“Si quieres darte una idea clara del enorme impacto que tienen tus acciones en el planeta, acumula toda la basura que generes en tu casa durante un mes. Después imagina el respiro que le darías al medio ambiente si decides consumir responsablemente y hace
En 2018, más de 2,000 personas rompieron el récord mundial de plogging (una actividad que nació en Europa y que mezcla correr con recoger basura) en Hermosillo, Sonora. Hasta ese momento la actividad sólo había sido realizada por pequeños grupos que, de forma cotidiana, se reunían semana con semana para ejercitarse, convivir y limpiar algunas colonias de la ciudad, pero un día se juntaron tantas personas al mismo tiempo que surgió la idea de hacer un récord mundial. “¡Pues lo hacemos!”, recuerda Cristina Morales, fundadora del grupo Hermosillo Plogging, y que respondieron todos con emoción.
Organizaron el evento como si fuera una carrera: a cada participante le dieron un número de corredor, armaron diferentes rutas y hubo un registro de los participantes antes y después del evento que un notario público avaló. “A partir de que empezamos este movimiento nos dimos cuenta de que hay muchos grupitos o personas que tienen el mismo objetivo de hacer algo bueno”, afirma Morales y añade que, a la fecha, en Hermosillo existen más de 200 grupos pequeños que siguen trabajando a la par en busca de hacer algo por el medio ambiente.
Este es sólo un ejemplo de cómo, con un cambio de mentalidad y actitud en nuestras formas de consumo, nuestros hábitos de vida, nuestro manejo de residuos y nuestra relación con la Tierra, es posible marcar impactos positivos en el medio ambiente, y el mundo realmente lo necesita, nos necesita.
“La humanidad está librando una guerra contra la naturaleza”, escribe António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, al inicio del informe Making Peace with Nature (que en español significa “Haciendo las paces con la naturaleza”), sobre cambio climático publicado en febrero de este año por tal organismo internacional. La sobreexplotación de los recursos naturales, el aumento de las emisiones de dióxido de carbono o la generación excesiva de residuos contaminantes, entre otras cosas, están poniendo en peligro a nivel global nuestra salud, el desarrollo económico, la seguridad alimentaria, los accesos a agua potable y saneamiento, así como nuestros medios de vida, equidad y paz social.
Sin embargo, implementar cambios desde casa para cuidar el planeta se plantea como un asunto bastante complejo porque, a primera vista, implica grandes inversiones de tiempo y dinero, e incluso ir en contra de las acciones y creencias de aquellos círculos sociales más cercanos que no desean acompañarnos en el cambio hacia la vida sustentable. Más aún: pareciera que nada de lo que hagamos de forma individual podrá combatir los estragos climáticos masivos que las industrias ocasionan día con día al planeta.
“Creo que a mucha gente le preocupa, pero no sabe qué hacer y siente que no puede lograr nada, entonces se paralizan un poco o están en un estado de negación, de que todo va a estar bien”, opina Ximena Gabilondo, fundadora de la empresa Zero Waste México.
Si nuestras acciones individuales no tienen impacto a gran escala, ¿ para qué molestarnos en hacer algo, cambiar nuestros hábitos y renunciar a los lujos y comodidades de lo desechable, lo barato y lo fácil que el modelo de consumo capitalista nos proporciona, cuando nadie más lo está haciendo?
Existen muchas respuestas a esta interrogante, una de las cuales es que realizar cambios y llevar una vida sustentable tiene beneficios que van más allá de salvar el planeta, y entran en el terreno de salvarnos a nosotros mismos y llevar una vida feliz. Si quieres conocer por
“Vive tu vida como si cada uno de tus actos se convirtiera en uno universal”, Ximena Gabilondo, parafraseando el imperativo categórico de Immanuel Kant.
qué sucede esto y cómo lograrlo de forma sencilla, sigue leyendo, pues el panorama no es por completo sombrío y volverte sustentable es más factible de lo pensado.
