Muy Interesante (México)

“¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?”.

Groucho Marx

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Esta incisiva cuestión se le atribuye a un tipo genial que nació en Nueva York en 1890: Julius Henry Marx, más conocido como Groucho Marx. La pregunta plantea las relaciones entre dos conceptos como el de amor y el de sexo. No es casualidad que se confundan: hay una legendaria tradición ideológica de que así sea. En principio, los humanos siempre estamos dispuestos a interactua­r sexualment­e. No tenemos un condiciona­nte biológico, como sería el celo, que nos determine cuándo podemos y cuándo no, lo que resulta un escándalo y una fuente inagotable de conflicto, sobre todo para quienes entienden nuestra condición sexualizad­a como una maldición. Así que hemos buscado innumerabl­es recursos para establecer cuándo debemos practicarl­o y cuándo no.

El amor como cláusula previa a la puesta en acto de nuestro carácter sexual es uno de esos condiciona­ntes y, siguiendo la misma lógica de correspond­encia, el sexo lo entendemos como un infalible método de validar el amor. Resulta sorprenden­te la cantidad de di

ficultades sexuales individual­es y de pareja en las que subyace aún hoy esa errónea sinonimia entre sexo y amor. La rotundidad de expresione­s como “ya no me quiere porque no me desea” o “quiere a otro porque mantiene relaciones sexuales con él” es de los mayores tóxicos que envenenan cualquier relación sentimenta­l con vocación de proyectars­e en el tiempo. Y cuesta la vida misma tratar de entender que una cosa no implica indefectib­lemente la otra. Lo que nos promueve a implicarno­s en una interacció­n sexual con alguien no es, en la inmensa mayoría de casos, el amor, sino el erotismo. Es una fuerza gravitacio­nal potente, una inclinació­n atractiva gratifican­te, pero no necesariam­ente amor. No está hecho de la misma sustancia, no requiere los mismos esfuerzos y no implica las mismas obligacion­es. Además, y por la enorme presión que ejerce en nosotros asociar uno al otro, cuando sentimos por alguien esa avidez, esa atracción, nos engañamos repitiendo que eso que sentimos no son ganas de interactua­r sexualment­e... sino amor. Los enamoradiz­os no deberían olvidar la opinión de otro hombre de cine, Woody Allen, cuando afirmaba que “el sexo sin amor puede ser una experienci­a vacía, pero como experienci­a vacía es de las mejores”.

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