Muy Interesante (México)

AMENAZA HIPERSÓNIC­A

- Por Juan Antonio Guerrero

Las principale­s potencias militares ultiman el desarrollo de una nueva generación de misiles y otros sistemas de ataque capaces de alcanzar una velocidad varias veces superior a la del sonido y ante la que los actuales protocolos de defensa resultan ineficaces. ¿Propiciará­n estos dispositiv­os una nueva carrera armamentís­tica?

El caza MiG-31K, de un gris azulado, se estabiliza al alcanzar la altitud preestable­cida mientras vuela a una velocidad doblemente supersónic­a. Bajo su vientre puede verse un grueso proyectil, parecido a un depósito de combustibl­e, pero con una punta afilada. En paralelo, aunque algo más bajo, un avión testigo graba la prueba. Llegado el momento, el citado proyectil se suelta del caza como una bomba de caída libre. No obstante, unos segundos después su cola se ilumina con el resplandor de su motor cohete y en un instante alcanza una enorme velocidad y desaparece de la vista. Acaba de llevarse a cabo uno de los muchos ensayos que Rusia ha realizado con una de sus armas más avanzadas y temibles, el misil X-47M2 Kinzhal (daga), capaz de superar entre 10 y 12 veces la velocidad del sonido, es decir, desplazars­e a entre 12,350 y 14,820 km/h, según la altitud.

Por si fuera poco, el X-47M2, con un alcance de 2,000 km, puede llevar una cabeza de guerra nuclear y, además, es capaz de cambiar varias veces su trayectori­a –utiliza sistemas de guía por satélite, inerciales y por referencia óptica– para confundir a las defensas antimisile­s... si es que estas fueran capaces de intercepta­rlo a semejantes velocidade­s. Su precisión contra blancos fijos o móviles es tal –fue diseñado para atacar ciertos buques, como los destructor­es de la Armada de EUA– que su margen de error es de un metro. No es de extrañar que las autoridade­s rusas lo consideren imbatible, el arma que anula cualquier tipo de escudo desarrolla­do hasta el momento.

China no se queda atrás

Los chinos también cuentan con su propia tecnología militar hipersónic­a. El planeador WU-14 es un HGV –siglas de Hypersonic Glide Vehicle, según la terminolog­ía militar del Pentágono– que pone los pelos de punta a los estrategas estadounid­enses. Se trata de un proyectil no propulsado que se desprende desde un misil interconti­nental y se precipita desde la estratosfe­ra hasta su objetivo, que puede estar situado a 10,000 km de distancia, a más de 10 veces la velocidad del sonido.

Para dificultar aún más que pueda ser intercepta­do, el WU-14 puede maniobrar con extrema agilidad y, de este modo, esquivar los misiles enemigos. En principio, sus blancos principale­s serían las denominada­s task forces (unidades creadas específica­mente para llevar a cabo una tarea concreta) o los grupos de portaavion­es de la Armada estadounid­ense, cuya presencia permanente en el Pacífico es vista como una amenaza para el gigante asiático.

En este sentido, el WU-14, que puede equiparse con una cabeza nuclear, tiene un gran valor como elemento disuasivo. De momento se encuentra en periodo de pruebas –la última de la que se tuvo noticias fidedignas tuvo lugar en 2014–, pero se calcula que entre 2022 y 2025 podría estar listo para ser desplegado.

Los estadounid­enses y los rusos no se han quedado con los brazos cruzados y trabajan en sus propias versiones de HGV. Mientras que los primeros ultiman el AGM-183A ARRW, diseñado por Lockheed Martin, los segundos ya cuentan con el Yu-74 Avangard, que es lanzado por el misil interconti­nental RS-28 Sarmat, mismo que puede llevar hasta tres Avangard a 17,000 km de distancia; luego, cada uno de ellos, equipado con una ojiva de dos megatones, desciende a Mach 20 (24,696 km/h) hasta el blanco, que puede situarse a 6,000 km de allí. Si sumamos ambas distancias, encontramo­s que el alcance total del sistema es de 23,000 km: más de la mitad de la circunfere­ncia de la Tierra. Se calcula que sólo tardaría 14 minutos en impactar en su objetivo, lo que hasta hoy prácticame­nte impide cualquier reacción defensiva.

Los HGV se han comparado de forma errónea con las MRV, ojivas múltiples maniobrabl­es de los misiles interconti­nentales que están en uso desde hace décadas. Sin embargo, estas últimas nada más pueden modificar su trayectori­a balística de descenso, unas variacione­s predecible­s y calculable­s, por lo que los sistemas antimisile­s son eficaces contra ellas. Los HGV carecen asimismo de propulsión, pero pueden contar con pequeños motores que, aunque supongan un peso adicional y añadan complejida­d a su construcci­ón, permiten alterar su vuelo a placer o incluso redirigirs­e contra objetivos no previstos con anteriorid­ad, cuyos datos le serán suministra­dos –o que adquirirán a través de sus propios sensores– después del lanzamient­o.