Una vida sustentable es una vida feliz
Nuestra realidad invita al consumo y la vida fácil a través de lo desechable, rápido y cómodo. El capitalismo le ha hecho creer a las personas que la felicidad se encuentra en el consumo excesivo de cosas y promueve una cultura competitiva de absoluto egoísmo: no sólo hay que tener más cosas que las otras personas, sino tener lo mejor de entre todo el abanico de opciones y los productos que entran bajo esta categoría cambian de forma constante: el celular que posees ahora, en unos cuantos meses ya será obsoleto, y lo mismo sucederá con el resto de los objetos en tu vida cotidiana.
Estos valores de competencia no están tan alejados de la biología humana. De acuerdo con el doctor en psicología ambiental Víctor Corral, los primeros estudios que se enfocaron en tratar de entender la motivación humana
estuvieron fundamentados en la idea de que existe un egoísmo biológico que mueve a los humanos (y a las demás especies) a ver siempre por sí mismos, sin importar lo que pueda pasarle al resto del mundo. En su libro El origen de las especies, Charles Darwin presenta este egoísmo biológico como parte de la selección entre organismos que buscan de manera egoísta sobrevivir y reproducirse. “Para poder vivir, sobrevivir, reproducirme y cuidar de mi descendencia, necesito acumular recursos”, detalla Corral.
Sin embargo, la biología no es el único factor que influye en el comportamiento humano: la cultura y las reglas de comportamiento que esta impone también juegan un papel importante. El problema con llevar una vida más sustentable es que el sistema económico y de valores imperante sigue promoviendo el egoísmo, pese a que existe una opción mucho más poderosa y viable: el altruismo.
De acuerdo con Corral, en las especies sociales es necesario que los individuos, aparte de cuidar de sí mismos, procuren a otros, no sólo a la gente de su familia. Al respecto, los investigadores han encontrado que los grupos humanos más poderosos, los mejor adaptados, son aquellos que mantienen conductas altruistas.
Este altruismo puede ir más allá del apoyo al prójimo sin esperar nada a cambio y escalar al cuidado del orbe en general. “Los primeros estudios de la psicología de la sustentabilidad hablaban de la necesidad de cuidar la biósfera, los recursos naturales”, continúa Corral. Más aún, el cuidado del planeta no sólo garantiza que la especie pueda seguir contando con los recursos naturales necesarios para sobrevivir, sino que implica ganancias adicionales: bienestar físico, psicológico y social.
Para empezar, las conductas altruistas en sí mismas generan un sentimiento de placer.
“La diversión de cuidar al planeta está en lo que vas a lograr, hacia dónde quieres llegar y que todos los días vas poniéndole un granito al objetivo final”, Cristina Morales, activista.
Un estudio dirigido por la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington (Estados Unidos) encontró que las personas que se imaginaban realizando un acto altruista presentaban actividad en el área cerebral involucrada con el sentimiento de recompensa.
Por otro lado, se ha encontrado que las personas con mayor predisposición a llevar una vida sustentable son aquellas que le dan prioridad a su autocuidado. “Para ser sustentable primero tengo que sustentarme a mí mismo”, prosigue Corral. Así, la invitación a llevar una vida sustentable no nada más parte de una necesidad apremiante por salvar el planeta, sino que también es una invitación para llevar una vida más sana y feliz.
“La investigación ha demostrado que para ser bueno con los demás, para ser altruista, por ejemplo, y evidentemente para involucrarme en las tareas de cuidado al medio ambiente, necesito estar cargado psicológicamente, a esto se le llama ‘el músculo mental’”, añade el experto.
De forma complementaria, una de las mejores formas de ejercitar el “músculo” mental y recargar baterías es entrar en contacto con la naturaleza. “Se produce placer porque la naturaleza nos recompensa por hacer algo que le conviene a ella”.
