Escenas de la Historia
La madrugada del 4 de junio de 1989, la emblemática Plaza de Tiananmén, en Pekín, quedó en silencio.
La masacre de Tiananmén.
En 1989 se respiraba un ambiente de apertura política, social y cultural en la Unión Soviética y en los países de Europa del Este, afiliados al socialismo. En cambio, en la República Popular China, gobernada por el Partido Comunista desde 1949, no se habían dado mayores cambios. La nación se había abierto al mercado mundial, pero los ciudadanos no tenían la libertad para manifestar sus reclamos contra el sistema, y la reforma política parecía muy lejana. Sin embargo, dentro del mismo gobierno había líderes que estaban de acuerdo en que lo anterior se llevara a cabo, y uno de ellos fue Hu Yaobang, quien había sido retirado de su cargo como secretario general del Partido por apoyar una serie de protestas estudiantiles en 1986. Fue precisamente la muerte de Yaobang, el 15 de abril de 1989, lo que desencadenaría una nueva ola de manifestaciones en Pekín.
El 17 de abril, dos días después del fallecimiento de Hu, cientos de universitarios se dieron cita en la Plaza de Tiananmén para honrar su memoria. Depositaron decenas de coronas de flores en el monumento a los Héroes de la Revolución, sin embargo dicho homenaje rápidamente se convirtió en protesta multitudinaria. Los manifestantes aprovecharon el momento para expresar su inconformidad hacia el gobierno tomando como bandera las ideas de Yaobang, quien siempre apoyó la libertad de expresión e incluso llegó a afirmar que las teorías del líder fundador de la China comunista, Mao Zedong, ya no eran deseables.
Amenaza de Estado
Al día siguiente los estudiantes ocuparon la plaza y permanecieron ahí hasta que ocurrió un trágico desenlace. En un inicio sus principales demandas fueron el reclamo de mayor presupuesto para las universidades y mejorar el sistema educativo, pero muy pronto añadieron otras: criticaron la corrupción, la inflación, los abusos del Estado y el nepotismo. Además exigieron reconocimiento a las organizaciones estudiantiles, libertad de prensa y elecciones democráticas.
En el gobierno las opiniones sobre las protestas estaban divididas. Zhao Ziyang, el secretario general del Partido, simpatizaba con ellas. Deng Xiaoping, el líder máximo de China, y Li Peng, el primer ministro, dejaron claro que no tolerarían las muestras de descontento, pues las veían como una amenaza para el creciente desarrollo económico del país. En principio el gobierno
anunció que una nueva protesta no sería autorizada. No obstante, 50,000 universitarios desafiaron la prohibición y se reunieron pacíficamente ahí. Como respuesta, el gobierno publicó un editorial en el órgano de comunicación oficial, el Diario del Pueblo, en el que culpaba de las protestas a un pequeño grupo de contrarrevolucionarios y amenazaba con enviar tropas militares si continuaban las manifestaciones.
La visita de Gorbachov
Esto provocó a los líderes estudiantiles, y lejos de sentirse intimidados continuaron con el movimiento. En respuesta 100,000 estudiantes marcharon a la Plaza de Tiananmén el 27 de abril e iniciaron un plantón. El 1 de mayo Li Peng afirmó que si las protestas no se disolvían, China daría “un gran paso hacia atrás”. Tres días después también se sumaron obreros e intelectuales, hasta sumar 250,000 manifestantes que llenaron la plaza, y el movimiento se extendió a varias ciudades del país. Ese mismo día Ziyang declaró que el gobierno debería empezar un diálogo con los líderes, pero el primer ministro se negó, lo que llevó a algunos de los cabecillas a realizar una huelga de hambre. Muchos manifestantes permanecieron en la plaza acompañándolos los siguientes días, y cuando la revuelta parecía debilitarse, el 15 de mayo Mijaíl Gorbachov, jefe de Estado de la Unión Soviética, visitó Pekín. Este hecho puso los ojos de la comunidad internacional sobre China. Los manifestantes aprovecharon la presencia de un gran contingente de periodistas extranjeros para llamar la atención.
Ley marcial
Las autoridades exigieron el retiro inmediato de la plaza, pero el número de personas que simpatizaban con el movimiento iba en aumento. El 17 de mayo se reunieron alrededor de 1 millón 200,000 personas.
El 18 de mayo Li Peng accedió a reunirse con algunos líderes estudiantiles en huelga de hambre. El encuentro fue transmitido en directo por la televisión nacional, pero no se llegó a ningún acuerdo en concreto. Al día siguiente Zhao Ziyang, que siempre fue tolerante con el movimiento, se presentó en la plaza para tratar de convencer a los manifestantes de que se retiraran y se despidió de ellos con un emotivo discurso.
El 20 de mayo, Li Peng declaró la ley marcial para sofocar las protestas. Los líderes del movimiento terminaron la huelga de hambre y sometieron a votación si deberían permanecer en la plaza o retirarse. La mayoría de los universitarios decidió quedarse.
Desafiando a las autoridades, el 29 de mayo erigieron en la plaza una estatua de 11 metros llamada la ‘Diosa de la Democracia’, y tras ello las protestas se extendieron por todo el país.
Crónica de la matanza
La noche del 3 de junio, decenas de tanques y miles de soldados del Ejército Popular de Liberación se dirigieron a la plaza para disolver la revuelta. Camino hacia el lugar disparaban aleatoriamente desde todas direcciones contra las personas que encontraban a su paso.
El periodista británico Graham Earnshaw, quien en ese entonces trabajaba para la agencia de noticias Reuters, narró: “De repente empezaron los disparos… El cielo estaba iluminado por las balas, como una enorme exhibición de fuegos artificiales… Todo parecía tan irreal, parecía imposible tomarlo en serio”.
La mayoría de las víctimas no estaban en la plaza, sino en la calles aledañas, y no eran estudiantes sino civiles que salieron para mostrar su apoyo a los manifestantes. Las tropas llegaron a la plaza a la 1 de la madrugada, cuando todavía quedaban alrededor de 2,000 estudiantes. Después de negociar su retirada con los militares, los universitarios abandonaron el lugar entre las cinco y las seis de la mañana. Sin embargo la represión siguió en los alrededores.
Según documentos del gobierno chino, hubo 241 muertos y 7,000 heridos. Pero otras fuentes, como Amnistía Internacional, calculan que fueron 1,300 las personas que perdieron la vida. A 28 años de la masacre, aún se desconoce el número exacto. Como respuesta a las críticas por el uso de la fuerza pública, el primer ministro Li Peng justificó las acciones diciendo: “Si no hubiéramos tomado esa medida, la situación actual en China sería todavía más turbulenta”.