EL DRAMA DETRÁS DE UNA PELÍCULA Por Olivier Fuentes
Como vimos en Mank, nominada a 10 premios Oscar en 2021, puede haber una gran historia en la realización de una cinta que ya cuenta otra gran historia.
Es natural que las manías de un director excéntrico marquen la realización de tal o cual filme, pero la política resulta tener un gran peso a la hora de un rodaje y, como veremos tanto en Mank como en Trumbo, es el guionista sobre quien recae toda la presión.
En muchas producciones sobre el ambiente de una película, el departamento de mercadotecnia del estudio suele soltar frases tipo “la historia detrás de…” erróneamente. Mank, de David Fincher, se promovió como “la historia detrás de El ciudadano
Kane”, una premisa equivocada: aunque se plantea cómo fue el acercamiento hacia el libretista Herman Mankiewicz (Gary Oldman) por parte de Orson Welles (Tom Burke) para elaborar el guion de dicho filme, la cinta trata del ambiente de Hollywood a finales de los años 30 y 40, y cómo las preferencias políticas de “Mank” fueron alimentando la animadversión entre este y William Randolph Hearst (Charles Dance), el magnate de los medios de comunicación.
Así, el apoyo de Mank a Upton Sinclair como candidato al gobierno de California le ganó la animadversión de Hearst y del ala conservadora de Hollywood, motivo por el cual era difícil que El ciudadano… llegara a buen término. El director Fincher utilizó la tecnología actual para recrear las condiciones técnicas de los filmes de la época: no sólo está la cuestión del blanco y negro, sino que el sonido también está elaborado como el de los años 40. Y aunque hay grandes diferencias entre las edades de los personajes reales en el momento de los hechos y los actores que los interpretan, Fincher consigue depositar al espectador en medio del ambiente que permeaba entonces, tanto en los sets como en los recovecos políticos que movían los engranes.
¿Quién es Trumbo?
Así como Mank no es estrictamente “la historia detrás de El ciudadano Kane”, Trumbo (2015), de Jay Roach, no es “la historia tras Espartaco”. Tampoco se trata de la biografía del prolífico guionista Dalton Trumbo, sino de la cacería de brujas que el senador Joseph McCarthy desató sobre Hollywood bajo las audiencias auspiciadas por el Comité de Actividades Antiamericanas. Trumbo fue parte de “Los 10 de Hollywood”, un grupo rebelde que se negó a declarar ante el comité y cuyos miembros fueron encarcelados y puestos en la lista negra (no oficial), lo que les impedía trabajar en la meca del cine. El filme inicia en 1947, justo cuando Trumbo (Bryan Cranston) es un exitoso y próspero libretista y los reflectores del Comité de Actividades Antiamericanas apuntan hacia la industria del celuloide. Tras lidiar con las presiones laborales provocadas por el comité, como darle crédito a Ian McLellan Hunter (Alan Tudyk) por el guion de La princesa que quería vivir, Trumbo es encarcelado un año. El centro de la cinta está en cómo él debe burlar la lista negra, junto
con otros compañeros, para continuar trabajando. Durante ese lapso Trumbo escribe y gana el Oscar a Mejor guion por El niño y el toro, además del premio que ya tenía la trama de La princesa… La pesadilla parece llegar a su fin cuando Kirk Douglas se acerca al protagonista para que adapte el guion de Espartaco al mismo tiempo que el director Otto Preminger quiere lo mismo para su filme Éxodo.
Aunque atacado por parecer “película para televisión”, el filme retrata a la perfección la persecución de la que fueron objeto quienes tuvieran la filiación más mínima con el Partido Comunista, no sólo en la figura de Trumbo, sino también en la de cientos de directores, actores, guionistas y demás trabajadores de la industria, todos ellos sintetizados en el personaje ficticio de Arlen Hird (Louis C.K.). La actuación de Cranston le valió una nominación a Mejor actor, pero muchos otros miembros del elenco, que interpretan a personajes reales, logran capturar a la perfección la época de la cacería de brujas.
Más cine dentro del cine
La persecución ideológica es una constante en los filmes acerca de otras cintas o en biografías de los astros de Hollywood, como Chaplin (1992), de Richard Attenborough; aunque hay películas que evitan el asunto para mostrar panoramas más románticos, como Mi semana con Marilyn (2011), donde Colin Clark (Eddie Redmayne), un joven asistente de sir Laurence Olivier (Kenneth Branagh), consigue ser parte de la producción de El príncipe y la corista, que Marilyn Monroe (Michelle Williams) rodara bajo la dirección de Olivier en 1956.
La historia retrata la euforia del Reino Unido por la visita de Marilyn, pero también la tirante relación que se vivió en el set de
filmación debido a las limitaciones que la estrella tenía como actriz ante las exigencias de Olivier, de añeja tradición teatral. Asimismo, son evidentes los problemas internos y la adicción a medicamentos que llevarían a la actriz a su funesto desenlace años después; pero todo queda relegado a un segundo plano cuando empieza a florecer una relación platónica entre la rubia y su joven admirador incondicional, Clark. El guion deambula entonces entre la comedia romántica y escenas para lucir la actuación de Williams, sin haber verdaderas razones para hacerlo. El resultado final se queda a medio camino entre un episodio de la vida de Monroe y una crónica vaga del rodaje de una película en una época muy particular de la meca del cine.
El sueño de Disney
Otro panorama idealizado, o al menos sin apuntes sociales de lo que se vivía en la época, es El sueño de Walt (2013), que principalmente va de cómo, tras una lucha de varios años, Walt Disney (Tom Hanks) logra convencer a la escritora P.L. Travers (Emma Thompson) de conceder los derechos para llevar a su amado personaje Mary Poppins a la adaptación cinematográfica.
Aquí se muestra cómo después de un bloqueo creativo y con problemas económicos, Travers accede a viajar a Los Ángeles para conocer el estudio y la visión que el productor y su equipo tienen para su personaje. Una vez ahí, la gente de Disney se topará con una viejecilla amargada y rencorosa incapaz de guardarse sus comentarios sarcásticos para cada aspecto de la producción. Asimismo, a modo de flashbacks, Travers recuerda su dura infancia en los llanos de Australia, donde la pequeña Pamela (P.L.) profesaba un amor incondicional por su padre, a pesar de que el alcoholismo le impedía mantener a su familia. Así, mientras Disney y su equipo logran ablandar poco a poco a la terca escritora, sus recuerdos revelan a su tía Ellie como la verdadera inspiración para el personaje de la célebre niñera.
El filme es emotivo y resulta muy interesante ver algunos aspectos de los procesos de producción en los estudios Disney de antaño, muy distintos a los que de las otras cintas aquí mencionadas.
Desde luego, no sólo aquellas películas ganadoras de Oscar merecen tener su “historia detrás de”: en esencia cualquier producción, famosa o no, la tiene; sólo es cuestión de que los realizadores se decidan a contarlas también. A fin de cuentas, hay más creatividad ahí que en la muy socorrida realización de remakes.