Aunque todavía falta mucha investigación en el ámbito de la psicología ambiental y su relación con el estado de ánimo, se ha encontrado que los sujetos más propensos a desarrollar una personalidad sustentable son quienes también presentan rasgos de amabilidad, consciencia, responsabilidad, altruismo, equidad, autodeterminación, autonomía y mayor conciencia sobre las consecuencias de sus actos en el futuro.
Todas estas cualidades son producto tanto del trabajo psicológico personal como del contexto y los escenarios en que se desarrolla el individuo. Mejorar las condiciones de habitabilidad de las personas tiene el beneficio potencial de reducir los niveles de violencia social y aumentar su resiliencia, por ejemplo.
De la misma forma, cuanto mayor contacto tenga una persona con áreas verdes y sistemas de valores que promueven su cuidado, será más propensa a desarrollar la motivación para adoptar una vida sustentable.
Por tanto, cuanto más cuides de ti serás más propenso a cuidar del planeta, y las actividades relacionadas con el cuidado del mundo repercuten positivamente en tu bienestar, lo cual te motivará a seguir cuidando al medio ambiente en un ciclo virtuoso con beneficios exponenciales y el potencial de inspirar a otros en el proceso.
Asimismo, Corral señala que no es necesario enemistarse con amigos o la familia para que te acompañen en el cuidado del planeta, basta con mostrarles los beneficios que estas prácticas conllevan en tu vida. Mostrar que ser alguien sustentable no nada más implica el cuidado hacia los demás y el planeta, sino experimentar sentimientos positivos.
Que nuestros hábitos cotidianos sean parte de la solución y no del problema y que estén en congruencia con el tipo de mundo en el que deseamos vivir es, en palabras de Gabilondo, “algo fuertísimo. Todos buscamos congruencia en nuestra vida y que lo que hacemos tenga sentido, que de verdad valga la pena levantarnos todos los días y ser parte de algo, es como la búsqueda humana”. Y por si todo lo anterior no bastara, existe en beneficio adicional del cuidado
ambiental y es que tiene contribuciones positivas hacia tu economía personal. “Creo que la sustentabilidad tiene la mala fama de ser muy costosa. Si quieres hacerlo con bajo costo, hay muchas alternativas”, explica Lorena Pérez “La Sustentófila”. Comprar la comida a granel en lugar de empaques individuales, conseguir ropa usada en bazares o mercados de trueque, reducir los consumos de agua y gas en actividades diarias, moverte en bicicleta siempre que puedas en vez de gastar gasolina del automóvil o apagar las luces y aparatos electrónicos que no utilices en casa son algunas opciones que ayudarán a ahorrar dinero y cuidar el planeta en el proceso.
Como ves, cuidar el medio ambiente no es sólo que debas hacer porque ya no hay alternativa, sino que implica el inicio de un camino hacia una vida mucho más sana y realizada y, como descubrió Morales y su grupo de plogging. Aunque parezca que estás solo, en realidad no es así: existen muchas otras personas igual de deseosas por marcar un cambio, pero tal vez no se animan por miedo, pena al “qué dirán los demás”, flojera o porque, inclusive, siguen pensando que su contribución no es importante. Sólo falta una persona que se atreva a dar el primer paso para que los demás, igual de interesados, empiecen a seguirle, ¿te atreves a ser tú?
Ser sustentable es más fácil de lo que supones
El doctor Corral explica que la sustentabilidad se entiende como un estilo de vida que busca satisfacer las necesidades humanas garantizando al mismo tiempo la integridad de los recursos naturales. Como ya notamos, ser sustentable tiene muchos beneficios personales, aunque no siempre es fácil saber por dónde y cómo arrancar. Según Morales, una de las cosas más importantes a considerar para lograr el cambio es hacerlo poco a poco, y no al mismo tiempo para no abrumarte en el camino.
