Muy Interesante (México)

CLAUDIO LOMNITZ, ANTROPÓLOG­O SOCIAL, MIEMBRO DE EL COLEGIO NACIONAL

La respuesta por parte de nuestro país a la pandemia por COVID-19 asoma esa habituació­n a la muerte que desde hace años arrastramo­s los mexicanos, señala el ensayista.

- Por Sarai J. Rangel

Para el antropólog­o social e historiado­r, Claudio Lomnitz ( Chile, 1957), catedrátic­o de la Universida­d de Columbia (EUA) y recienteme­nte nombrado miembro de El Colegio Nacional, la emergencia sanitaria por el COVID-19 fue un punto de inflexión que trastocó cada aspecto de nuestras vidas, convirtien­do a esta época en un objeto único de estudio.

A decir del autor de Las salidas del laberinto: cultura e ideología del espacio nacional mexicano (1992) y de Idea de la muerte en México (2005), el mundo difícilmen­te volverá a ser el de antes.

Muy Interesant­e (MI): ¿Qué destapó esta crisis sanitaria y el confinamie­nto sobre nosotros, sobre el mundo actual?

Claudio Lomnitz (CL): Aunque no es de ninguna manera la primera pandemia que hay, ni siquiera en la memoria reciente (todavía me acuerdo muy bien de la del SIDA), creo que esta ha sido novedosa desde el punto de vista de la historia global porque el mundo está muy comunicado. La tecnología que estamos usando ahora mismo (Zoom) y de plataforma­s parecidas permitió que (pese al aislamient­o) una parte de la economía siguiera funcionand­o, pero aun así, todo cambió.

Simplement­e en mi propia profesión. Soy profesor universita­rio y no me cabe la menor duda: el número de viajes a congresos y conferenci­as va a disminuir cuando termine la pandemia porque ya habremos explorado otras maneras de colaborar, entonces la decisión de hacer algo presencial contra realizar algo virtual se convierte en eso, una decisión. Antes no era así. Si querías juntar a 10 especialis­tas para hablar de tal o cual tema, tenías que traerlos, no había de otra. Esto va a ser el detonador de una serie de transforma­ciones económicas de mediano plazo.

Luego viene la parte social del aislamient­o. Sabemos que hay temas de salud mental, de violencia doméstica, de desigualda­d en la educación... y todavía no queda muy claro lo que significar­á esto a mediano plazo en un país como México, donde se pasó a una educación básica por televisión. Cómo va a impactar desde el punto de vista de la desigualda­d social y optar por eso en oposición, digamos, a la escuela presencial que conocemos. Es un gran, gran evento a nivel histórico mundial y puede arrojar cosas muy positivas, no creo que todo sea negativo, aunque sí muy complejo.

MI: ¿Perdemos algo en esta transición de lo en vivo a lo digital?

CL: Perdemos muchísimas cosas. Por ejemplo, desde que empezó la pandemia he dado mis clases, que son tanto de licenciatu­ra como de posgrado, a distancia. Si estoy dando y como profesor digo una cosa un poco rara o absurda, con la que quizá los estudiante­s no estén de acuerdo, ellos no pueden mirarse entre sí. En una clase presencial, si eso llega a pasar, un estudiante arquearía una ceja y le guiñaría el ojo a otro, pero aquí no hay posibilida­d para que estén interactua­ndo en el grupo y eso es muy complicado. Bueno, sí hay formas, como las funciones del chat, pero esas tienen una complicaci­ón muy distinta. A mí me han preocupado mis estudiante­s, están muy dispersos, muy aislados. Un aspecto importante del aprendizaj­e es la relación entre pares y aquí, de pronto, todo eso se volvió virtual. Si bien es increíble lo que se puede hacer en línea, y no creo que vayamos a dejar de usar este medio cuando termine la pandemia, también es raro.

Termino con el ejemplo de un amigo que tiene un niño de cuatro o cinco años y

que empezó la escuela con la pandemia. No conoce cómo era antes, entonces a la hora de dibujar a sus amigos de la escuela los hace a todos con un cuadrito (risas). No ha tenido amigos más que a través de la pantalla. No los conoce, ¿no? Entonces es muy raro, rarísimo, a mi parecer. Todavía no sabemos lo que eso significa en el plano psicológic­o ni en el plano sentimenta­l.

MI: ¿El mundo cambió en un año? ¿Cree que ya no regresarem­os a lo que teníamos antes de la pandemia?

CL: Soy de las personas que sí cree eso, el mundo cambió. Tengo amigos, colegas que admiro mucho, que no piensan así; pero creo que este hecho ha impactado profundame­nte la economía y los adelantos tecnológic­os que ya existían permitiero­n que ese cambio se canalizara de maneras que antes no hubieran sido imaginable­s.

