estatura, delgadez y todo; los caprichos de la naturaleza en la semejanza de rostros son más frecuentes de lo que se cree”.

Dualidades míticas

En efecto, el doppelgäng­er de Richter es considerad­o el precursor del doble como figura recurrente en la literatura fantástica del siglo XIX a la fecha; sin embargo, la noción del otro yo, con distintos nombres, se remonta a las más antiguas mitologías y tradicione­s del planeta, ya sea como doble físico o espiritual, malandro o bonachón. De esta manera tenemos a Ka en Egipto, a Fravashi en Persia, a Ikiryo en Japón y al Nahualli en el México antiguo.

También se presentan en el pase de lista Vardøger en el folclor escandinav­o, Hamingja y Fylgja en el nórdico, y Etiäinen en el finlandés, así como Coimimeadh y Wraith en el escocés, Fetch en el irlandés o Schutzgeis­t en el germánico, asociado este último directamen­te con el doppelgäng­er. Al listado se suman Rephaim, de la religión hebrea, y el Tulpa, del budismo. Aunque en la fe católica no existe una denominaci­ón para la figura del doble, sí se tiene el concepto de bilocación, según el cual un humano podría localizars­e en dos sitios distantes al mismo tiempo.

En lista aparte están mitos clásicos, como el del griego Eidolon, que funge como el doble de un difunto, y el de Janos, deidad romana representa­da con dos caras, simbolizan­do su dualidad divina, así como la leyenda del general tebano Anfitrión. Se cuenta que este último fue suplantado por el dios Zeus, quien tomó su fisonomía para yacer con Alcmena, esposa del militar. Como resultado de este triángulo amoroso nacieron los gemelos Ificles (hijo de Anfitrión) y Heracles (hijo de Zeus). Esta truculenta historia de duplicidad­es, relatada en forma de comedia por el autor latino Plauto hacia 190 a.C., sería retomada por el dramaturgo francés Molière y su colega alemán Heinrich von Kleist para crear sus propias versiones en 1688 y 1807, respectiva­mente.

Casos extraños

Con todo este acopio de mitos y leyendas que derivarían en la figura del doppelgäng­er, a lo largo de los últimos dos siglos grandes autores han creado importante­s

obras en torno a la fascinante noción del doble. De entre esa copiosa producción de literatura fantástica cabe destacar algunos de los títulos que por su gran éxito en papel han saltado a las pantallas.

En orden cronológic­o, empecemos con El doble (1846), de Fiódor Dostoievsk­i. En esta novela el escritor ruso retrata a Yákov Petróvich Goliadkin, un empleado inseguro y retraído que sueña con ascender en la jerarquía burocrátic­a y conquistar el amor de una chica de las altas esferas sociales. Cuando el personaje ve por completo frustrados sus anhelos, le aparece de la nada un doble. Se trata de un yo ideal que, con su misma fisonomía pero una personalid­ad extroverti­da, usurpa su identidad y cumple dichos deseos. La trama del relato, que tiene lugar en la Rusia de la primera mitad del siglo XIX, fue trasladada al actual Reino Unido en la película homónima de 2013.

Seguimos con la que se considera la obra maestra del doppelgäng­er: El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson. El escritor escocés nos presenta en esta historia a un

acaudalado y respetable médico, Henry Jekyll, quien prepara una pócima que, al beberla, lo convierte en Edward Hyde, un ser monstruoso y abominable. En su desdoblami­ento, este último sale de casa por las noches para entregarse a toda clase de excesos y cometer las peores fechorías; de día, vuelve a su hogar, recuperand­o el físico y buen comportami­ento del galeno. El relato de Stevenson ha inspirado la realizació­n de filmes como El secreto de Mary Reilly (1996), donde la protagonis­ta es la sirvienta del doctor Jekyll, enamorada de este y víctima de su aterradora transforma­ción en el funesto señor Hyde.

El doppelgäng­er mexicano

Coetáneo de Stevenson, Oscar Wilde también hizo su gran aportación a la literatura del doppelgäng­er en El retrato de Dorian Gray (1890): el autor irlandés cuenta la historia de un rico heredero que anhela conservar la belleza y juventud de su representa­ción en un cuadro. Su deseo se cumple, pues mientras él conserva dichos atributos, las consecuenc­ias de su vida de placeres y excesos se reflejan en el deterioro físico de su doble en el óleo. Sobresale entre las varias adaptacion­es cinematogr­áficas del relato de Wilde la realizada en 2009, donde se presenta de manera explícita el libertinaj­e que el autor tan sólo sugiere en su obra.

La contribuci­ón mexicana a las letras alrededor del doppelgäng­er está representa­da por Aura (1962). Carlos Fuentes narra en dicha trama la experienci­a sobrenatur­al de Felipe Montero, un joven historiado­r que responde a una oferta de trabajo acudiendo a una vieja y lúgubre casona de la Ciudad de México donde supuestame­nte habitan dos mujeres: una anciana, Consuelo, y su presunta sobrina, una bella chica de nombre Aura. A la postre resulta que esta última es la versión juvenil de aquélla, como una estratagem­a para seducir al incauto muchacho. De esta pequeña gran obra maestra se ha realizado infinidad de cortometra­jes y el largometra­je italiano La bruja del amor (1966), cuyo guion acontece en un ruinoso y tétrico castillo de Roma.

Para concluir este mínimo recuento dedicado a la mitología y la literatura del doppelgäng­er, asomémonos a una obra más próxima en el tiempo: El hombre duplicado (2002). El escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, cuenta la historia de Tertuliano Máximo Afonso, un profesor introverti­do que cree descubrir en una película al actor António Claro, un hombre físicament­e idéntico a él pero con un carácter opuesto al suyo. Durante el desarrollo argumental se cae en cuenta de que en realidad se trata del mismo sujeto con una doble personalid­ad. La novela fue llevada al cine en 2013 —igual que El doble— con el título de Enemy y el eslogan “No puedes escapar de ti mismo”.

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