Otro punto importante es aprender a ser un consumidor responsable con los productos adquiridos, informarte sobre su procedencia, los materiales de los que están hechos, si su producción o disposición final contaminan o si es posible reciclarlos; si en verdad los necesitas o si puedes sustituirlos con algo que ya tengas en casa. En ocasiones, los consumos que realizamos a lo largo del día tienen más que ver con un deseo instantáneo y generan residuos innecesarios. Tomar todas tus decisiones de consumo con base en las “5R” (Reciclar, Reutilizar, Reducir, Rechazar y Repensar) puede provocar una diferencia mucho más notable de lo probablemente imaginas en estos momentos.
Gabilondo confirma que hacer esto es tan sencillo como revisar los espacios de almacenamiento en casa y empezar a cuestionarte sobre los productos que encuentres ahí: ¿son elementos empaquetados o que contienen materiales tóxicos?, ¿tu alacena está llena de plástico, de empaques, envases o productos importados cuya procedencia ignoras?, ¿de verdad te pones toda la ropa que hay en tu clóset?, ¿cuáles son los ingredientes de tus productos de limpieza?, ¿ es posible reciclar los envases que los contienen? “Revisa cada espacio del hogar, empieza a ponerte estos lentes ambientales, a hacerte estas preguntas, y poco a poco encontrar soluciones”, agrega.
Otras acciones que puedes implementar y que son más fáciles de lo que a primera vista aparentan, son crear una composta en casa y plantar un pequeño huerto. Aunque quienes cuentan con casa propia e incluso jardín tendrán más espacio para hacer esto, quienes viven en espacios pequeños y sin áreas verdes alrededor también pueden lograrlo y la inversión de tiempo es mínima, otro punto que preocupa mucho a los citadinos atareados.
La ingeniera Patricia Iglesias, directora de la empresa Tierra Permanente en México, comenta que es posible armar un huerto en contenedores pequeños, cajones de 20 x 60 cm, y es posible colocarlos bajo la ventana para que les dé el sol necesario. Eso es suficiente para prepararte tu propia ensalada, lo que también a la larga te permitirá reducir gastos. Por si fuera poco, esta misma actividad puede convertirse en un momento personal para relajarte y meditar, y hasta te ayudará a tener una mejor apreciación por la comida que consumes al entender todo lo que conlleva su cuidado y cultivo.
Lo mismo sucede con la composta. De acuerdo con un informe de la Comisión para la Cooperación Ambiental, en 2017 México generaba poco más de 38 millones de toneladas de residuos orgánicos, de los cuales sólo se aprovechaba 7% para otras actividades, el resto termina en sitios de disposición final no adecuados y generaron toneladas de emisiones de dióxido de carbono equivalente. Gran parte de esta contaminación podría eliminarse si los residuos se sometieran a un proceso de compostaje que transformara la materia orgánica en abono para la tierra.
Aunque existen diferentes formas de iniciar una composta en casa, las más accesibles son la composta tradicional y la lombricomposta. La primera sólo requiere un cajón forrado, algunas hojas secas y un poco de tierra, es barata y sencilla de empezar, aunque sólo es posible meterle residuos vegetales.
La lombricomposta, por otra parte, funciona para descomponer residuos de origen animal y vegetal, pero requiere una mayor inversión de tiempo.
Sin importar por cual acción decidas empezar, desde hacer ejercicio y recoger basura hasta plantar tu propio huerto o llevar tus residuos reciclables a lugares apropiados (otra actividad recomendable si quieres gana unos pesitos extra, pues los recicladores pagan por ello), el consejo final de Gabilondo puede resultar de utilidad: deja de compararte con los demás y haz las cosas en congruencia con lo que a ti te hace sentir bien, con la vida que deseas vivir. En el proceso, lo más seguro es que te percates de que nunca estuviste aislado en tus ganas de cuidar el mundo, inspirarás a muchos otros a seguirte y, muy importante, tu calidad de vida y salud mejorarán.