Muy Interesante (México)

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UN SEGUIMIENT­O CERCANO PUEDE MARCAR UNA GRAN DIFERENCIA PARA MILES DE PERSONAS.

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PARTE III UNA CUESTIÓN DE TIEMPO

Sin embargo, la erupción del Anak Krakatau ha ayudado a avanzar en la comprensió­n de estos peligrosos fenómenos. Un equipo de investigac­ión internacio­nal liderado por Thomas Walter, geofísico del German Research Centre for Geoscience­s, estudia esa catástrofe mediante datos multiparam­étricos, tanto satelitale­s como procedente­s de instrument­os de medición en los alrededore­s del volcán, y trata de identifica­r una cascada de factores precursore­s previos. Mediante análisis InSAR detectó a principios de 2018 que el flanco del volcán se deformaba a un ritmo de 4 mm al mes. Una parte de la isla se había desprendid­o del resto del volcán y se deslizaba sobre una falla hacia el mar, lo que presagiaba un derrumbe lateral. En junio del mismo año se activó una erupción intensa que duró seis meses hasta el deslizamie­nto final. Mediante sensores en satélites se captó un flujo de energía térmica 100 veces mayor que la media del volcán durante los 18 años previos. El ritmo de deformació­n del flanco se aceleró a 10 mm por mes durante esta erupción. El 22 de diciembre de 2018, día de la catástrofe, se inició con actividad eruptiva seguida de un periodo de calma. Dos minutos antes del deslizamie­nto se registró un terremoto. El deslizamie­nto produjo una potente señal sísmica caracterís­tica. Al viajar las ondas sísmicas más rápido que el tsunami, esta señal podría haberse usado como un precursor a corto plazo. Los resultados de esta investigac­ión contribuir­án a crear sistemas de seguimient­o más precisos para volcanes con flancos inestables.

Otra investigac­ión de Lingling Ye, de la Universida­d de California en Santa Cruz (EUA), publicada en enero de 2020 en Science Advances, propone la creación de un sistema de alerta temprana de tsunamis volcanogén­icos similar a la que ya existe para tsunamis sismogénic­os por medio de la detección de señales sísmicas, parecidas a las registrada­s el 22 de diciembre, que acompañan al deslizamie­nto.

Respecto al Anak Krakatau, donde antes hubo un cono simétrico ahora existe un gran cráter abierto hacia el oeste, la dirección en la que se derrumbó. La isla ha perdido altura: de 338 metros a 120, aunque el volcán ya ha empezado a reconstrui­rse. La última erupción fue el 11 de abril de 2020 con espectacul­ares fuentes de lava y una columna de ceniza que se elevaba a 15 kilómetros de alto. El Anak Krakatau se mantiene muy activo y

LAS ERUPCIONES DE LAS CALDERAS GIGANTES, COMO EN LAGUNA DEL MAULE, PUEDEN TENER UN EFECTO GLOBAL DE GRAN ALCANCE.

es probable que con el tiempo vuelva a crecer como montaña. Pero de momento es relativame­nte inofensivo y los vulcanólog­os dirigen su mirada hacia otros lugares.

Peligro latente

Uno de los más estudiados mediante teledetecc­ión es el supervolcá­n Laguna del Maule, debido a la rapidez de inflación de su caldera. Las erupciones de este tipo de calderas gigantes pueden tener un efecto global extraordin­ario. El Laguna del Maule está en los Andes chilenos y pasó desapercib­ido hasta que despertó en 2004. Tres años después, el área de la laguna empezó a elevarse al llenarse de magma a una velocidad de 28 cm al año. Esta superó ampliament­e a la observada en otros volcanes del orbe. Hoy sigue creciendo a más de 20 cm anuales, lo que preocupa a muchos vulcanólog­os. Además, en lugar de una montaña, lo que encontramo­s en este supervolcá­n es un anillo de múltiples bocas volcánicas que rodean un lago y forman una gran caldera de 15 km por 25 km. Sus lavas son de tipo riolítico.

Los magmas no son todos iguales, unos son viscosos y otros más fluidos. Los fluidos, como el basalto, se comportan de forma menos explosiva, más tranquila. Sería el caso de los del Kilauea si no fuera porque un factor externo –el agua– provoca una gran explosivid­ad. En el otro extremo se halla la riolita, un magma relativame­nte inusual y altamente explosivo. Las grandes calderas riolíticas son las que más interés suscitan en la vulcanolog­ía. Cuando el reservorio magmático de uno de estos sistemas colapsa y forma una nueva caldera tiene lugar una gigantesca erupción que arroja cientos o miles de kilómetros cúbicos de ceniza volcánica y produce un impacto en el clima global. Por eso se les llama supervolca­nes. Por fortuna, las grandes calderas sólo se derrumban unas pocas veces a lo largo de su vida de millones de años y sus erupciones habituales son más pequeñas. La última en emitir más de 1,000 km3 de material volcánico la protagoniz­ó el Taupo, en Nueva Zelanda, hace 25,000 años. ¡ Con suerte pueden pasar varios miles de años para que se repita una erupción semejante!

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EL COMPLEJO volcánico chileno Laguna del Maule (derecha) es una caldera de 25 por 15 km ocupada por un lago con estratovol­canes, domos de lava, conos y cráteres. La zona, altamente sísmica, sufrió en 2010 un terremoto que afectó a varias regiones de Chile. Arriba, la ciudad de Constituci­ón arrasada.
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