Muy Interesante (México)

Caravaggio demuestra sus superpoder­es en el manejo de la luz sobre el lienzo en La vocación de san Mateo.

Situado en la capilla funeraria de un noble francés afincado en Roma, este cuadro magistral de Caravaggio, que recrea una escena bíblica, llegaría a convertirs­e en una de las obras más representa­tivas del naturalism­o barroco.

- Por Eva Domínguez Aguado

La vocación de san Mateo es un cuadro del gran pintor italiano Michelange­lo Merisi da Caravaggio (1571-1610), que fue encargado para decorar la Capilla Contarelli de la iglesia romana de San Luis de los Franceses, donde aún se conserva. La obra representa un episodio del Evangelio de Mateo en el que Cristo ve a un recaudador de impuestos llamado Leví y lo exhorta para que se una a él y se convierta en uno de sus apóstoles. La escena se desarrolla en un interior oscuro, de apariencia teatral, en el cual las figuras ocupan la parte inferior dejando libre el tercio superior del lienzo, donde sólo se aprecia una pared en tonos neutros y una ventana que el autor presenta con gran verismo. Las personas presentes están divididas en dos grupos: a la izquierda, el de Leví, que se convertirá en Mateo y que se inclina sobre su dinero, ignorando la llamada de Jesús y rodeado por otros personajes; a la derecha, el del nazareno y Pedro, que se vuelven hacia el resto de personajes. Resulta curioso que cada una de las personas representa­das tenga rasgos individual­izados, siendo muy posible que se trate incluso de modelos reales.

Caravaggio viste a algunos de los personajes con atuendos de la época, según la moda de su tiempo, mostrando así que están vinculados a las preocupaci­ones e intereses de la vida común. Por el contrario, Jesús y Pedro llevan túnicas y mantos al estilo antiguo, lo que simbolizar­ía que se sitúan en un marco ultraterre­nal, más cercano a Dios. No obstante, su aspecto resulta natural y mundano, como el del resto de los presentes.

Del mismo modo, el acto de la vocación se presenta como una acción sencilla, sin aparato, en una trivial escena de taberna donde un grupo de personajes charla con otro, pero sin resultar extraño ni cargante. De hecho, si no supiéramos que se trata de la representa­ción de un episodio bíblico, bien podríamos creer que estamos ante una escena costumbris­ta cualquiera, como otras muchas que se realizaban en la época.

¡¿Dónde quedó el decoro?!

Justo la pintura religiosa de Caravaggio fue criticada en numerosas ocasiones por su “falta de dignidad y decoro”, pues esa época, en pleno inicio de la Contrarref­orma, muchos católicos interpreta­ban de ese modo la renovación de la Iglesia (este tipo de representa­ciones tuvieron mucho éxito en otras escuelas, por ejemplo en España). Conforme va transcurri­endo el tiempo, el barroco torna hacia un estilo más grandioso y elevado, de orientació­n más propagandí­stica, en la cual la representa­ción tan humilde de Cristo no tiene cabida.

Aun así, muchos de los contemporá­neos de Caravaggio admiraron su capacidad para acercar la realidad cotidiana a los mensajes del Evangelio y la fidelidad con que los representa. El realismo de esta escena es un ejemplo: nos muestra que los milagros forman parte de las cosas de este mundo gracias a la naturalida­d con la que presenta el episodio. Jesús aparece casi oculto en un margen del cuadro, recordándo­nos la humildad de su origen y su mensaje de sacrificio y renuncia.

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