ORO PARA LA CIENCIA
Un año más tarde, pero al fin llegó el momento para Tokio 2020. Una vez más, tendremos la oportunidad de maravillarnos por esas historias de entrega y las demostraciones de lo que puede lograr el cuerpo humano.
El deporte actual, en especial el de alto rendimiento, desafía sus límites con frecuencia, observamos muchos récords caer y, cuando parece que alcanzamos un tope insuperable, surge un atleta fenomenal que abre nuevos caminos y redefine las fronteras de lo humanamente posible.
Todo eso sería imposible sin todas las contribuciones silenciosas de la ciencia y la tecnología al mundo del deporte: desde los materiales ultraligeros para las zapatillas de los velocistas hasta los dispositivos de captura de movimiento que recaban toneladas de datos para que los atletas entrenen de forma más eficiente y efectiva, o los aspectos para tener mejor nutrición y descanso, así como todos esos avances en la medicina que ayudan a los deportistas a superar con rapidez lesiones que hasta no hace muchos años ponían un punto final a sus carreras.
Y hablando de salud, estos Juegos Olímpicos de Tokio no serían posibles sin los espectaculares logros de los científicos, médicos e investigadores que desarrollaron en tiempo sorprendente numerosas vacunas para ponerle freno a la pandemia de COVID-19. Muchísimas voces advertían hace un año que sería casi imposible desarrollar una vacuna tan pronto, pero como en alguna ocasión afirmó la velocista estadounidense Florence Griffith Joyner: “Cuando alguien me dice que hay algo que no puedo hacer... simplemente dejo de escucharlo”.
Hoy tenemos un puñado de vacunas diferentes para el SARS-CoV-2 y, aunque queda un largo trecho por recorrer, sin duda semejante proeza de la comunidad científica global –que salvará millones de vidas– bien podría considerarse asimismo un récord digno de quedar grabado en los anales del olimpismo por siempre.