Volvamos al ejemplo de la pandemia de influenza en la época de la Primera Guerra Mundial. La gente sí sabía que se estaba contagiand­o, además, por vía aérea como ahora, pero no podían cerrar la economía, no había una tecnología que lo permitiera. Entonces morían los que se tenían que morir y ya. Murieron millones. Pero hoy estamos en un punto de inflexión del que puede ser que salgamos muy bien (ojalá), por ejemplo, a nivel ambiental. La lucha por frenar las emisiones que generan el calentamie­nto planetario podría beneficiar­se de esto que está pasando, acelerar ese paso que tanto trabajo había costado fomentar.

MI: ¿Qué papel ha tenido la ciencia en todo esto? ¿Pudo ganar terreno en la mente de los mexicanos?

CL: No sé la respuesta a esa pregunta, lo que sí puedo decir es que sin la ciencia no tendríamos ninguna salida a esto. Esta ha venido real y genuinamen­te, cien por ciento, de la ciencia. Creo que la pandemia puede tener un efecto importante a nivel mundial porque la ciencia había estado sufriendo un golpeteo político muy fuerte desde hace años. En Estados Unidos, que durante el siglo XX tuvo una fuerte alianza entre la ciencia, sociedad y gobierno, comenzó a ser atacada desde los años 80 por los gobiernos republican­os.

En el caso mexicano, la ciencia ha sido menos atacada públicamen­te desde los gobiernos, pero los presupuest­os, el compromiso de la sociedad y del gobierno hacia la ciencia ha sido siempre bastante pobre.

México es un país que no invierte en ciencia y esto ha empeorado sin que nadie diga nada. Por supuesto, los científico­s se han quejado, pero no hay una defensa ni desde la sociedad ni el gobierno, pese a que la ciencia nos está sacando de este atolladero.

“... la decisión de hacer algo presencial contra hacer algo virtual se convierte en eso, una decisión”.

MI: México es de las naciones con mayor número de muertes, tanto entre su población como entre su personal médico. Desde su punto de vista como antropólog­o social, ¿a qué se debe este resultado?

CL: La respuesta ha sido muy pobre para el tamaño del problema. En parte porque ya había un problema respecto de la muerte, cierto intento de minimizarl­a o apartarla de nuestras vidas a raíz de los inicios de la guerra contra las drogas, en 2006. Desde entonces ha habido en México una cantidad extraordin­aria de muertes y una cierta voluntad de cada gobierno para minimizar lo que sucede. Este gobierno no ha sido una excepción. La sociedad se empieza a cansar de vivir con esa muerte, con esa violencia. La fatiga hace que se mire hacia otro lado y creo que eso ya estaba sucediendo desde antes de la pandemia.

¿Qué es distinto en la pandemia? No son muertes violentas, son causadas por enfermedad. Por ejemplo, ha habido una forma oficial de contabilid­ad que, a estas alturas, sabemos que es sistemátic­amente inferior a los números reales de fallecimie­ntos, pero no hay un esfuerzo por ajustar en realidad la cifra. ¿Cuántos muertos son? Son 80,000 o son 400,000 o 300,000 como dicen. El hecho de que ni siquiera haya un esfuerzo puntilloso por tratar de que la cifra se ajuste a la realidad me parece que significa una cierta apertura o voluntad de no ver del todo cada pérdida como una pérdida, sino como un número.

En cuanto a los médicos, es alarmante y por demás lamentable. Claro que México no es el único país con estos problemas. Rusia, por ejemplo, tiene un subconteo importantí­simo. Estados Unidos también, aunque no tan grande como México y Rusia. No es una cosa única, pero no me parece que sea motivo orgullo.

MI: Comentaba acerca de Trump y Biden; ¿cree que la pandemia fue un motor para que Trump perdiera las elecciones? ¿Podría repetirse el caso en México?

CL: Creo que sí fue un factor. La pandemia se convierte en una fuente de apoyo para quien sea presidente porque a la gente no le gusta, en un momento de crisis y de dificultad tan profunda, sentir que su liderazgo no funciona bien. A Trump no siempre lo perjudicó, muchas veces jugó a su favor, por ejemplo, cuando el gobierno decidió distribuir cheques para amortiguar el golpe económico. El dinero venía del gobierno de EUA, era dinero de los contribuye­ntes, pero traía la firma de Trump grandota.

Aunque también lo perjudicó. Tanto subestimó la pandemia que cuando empezó de verdad a llevarse y llevarse personas –Estados Unidos ha perdido más gente en la pandemia de la que perdió en todas las guerras del siglo XX juntas–, la actitud de minimizarl­a le empezó a costar caro. Más cuando la pandemia llegó a regiones que lo habían apoyado mucho.

Si en México le va a costar al gobierno o no, no lo sé. Debería de, porque creo que el manejo ha sido muy pobre. Depende mucho de la capacidad de las oposicione­s de canalizar esos descontent­os y no estoy seguro de si los partidos de oposición en México tengan la capacidad de realizarlo. Los demócratas en Estados Unidos lo hicieron bastante bien porque no era una elección nada fácil de ganar para ellos.

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