“Los ojos son la ventana del alma”... algo de razón tiene el dicho, porque tus pupilas pueden revelar si sufres depresión. El regreso de los vuelos supersónicos comerciales. 30 años del eclipse solar total de 1991.
Adiferencia de nuestros primos los chimpancés y otros simios, los seres humamos requerimos entre 30 y 50% menos de agua por día. Evolutivamente estamos adaptados para usar el agua de forma más eficiente. Tal es la conclusión a la que llegaron científicos de la Universidad de Duke (Estados Unidos), tras analizar la eficiencia del líquido entre especies.
La experiencia haría suponer que es al revés: nosotros sudamos muchísimo, orinamos y perdemos agua todo el tiempo, incluso cuando respiramos. “Los humanos tienen 10 veces más glándulas sudoríparas que los chimpancés”, explican los investigadores. Sin embargo, cualquier persona promedio procesa apenas unos tres litros de agua por día, mientras que un chimpancé o gorila en un zoológico, con una vida dedicada a dormir y comer, requiere del doble para mantener sus niveles de líquidos dentro de un rango saludable.
Para Herman Pontzer, profesor de antropología evolutiva de Duke, ser un modelo de bajo consumo pudo dar a los primeros cazadores recolectores ventajas evolutivas.
Con una mejor capacidad física para conservar agua pudimos aventurarnos más allá de las fuentes de agua en busca de alimento. “El simple hecho de poder pasar un poco más de tiempo sin agua habría sido una gran ventaja en los secos paisajes de la sabana”, explica.
¿Cómo nos convertimos en monos secos? No se sabe, aunque se cree que la respuesta a la sed pudo reajustarse para que necesitemos menos agua por caloría. Otra opción es que nuestra gran nariz evolucionara para eso. A diferencia de las narices planas de los simios, tener grandes conductos nasales nos permite retener más humedad en cada respiración. “Todavía hay un misterio por resolver”, dice Pontzer.