El susto de 2019 OK
El 24 de julio de 2019, un asteroide del tamaño de un campo de futbol se acercó más a la Tierra que cualquier otro de tales dimensiones en las últimas décadas –en la imagen de la derecha, el cálculo de su posición unos días antes, cuando se aproximaba a nuestro planeta–. De hecho, fue descubierto ese mismo día por tres astrónomos aficionados de Brasil. 2019 OK, como se denominó, llegó a pasar a sólo 71,341 kilómetros de nosotros, apenas la quinta parte de la distancia que nos separa de la Luna.
Los expertos de la NASA calcularon que si hubiera atravesado la atmósfera y explotado a varias decenas de kilómetros de altura, sobre tierra firme, como hizo en 2013 el bólido de Cheliábinsk, en Rusia, de mucho menor tamaño, habría devastado un área de unos 80 kilómetros de ancho.
“Los asteroides como 2019 OK pueden parecer grandes, pero cuando están a decenas de millones de kilómetros de distancia y reflejan sólo una pequeña cantidad de luz solar son increíblemente difíciles de detectar”, sostiene el astrónomo Alan R. Duffy, de la Royal Institution de Australia. A eso se suma que la órbita de este cuerpo es muy elíptica y va desde la de Venus hasta mucho más allá de la de Marte. Además, la posición que adquirió cuando se acercó a la Tierra enmascaró sus movimientos hasta el último momento.
“Para lograr discernir lo antes posible este tipo de objetos deberíamos contar con un telescopio de gran tamaño –como el Vera Rubin, que se está construyendo en Chile–, capaz de detectar sus cambios de posición por pequeños que sean y tomar repetidamente fotografías del cielo nocturno. En este sentido, algunas técnicas de inteligencia artificial podrían resultarnos muy útiles”, plantea Duffy.