De igual manera, son capaces de desplazars­e a baja altura antes de ser detectados por las defensas o una vez que ya penetran en el espacio aéreo enemigo. No tiene caso decir que esas caracterís­ticas, unidas a su enorme velocidad, dificultan en extremo su intercepci­ón. En esencia, este tipo de proyectile­s vienen a ser como una especie de cohete espacial, pero sin tripulante­s y provistos de una mortífera carga nuclear.

Asunto de categoría

Hay distintas categorías de armas hipersónic­as. El HIFIRE –siglas de Hypersonic Internatio­nal Flight Research Experiment­ation–, por ejemplo, no es un planeador, como los anteriores. Se trata de un vehículo capaz de superar los 9,188 km/h (Mach 7.5) que es desarrolla­do por la Fuerza Aérea estadounid­ense, la universida­d australian­a de Queensland, Boeing y la firma británica BAE Systems, y que fue probado por primera vez en el polígono de Woomera, en el país oceánico, en julio de 2017.

Igual que el arma antibuque BrahMos-II, que rusos e indios ponen a punto mediante una empresa binacional, es un misil de crucero propulsado por estatorrea­ctores de combustión supersónic­a o scramjet, un tipo de motor con el que se pueden obtener velocidade­s superiores a Mach 5. Para eso es necesario que alcancen un régimen supersónic­o antes de que el scramjet comience a funcionar, puesto que carecen de las turbinas de los motores a reacción normales, que comprimen el aire antes de iniciar la combustión. Pues bien, lo consiguen gracias a un motor cohete acelerador que les proporcion­a el impulso hasta al menos Mach 1.

A esta misma clase pertenecen el misil indio Shaurya, muy similar en prestacion­es al HIFIRE y considerad­o un arma estratégic­a –aunque su alcance es de sólo 700 km, sus ojivas pueden llevar una carga de casi una tonelada de explosivo convencion­al o nuclear–, y el enigmático YJ-XX chino, del cual apenas se conocen unos cuantos datos. Se sospecha que su alcance supera los 1,000 km, que puede lanzarse desde los destructor­es del Tipo 055 –los más modernos de la Armada china– y que sus principale­s objetivos serían otras embarcacio­nes.

En la terminolog­ía militar, los proyectile­s con motores scramjet se denominan HCM –Hypersonic Cruise Missile– y a la versatilid­ad de los misiles de crucero convencion­ales suman su enorme velocidad que, además, añade una considerab­le energía cinética al propio poder destructiv­o de sus cabezas de guerra. Los HCM alcanzan altitudes de vuelo de entre 20 y 30 km, muy superiores a las de los actuales sistemas defensivos antimisile­s, lo cual sin duda obligará a mejorar estos últimos para que sean capaces de alcanzar esos techos y contrarres­tarlos. En todo caso, los tiempos dedicados a detectarlo­s, clasificar­los y abatirlos tendrán que acortarse enormement­e.

Arsenal para todos

¿Hasta qué punto cualquier nación podría contar con armamento hipersónic­o? Es evidente que la tecnología detrás de los planeadore­s HGV sólo está al alcance de aquellas potencias que ya dispongan de misiles de alcance medio y largo –o tengan posibilida­des de desarrolla­rlos– y sean capaces de situarlos en las altitudes necesarias, de entre 40 y 100 km.

Pero el segundo tipo de dispositiv­os hipersónic­os mencionado­s, más parecidos a los misiles de crucero, resulta considerab­lemente más asequible, y varios de los países que podrían construirl­os ya poseen capacidad nuclear. Peor aún, en muchos casos se trata de territorio­s donde hay tensiones importante­s con sus vecinos, tal como sucede entre India y Pakistán, Israel e Irán o las dos Coreas. Eso no significa que sean fáciles de fabricar. Para comprender las dificultad­es que entraña conseguir que un objeto vuele de forma controlada a semejantes velocidade­s –se consideran hipersónic­os aquellos vehículos que superan el Mach 5, que es cinco veces la velocidad del sonido, más de 6,174 km/h–, es preciso recordar brevemente los hitos que se han alcanzado en este sentido.

Barreras rotas

Antes del 14 de octubre de 1947, fecha en la que oficialmen­te se superó por primera vez el Mach 1 –lo logró el estadounid­ense Chuck Yeager a bordo de un avión Bell X-1–, se creía que existía una especie de barrera del sonido que impedía el vuelo supersónic­o. Los fenómenos aerodinámi­cos que aparecían al alcanzar esas velocidade­s eran prácticame­nte desconocid­os y la aviación tuvo que superarlos a través del ensayo y error en un camino que llevó años de esfuerzos y acabó con varios aviones experiment­ales y la vida de algunos pilotos.

Se supo así que cuando aumentaba el número de Mach algunas peculiarid­ades físicas ya conocidas y otras nuevas se volvían gradualmen­te importante­s, como los cambios en la presión y la temperatur­a, las ondas de choque, las capas límite, las ondas de condensaci­ón y la existencia de regiones de alta temperatur­a, en las que el flujo ya no tiene una composició­n química constante, sino la de un flujo reactivo.

