Muy Interesante (México)

MENOS ANGUSTIA

LA BÚSQUEDA DE RAZONES –CIENTÍFICA­S O METAFÍSICA­S– NOS AYUDA A MANTENER LA CALMA ANTE LA INCERTIDUM­BRE.

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PARTE II CACERÍA DE EXPLICACIO­NES

Según el neurobiólo­go y catedrátic­o de Biología Celular de la Universida­d de Salamanca José Ramón Alonso Peña, “las creencias en lo sobrenatur­al están enraizadas en procesos cognitivos normales. Cuando hablamos con Dios estamos pendientes de su forma de reaccionar a nuestros rezos y al cumplimien­to de sus normas. Es decir, nos ponemos en su mente”. El neuropsicó­logo Jordan Grafman, de la Universida­d Northweste­rn (EUA) observó en imágenes de resonancia magnética que los pensamient­os religiosos activaban la misma zona del cerebro que se ilumina cuando interpreta­mos las emociones e intencione­s de los demás. Los estudios de neuroimage­n de Uffe Schjødt, de la Universida­d de Aarhus (Dinamarca), han demostrado que al rezar actúan las mismas regiones cerebrales que cuando hablamos con un amigo. Se enciende la corteza prefrontal, una zona implicada en la capacidad de adivinar las intencione­s ajenas y que permanece apagada cuando interactua­mos, por ejemplo, con el personaje de un videojuego.

Otro caso curioso es el de los autistas, cuyos circuitos cerebrales relacionad­os con la teoría de la mente no funcionan bien. Tal vez por eso los adolescent­es con algún trastorno del espectro autista tienen 90% más probabilid­ades que los demás de ser ateos, según Ara Norenzayan, director del Centro para la Evolución Humana, la Cognición y la Cultura de la Universida­d de Columbia Británica (Canadá), especializ­ado en ahondar en la base neurológic­a de las creencias religiosas.

Otra razón para buscar explicacio­nes a todo, científica­s o metafísica­s, tiene que ver con evitar la angustia. Es una forma de calmar la ansiedad que produce no saber a ciencia cierta cuál es la razón de nuestra existencia. Para Justin Barrett, investigad­or del Centro de Mente y Antropolog­ía de la Universida­d de Oxford (Inglaterra), “creer en un ser superior y omniscient­e, más que una enfermedad – como dijo Freud–, podría ser una receta adaptativa para

mantener la calma ante la incertidum­bre”. Pero Kelemen piensa que no conviene bajar la guardia, ya que esta tendencia “facilita ciertos patrones de pensamient­o, como el razonamien­to fatalista, que es maladaptat­ivo y produce una falsa sensación de seguridad. Por ejemplo, en el contexto de la presente pandemia, el sesgo teleológic­o lleva a mucha gente a pensar que ‘todo pasa por una razón’ o ‘que pase lo que tenga que pasar’ y, por lo tanto, no usan mascarilla ni mantienen la distancia social. Aunque la vida no es predecible en ese sentido, y comportars­e como si lo fuera provoca consecuenc­ias sociales negativas”.

Ganas de creer

Varios estudios han demostrado que en tiempos convulsos aumenta la fe y las creencias en lo sobrenatur­al. Quizá porque pensar que todo ocurre por una razón puede ser reconforta­nte para mucha gente e implica cierta sensación de orden y predictabi­lidad, cree

Keleman. El psicólogo Giora Keinan, de la Universida­d de Tel Aviv (Israel), comprobó en una investigac­ión que el estrés y la necesidad de tener una situación bajo control activan la conducta superstici­osa y el pensamient­o mágico.

Por su parte, investigad­ores de la Universida­d de Queensland (Australia) concluían en un estudio publicado en PLOS ONE que la pérdida de control incrementa la creencia en la precognici­ón, en que es posible predecir el futuro –por ejemplo, con la astrología–, ya que pensar que podemos saber lo que ocurrirá brinda mayor sensación de control sobre la vida.

BUSCAR EXPLICACIO­NES ES UNA RECETA ADAPTATIVA PARA EVITAR LA ANGUSTIA DE NO SABER CUÁL ES LA RAZÓN DE NUESTRA EXISTENCIA.

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