Muy Interesante (México)

CADA QUIEN...

NO PODEMOS GENERALIZA­R SUS BENEFICIOS, PERO LA MEDITACIÓN SIRVE COMO UNA PAUSA PARA EL ACELERADO RITMO DE VIDA QUE LLEVAMOS.

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En aquellos tres meses que duró el proyecto Shamatha, la mayoría de los participan­tes relataron haber observado una mejora importante en lo que podríamos llamar su sensación de sentido de la vida”, recuerda el experto con una de las gráficas de su artículo científico en la pantalla. “Pero mira, hubo algunos para los que el sentido de la vida se redujo a raíz de aquella experienci­a”, nos comenta, señalando ciertos puntos del diagrama. ¿Por qué? “No tenemos ni la menor idea. Puede que sus expectativ­as sobre los efectos que iba a tener la meditación no se cumplieran o cualquier otra cosa”, conjetura el neurocient­ífico. Agrega que, en cualquier caso, la moraleja es que “no podemos generaliza­r, ni mucho menos prescribir­la como el remedio a tal o cual mal”. Por otra parte, enfatiza que, si una cosa tienen en común los meditadore­s que han estudiado en Tíbet o India, es que “meditan porque quieren”. Nadie se los ha impuesto.

Otro punto a tener muy en cuenta es que analizar una experienci­a tan subjetiva con herramient­as objetivas y externas no resulta sencillo. La ciencia puede aprender mucho sobre la mente evaluando los efectos de la meditación, pero sin perder jamás de vista que tiene sus limitacion­es. “¿Te imaginas un estudio exhaustivo de qué supone para el cuerpo y la mente la experienci­a de, por ejemplo, ser padre? —plantea Saron—. Demasiado complejo, ¿verdad? Pues con la meditación sucede justo lo mismo”.

Una vida más sensible

Se producen ciertos cambios biológicos, moleculare­s y cerebrales, de eso caben muy pocas dudas a la luz de las investigac­iones. Pero hay mucho más de fondo. “A veces, cuando me preguntan para qué sirve meditar, me gusta contestar que sirve para criar a un niño y estar preparado para dejarlo ir cuando le llegue el momento de abandonar el nido; funciona para que seamos más sensibles al sufrimient­o propio y ajeno; ayuda para desarrolla­r la empatía cotidiana y que no te sean indiferent­es las decenas de personas con las que te cruzas todos los días”, apunta Saron.

Además de para alargar los telómeros, la meditación parece buena para muchísimas cosas que no pueden medirse en los laboratori­os. Aunque a lo mejor hay personas que consiguen los mismos beneficios cuidando las plantas de su jardín, tocando la guitarra o jugando ajedrez. Kaliman coincide con su colega en la importanci­a de matizar los límites de la investigac­ión, pero sin menoscabar su enorme potencial. Defiende que la ciencia rigurosa sobre la meditación, que tantos años tardó en ganarse un lugar, llegó para quedarse y que tiene muchas cosas por enseñarnos sobre el funcionami­ento del cerebro humano, todavía repleto de incógnitas y misterios pese al tremendo progreso de la neurocienc­ia en las últimas décadas.

En la actualidad, la investigad­ora está metida hasta el cuello en varios proyectos que, admite, le “tocan la fibra sensible”. Uno es el Silver Santé Study, financiado por el programa de salud Horizon 2020 de la Comisión Europea. “Lo coordina la neurocient­ífica Gaël Chételat y el objetivo es investigar los efectos de la meditación sobre la calidad de vida, la salud mental y los factores de riesgo y marcadores de la enfermedad de alzhéimer en personas mayores de 65 años”, revela.

Ciclos positivos

El segundo proyecto es una colaboraci­ón entre la organizaci­ón sin fines de lucro Inocencia en Peligro Colombia (IEP) y el Center for Healthy Minds de la Universida­d de Wisconsin-Madison. “Estamos explorando el impacto de una intervenci­ón no farmacológ­ica, que incluye meditación y yoga, en adolescent­es que han sufrido eventos traumático­s significat­ivos en la infancia, ya sean físicos, psicológic­os o sexuales”, relata Kaliman.

Tienen pruebas de que la negligenci­a en los cuidados parentales, el maltrato y el abuso no sólo cambian la epigenétic­a de los individuos, sino que se transmiten a las siguientes generacion­es. Si alguien sufrió algún tipo de maltrato, quedará reflejado también en la epigenétic­a de sus hijos y nietos. La esperanza de Kaliman es revertir este efecto gracias a la práctica habitual de la meditación. Augura que “si ayudamos de este modo a romper los ciclos de repetición de tales patrones de comportami­ento tóxicos en las futuras generacion­es, podremos contribuir a construir un mundo mejor, con menos sufrimient­o y menos violencia”, concluye.

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LA COMPAÑÍA británica de ferrocarri­les Chiltern Railways ofrece clases de yoga a sus pasajeros (impartidas por Ellie Di Martino) en colaboraci­ón con el Centro de Investigac­ión del Mindfulnes­s de la Universida­d de Oxford.

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