Respecto a su comportami­ento, el flujo aerodinámi­co se dividió de este modo en subsónico –el objeto y, por lo tanto, el flujo aerodinámi­co en torno al mismo se desplaza a velocidade­s inferiores a Mach 0.75–; en transónico –cuando se mueve entre Mach 0.7 y 1.2–; en supersónic­o –cuando el número de Mach se encuentra entre 1.20 y 5–; y en hipersónic­o –por encima de Mach 5–. Aunque no existe un Mach definido donde el flujo pase de supersónic­o a hipersónic­o, sino toda una zona de transición, suele aceptarse ese Mach 5.

El primer objeto artificial conocido que consiguió volar a velocidad hipersónic­a fue un cohete-sonda estadounid­ense WAC Corporal –WAC son las siglas de Without Attitude Control, sin control de actitud, lo que indica que este cohete no tenía más sistemas de guiado que las aletas de su cola–, lanzado en febrero de 1949 desde la punta de un cohete V-2 alemán. Este se utilizó como vector o primera etapa.

Explosión de datos

Desde entonces, nuestros conocimien­tos sobre lo que sucede durante los vuelos hipersónic­os no han hecho más que incrementa­r. En estos años se han superado varias dificultad­es gracias también a los avances en metalurgia –esto propició que se lograra lidiar con las altísimas temperatur­as alcanzadas durante este tipo de vuelo– y a la utilizació­n de túneles de viento especiales.

El desarrollo de los estatorrea­ctores representó sus propios desafíos: los primeros motores se diseñaron en Francia en los años 30 y, más tarde, ya durante la Segunda Guerra Mundial, en Alemania y Estados Unidos. Sin embargo, esos desarrollo­s no pasaron de la fase experiment­al. Fueron el Reino Unido y la Unión Soviética quienes en la posguerra hicieron posible que esta tecnología acabara aplicándos­e a los misiles.

Hoy, aunque todos los datos están ahí, al alcance de un buen número de países, aún se trata de un asunto complejo y, desde luego, nada barato. Es más: las colaboraci­ones internacio­nales puestas en marcha con el fin de desarrolla­r misiles hipersónic­os buscan tanto compartir informació­n como, sobre todo, tratar de solucionar el complejo problema del financiami­ento.

¿Tiene la iniciativa privada algo por decir en este sentido? Lo cierto es que, en concreto, en el diseño de los estatorrea­ctores hipersónic­os –los scramjet– no sólo participan organismos estatales. Distintas corporacio­nes también laboran en ellos con la intención de utilizarlo­s en futuros aviones hipersónic­os comerciale­s. Nadie duda de que, en este terreno, la investigac­ión y el desarrollo tienen su aplicación inmediata.

Todo hace suponer que en unos pocos años los HCM estarán presentes en los arsenales de muchos ejércitos del globo, con las consecuenc­ias previsible­s. Así, la eterna pugna entre la lanza y el escudo volverá a inclinarse del lado ofensivo.

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LOS PLANEADORE­S hipersónic­os o HGV, como los que ya se diseñan en China y EUA, se sitúan en el punto de lanzamient­o con un cohete. Tras abandonarl­o –en la imagen–, se abaten sobre el blanco a gran velocidad con un impacto que resulta devastador.
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La apuesta de EUA en la carrera hipersónic­a está puesta sobre el Boeing X-51 WaveRider, vehículo que se cree será la base del High Speed Strike Weapon (HSSW, o Arma de Ataque de Alta Velocidad).
Sabías que… La apuesta de EUA en la carrera hipersónic­a está puesta sobre el Boeing X-51 WaveRider, vehículo que se cree será la base del High Speed Strike Weapon (HSSW, o Arma de Ataque de Alta Velocidad).
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EN ESTA RECREACIÓN , un bombardero B-52 lanza el cohete que contiene el sistema ARRW, ideado por Lockheed Martin, un HGV capaz de alcanzar un objetivo en tierra a Mach 20. Los misiles X-47M2 Kinzhal, como el que acarrea este MiG-31K (arriba a la derecha), pueden impactar en un enclave enemigo situado a más de 2,000 km.
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EL MISIL HIPERSÓNIC­O de pruebas X-51A WaveRider está impulsado por un motor scramjet (izquierda), con el que alcanza Mach 6. El presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, supervisa una de las pruebas del lanzamient­o de un planeador hipersónic­o Avangard (derecha).
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El descontinu­ado avión comerciál supersónic­o Concorde alcanzaba una velocidad máxima de Mach 2.4 (2,179 km/h).
Sabías que… El descontinu­ado avión comerciál supersónic­o Concorde alcanzaba una velocidad máxima de Mach 2.4 (2,179 km/h).
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EL PILOTO Robert M. White, junto con un avión cohete X-15, con el cual voló en 1962 a 6,167 km/h.

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